
De Ucrania a la valla de Melilla. El mundo está interconectado y las decisiones que se toman en un despacho de la Casa Blanca en EEUU o del Kremlim en Rusia tienen sus repercusiones en forma de hambrunas, guerra y muerte. El auge de la extrema derecha y las oligarquías en sus múltiples formatos provoca miseria y genocidios. La cumbre de la OTAN en Madrid echa más leña al fuego: incrementar los presupuestos para armamento. En ausencia de socialismo, todo es barbarie.
Mientras observamos atónitos como la ultraderecha se apodera de mundo y los derechos y conquistas sociales retroceden en el mundo occidental, la guerra de Ucrania está arrasando África con hambrunas provocando millones de muertos. la mayoría niños.
En Etiopía, Kenia y Somalia, y más de 10 países africanos tienen más de 1,7 millones de niños que necesitan tratamiento. Las vidas de los niños del noreste africano y otros países como Níger o Chad están en peligro tras la crisis alimentaria y energética provocada por la guerra de Ucrania. Países en guerra como Sudán están causando millones de desplazados, y la subida de los precios de los combustibles, la crisis energética y el encarecimiento de alimentos básicos, generada en parte por el bloqueo comercial de las exportaciones de trigo ucraniano, sustento fundamental para la alimentación de un puñado de países, han generado una tormenta perfecta que derivará en un «huracán de hambrunas».
Un tercio de las calorías que se consumen en gran parte de África provienen del trigo cultivado por dos países: Ucrania y Rusia. Las sanciones internacionales a Rusia provoca que Rusia no pueda exportar trigo, mientras que el trigo ucraniano no puede salir como consecuencia de la invasión y cerca de un 35% de las plantaciones ni siquiera se han podido llevar a cabo.
Somalia importaba un 92% del trigo de Rusia y Ucrania, pero ahora mismo las líneas de suministro internacionales están hechas añicos. La situación es dramática. Esa carencia, sumada a las sequías, a los conflictos étnicos y a las enfermedades provocadas por el virus del sarampión o el cólera, entre otras catástrofes, está recrudeciendo los problemas de desnutrición infantil y defunciones por falta de comida en territorio somalí.
Chad ha decretado ya la «emergencia alimentaria». De sus casi 6 millones de habitantes, un tercio se encuentra en peligro de muerte y necesita «ayuda humanitaria urgente». Casi el 50% de los habitantes chadianos viven en pobreza extrema, situación que se recrudecerá en los próximos meses ante la crisis alimentaria despertada por la invasión rusa de Ucrania.
Mientras que Europa y Estados Unidos sufren las consecuencias de la guerra de Ucrania mediante un incremento general de los precios de los alimentos y la energía, en África la crisis alimentaria se suma a las guerras en la región, el expolio de sus recursos naturales por parte de occidente y una sequía sin precedentes está culminando en malnutrición, enfermedad y muerte.
Y mientras la comunidad internacional se ha volcado para atender las necesidades de la población que huye de la guerra de Ucrania, los fondos necesarios para abordar la ayuda humanitaria de los conflictos en África decrecen, y el número de refugiados y desplazados aumenta vertiginosamente.
Muchos de esos desplazados subsaharianos intentan llegar a Europa para salvar sus vidas. El calvario para llegar a Europa incluye la travesía del desierto, sin comida y sin agua, y una vez llegan a Marruecos, la ocultación de la policía marroquí en bosques cercanos a la frontera y finalmente el salto a una valla que señala la frontera entre la muerte y la esperanza de un futuro mejor, y cuya vigilancia el gobierno español la ha cedido a la policía marroquí, como parte del acuerdo mediante el que España retiraba el soporte al pueblo Saharaui y Marruecos se comprometía a evitar las oleadas migratorias a Europa por esta vía.
Mientras se decide la apertura de una comisión de investigación que arroje luz sobre la masacre de al menos 23 muertos en la valla de Melilla, todo apunta a que los casi 2000 migrantes que intentaron saltar la valla eran de origen Sudanés. que huían de la guerra en busca de asilo político. Sin embargo, lo que encontraron fue a una policía marroquí que actuó con toda contudencia, incluso en territorio español para evitar la entrada a Europa.
Como comprenderán, el asunto es lo suficientemente complejo como para abordarlo en unas pocas líneas. No hablo de las políticas de los países europeos (sobre todo Francia) en África, o el papel de los omnipresentes EEUU y ONU en todos los conflictos bélicos que se mantienen (de forma silenciosa) en nuestro vecino continente.
Pero lo que sí quiero manifestar es la necesidad de invertir en desarrollo en los países africanos, en invertir en suficiencia alimentaria y médica y en la necesidad de establecer un corredor humanitario para los desplazados y refugiados que huyen del hambre y la guerra.
Mientras tanto, la cumbre de la OTAN que se celebra estos días en Madrid no establece ninguna de estas prioridades. Al contrario, la OTAN aprobará esta semana en Madrid un aumento sin precedentes de sus capacidades militares. La fuerza conjunta de muy alta disponibilidad (VJTF) pasará a tener de 40.000 a 300.000 soldados, listas para ser desplegados en cuestión de días en caso de necesidad, sobretodo en el flanco este.
La respuesta a la hambruna y la guerra no puede ser más guerra. Para cerrar el paso a la ultraderecha no nos
podemos parecer a la ultraderecha.
El Gobierno de Pedro Sánchez quiere aprovechar la cumbre para reforzar militarmente la defensa del flanco sur ante la inestabilidad del Sahel y por las dudas sobre el paraguas de Defensa que cubre a Ceuta y Melilla. El Tratado de Washington recoge la protección para territorios en Europa o América, lo que en teoría deja fuera a los enclaves que se encuentran en el continente africano. Sea como fuere, los compromisos de la OTAN son de rearme, y para financiar el despliegue en el Este, la protección del sur, las misiones, la ayuda a Ucrania y sostener los niveles de defensa pactados, hace falta mucho más dinero. Desde 2014, los aliados han invertido
350.000 millones de dólares, y van ocho años consecutivos con aumentos en Seguridad y Defensa. España es el país que menos invierte (1,02 % del PIB, la mitad de lo comprometido) a pesar de las dificultades económicas y las sucesivas crisis. Ahora, a partir del 2022, Stoltenberg ya ha avisado que el 2% del PIB se considera “el suelo y no el techo” de los presupuestos de que cada país ha de invertir en defensa. Si nada cambia, cambiaremos pan por misiles o lo que es lo mismo, un pacto de rentas para contener la inflación y financiar la guerra desde occidente, mientras la gente que huye de las mismas mueren en vallas como la de Melilla.

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