El espectacular e inesperado éxito de Pedro Sánchez en la reciente moción de censura al gobierno de Mariano Rajoy ha generado una fuerte ilusión y un renovado entusiasmo en muchos ciudadanos. La moción presentada por el PSOE respondió a un imperativo ético y moral y concitó un fuerte y radical rechazo a la impunidad y, sobre todo, a las mentiras absurdas y sin sentido vertidas por los responsables del PP y del gobierno anterior, incluso en sede judicial y parlamentaria. El éxito tuvo una relación directa con la determinación, valentía y audacia de Sánchez y con el comportamiento adecuado y responsable de Pablo Iglesias y de Unidos Podemos, junto a los partidos nacionalistas e, incluso, independentistas, que han tomado esta decisión sin exigir a cambio ninguna contrapartida.
Sin duda, lo que ha hecho posible la amplia confluencia de criterios (mayoría absoluta: 180 diputados) ha sido la imperiosa necesidad de echar al ya ex presidente Rajoy del gobierno, al negarse terminantemente a asumir su responsabilidad, como máximo dirigente político del PP (presidente), después de conocida la primera sentencia del caso Gürtel relacionada con la corrupción estructural y con la caja B del PP. Previamente, y antes de votarse la moción de censura, Sánchez había ofrecido a Rajoy la posibilidad de que dimitiera como presidente del gobierno, a lo que éste se negó terminantemente sin dar ninguna explicación sobre los motivos de su decisión.
Los grandes perdedores de la moción de censura han sido el PP y Ciudadanos víctimas de una corrupción sin escrúpulos (el primero) y de sus propios errores de cálculo (el segundo), de marcado carácter oportunista, al empeñarse en celebrar anticipadamente las elecciones generales. En todo caso, y al margen de la corrupción, Rajoy ha sido incapaz en su mandato de abordar en términos políticos el asunto de Catalunya (al judicializar como única solución el conflicto), ha disparado la deuda pública, vaciado de contenido el fondo de reserva de la Seguridad Social, precarizado la contratación, devaluado los salarios, eliminado la eficacia de los convenios colectivos de sector, transferido rentas del trabajo al capital, deteriorado los servicios públicos, reducido fuertemente la protección social y desarmado la política fiscal (fraude, amnistía fiscal y desplome del impuesto de sociedades). Lo que ha generado una mayor desigualdad y un aumento de la pobreza y de la exclusión social, como reconocen todos los expertos e, incluso, diversas instituciones y organismos internacionales.
Lo más grave de todo ello es que, en una fase de mayor crecimiento de la economía (en torno al 3%), Rajoy no ha corregido los brutales efectos de las políticas de ajuste, de marcada orientación neoliberal y, por lo tanto, tampoco ha compensado la deuda social generada en los momentos de crisis, a pesar de las fuertes movilizaciones de los colectivos más afectados por las medidas de ajuste. Por eso, y en estas circunstancias, Sánchez no lo tendrá nada fácil (con sólo 85 diputados), a pesar de contar de entrada con el potencial apoyo de Unidos Podemos y del PNV, ante el anuncio de una brutal y despiadada oposición del PP y de Ciudadanos (“Sánchez rompe España y pacta con los terroristas”). Esta previsible realidad conducirá, tarde o temprano, a unas elecciones generales anticipadas, al margen de que se intente gobernar, si es posible y cuando menos, hasta después de las elecciones en municipios, CCAA y parlamento europeo.
Mientras tanto, el nuevo gobierno debe comenzar a trabajar- sabiendo que no puede cometer errores- y, antes del verano, marcar sus prioridades junto a los nuevos ministros que, a su vez, deben de concretar sus primeras medidas. De entrada, el gobierno debe abordar la exigente Agenda Social: políticas activas de empleo; derogar las reformas laborales de 2010 y 2012; impulsar el diálogo y la negociación colectiva entre los interlocutores sociales; mejorar la protección social (recuperar la dependencia, aumentar la cobertura del desempleo, revalorizar las pensiones- ligadas al IPC- y eliminar el factor de sostenibilidad); reducir la precariedad de nuestro mercado de trabajo; perseguir el abuso y el fraude en la contratación; garantizar la igualdad salarial de género; aprobar la ley de ingresos mínimos promovida por UGT y CCOO…
En segundo lugar, debe actuar ejemplarmente para moralizar la vida pública, regenerar la democracia y recuperar los derechos perdidos. En este sentido es prioritaria la lucha contra la corrupción, asegurar la eficacia de la intervención del Estado (sobre todo a través de la Inspección fiscal y de la Seguridad Social); derogar la Ley Mordaza; así como el artículo 315.3 del código penal, que coarta el derecho de huelga y encausa a sindicalistas; y la disposición final de la Ley de Extranjería.
En tercer lugar, el gobierno debe redoblar su actividad en la UE, sobre todo cuando en estos momentos España ocupa un lugar irrelevante. Todo ello desde el respeto a los acuerdos con Bruselas y a los PGE-2018, que deben dar paso a la negociación del techo de gasto para 2019 y, posteriormente, de los propios PGE-2019, al margen de lo que deparen las conversaciones. En este sentido, el nombramiento de José Borrell como ministro de Asuntos Exteriores parece una decisión particularmente acertada.
