Este mes de junio, concretamente el día 18, se cumplen diez años desde la abdicación de Juan Carlos de Borbón en la persona de su hijo Felipe, pues, como todos y todas debemos saber, para ser rey en España solo se tiene que cumplir con el requisito de ser descendiente de la familia Borbón. Y en ese chollo llevan desde 1700, con Felipe V.
No es mi intención hacer un relato de la historia de la Casa Borbón, pero no me resisto a no hacer mención de algunos prendas de este clan de migrantes franceses.
Esta dinastía no ha escatimado en sangre ajena para consolidarse en el trono. Comenzó Felipe V metiéndonos en la Guerra de Sucesión (1701-1713) en su disputa con la Casa de Austria. Tras hacerse con el trono, este primer rey Borbón, impuso los decretos de Nueva Planta, derogatorios de las leyes que regían los reinos de Valencia, Aragón y Mallorca, así como con las del Principado de Cataluña. Es decir, que se le puede apodar perfectamente Felipe V “El Español”, como fundador del nacionalismo españolista excluyente que hoy conocemos.
En 1746 llegó Fernando VI, un racista consumado que se dedicó a perseguir a la etnia gitana. Este individuo destruyó familias enteras; separando a hombres por un lado y mujeres e hijos por otro, con dos destinos: trabajos forzados o prisión. Vamos, que cuando llegaron los nazis ya se había inventado bastante.
Carlos III, fue un déspota ilustrado que al menos no nos metió en demasiados líos bélicos, más allá del que lio su ministro de Hacienda y de la Guerra, el Marqués de Esquilache, quien a nombre de la seguridad impuso normas represivas que prohibían el uso del sombrero de tres picos y la capa, aunque la historia no deja claro si el motín no estuvo más bien motivado por los altos precios del pan y los productos básicos. Este Borbón también nos dejó en herencia la rojigualda, el himno y las Cibeles, entre otras muchas cosas.
En 1788 comenzó a reinar Carlos IV, conocido como “El títere de Godoy”. A este Borbón no se le ocurrió otra cosa que intervenir contra la Revolución francesa que comenzó 1789, en la que “rodaron cabezas”, y no es en sentido figurado. La aventura tuvo severas consecuencias para la España borbónica, y, a posteriori, abrió las puertas de par en par al clan Bonaparte.
Termino el somero repaso histórico con Fernando VII, del que bastaría decir que se le apodó “El Rey Felón”. Entre las muchas barbaridades que cometió está la de derogar la primera Constitución, “La Pepa”, la de 1812. Además, restauro el absolutismo en dos ocasiones, la 1ª entre 1814 y 1820 y la 2ª entre 1823 y 1833. Este segundo periodo es conocido históricamente como “la Década Ominosa” (abominable), por la represión y persecución que aplicó contra los precursores del trienio liberal.
Son muchos las sombrías páginas de nuestra historia que han firmado los miembros de esta dinastía. No sería del todo exagerado decir que a los españoles y españolas nos va la marcha. Pues aquí tenemos a los dos últimos ejemplares de esta familia; el Emérito, heredero directo de las leyes de sucesión del dictador y el hijo, que nada sabía del fortunón y los Ferrari, de lo que ha disfrutado en su juventud, ni de los inmuebles en Londres y vaya usted a saber qué más. Todo, producto de la práctica del deporte nacional por parte de su papá: “el comisionismo”.
Somos una sociedad que avanza y que mayoritariamente quiere evolucionar y no quedar anclados en el cepo del anacronismo. Por eso República es futuro y Monarquía rancio pasado. República con derechos sociales, con un fuerte y consolidado Estado de Bienestar, en el que Sanidad, Educación Pensiones y Dependencia no sean tajada para el beneficio privado. República para la convivencia, en la que los derechos, leguas, tradiciones y culturas de los pueblos que componen el Estado sean respetados y no excluidos ni perseguidos. República para la paz con otros pueblos, rompiendo con la dinámica de guerra en la que nos tienen sumidos.
Por todo eso, por la III República, saldremos a las calles de Madrid el 16 de junio.
Rogelio Obrador
Socialista, Laico y Republicano