En cuarto lugar se debe recuperar paulatinamente la calidad y la financiación de los servicios públicos; principalmente la educación, la sanidad y los servicios sociales con el propósito de mejorar la dotación económica vigente antes de la crisis.
En quinto lugar, poner en práctica medidas que nos garanticen superar la insuficiencia fiscal y la progresividad. Comenzando por dimensionar los efectivos de la inspección para combatir el fraude fiscal, así como propiciar mayores ingresos a través del Impuesto de Sociedades a las grandes empresas, junto a nuevos impuestos a las transacciones financieras y a las grandes empresas tecnológicas. Y, desde luego, abordar a fondo la financiación territorial que incluiría lógicamente a Catalunya.
En sexto lugar, modernizar la economía, impulsar el cambio de nuestro modelo productivo (muy dependiente del turismo, la agricultura y la construcción), trabajar para dimensionar las plantillas de las pequeñas y medianas empresas, impulsar una política industrial y apostar por la formación y la cualificación profesional, así como por la innovación, la investigación, la robótica y la inteligencia digital.
En séptimo lugar, el asunto catalán es un problema político y, por lo tanto, debe ser tratado con mesura y eficacia. Sobran soflamas patrióticas, banderas y desafíos y falta diálogo y un talante distinto, a pesar del brutal desafío independentista. Ya sabemos que no será fácil y que se alzarán voces en contra, incluso, bien intencionadas. A pesar de estas serias dificultades, se debe dialogar desde el respeto a la Constitución, el Estatut de Catalunya y las decisiones que tome el poder judicial (división de poderes).
Por último, el gobierno debe luchar contra el cambio climático y la contaminación del medio ambiente. Apostar por la igualdad de género en todas sus expresiones (la composición del gobierno es extremadamente significativa), sin olvidar la igualdad de clases. Garantizar, con todas las consecuencias, la independencia de Radio Televisión Española. Además de desarrollar en positivo el concepto de Memoria Histórica. Cuatro asuntos capitales que deben marcar la impronta del gobierno Sánchez y la diferencia entre gobiernos de distinto signo.
En todo caso, el gobierno socialista no debe olvidar la difícil situación económica y social de muchos ciudadanos. El paro sigue siendo nuestro principal problema; por eso llama profundamente la atención que no se contemple una Secretaría de Estado de Empleo en el organigrama del nuevo gobierno. Según UGT, lo padecen más de 3,7 millones de personas, de las que 2 millones son mujeres. El 50,4% de los desempleados llevan más de un año en el paro. La mitad de los jóvenes están desempleado y 1,2 millones de hogares tienen a todos sus miembros en paro. Además, las personas en riesgo de pobreza siguen aumentando y el tener un empleo no garantiza salir de la pobreza, como lo demuestra que el 14% de las personas con empleo son pobres. Por otra parte, la precariedad alcanza límites exagerados: nueve de cada diez contratos son temporales y uno de cada cuatro contratos dura menos de una semana, a lo que hay que añadir que la contratación a tiempo parcial aumenta y que el 74% de esos contratos lo sufren las mujeres. Finalmente, uno de cada tres ciudadanos tienen ingresos anuales inferiores al SMI y la mitad de los desempleados no tienen ningún tipo de cobertura por desempleo. Mientras esto está ocurriendo, la economía crece, los beneficios empresariales aumentan, las empresas reparten jugosos dividendos y suben las retribuciones de los consejeros y los sueldos de los altos directivos…
Para abordar esta gigantesca tarea el nuevo gobierno debe contar con los máximos apoyos y propiciar todos los acuerdos posibles, sobre todo después de la declaración lamentable del PP de que va a enmendar los PGE-2018 en el Senado. Efectivamente, el PP estará en la oposición (y en crisis de renovación por la dimisión de Rajoy) y, desde luego, Ciudadanos. Ambos partidos se disputarán ferozmente la hegemonía en el espacio de la derecha. A pesar de todo, el PSOE debe hablar con todos los partidos, incluidos el PP y Ciudadanos. Este último partido no es un socio privilegiado del PSOE (como algunos quisieran), ni muchísimo menos; sin embargo, hay que dialogar también con Ciudadanos, sin perder de vista que los apoyos fundamentales a la gestión del gobierno se deben buscar en Unidos Podemos, a pesar de su ausencia forzada en el nuevo gobierno por decisión expresa del presidente Sánchez.
En esta tarea ingente deben participar, respetando a su autonomía, los sindicatos y las nuevas organizaciones emergentes, a través de las redes sociales y de las movilizaciones que consideren oportunas. En todo caso, la experiencia del gobierno portugués y las ideas socialdemócratas, encabezadas por Jeremy Corbyn (Reino Unido), deben seguir siendo una referencia obligada e ilusionante en el presente y una plataforma imprescindible para construir nuestro futuro sin traicionar las ideas y los valores del socialismo democrático.
Antón Saracíbar.
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