Guerra en Ucrania: antecedentes y consecuencias de la paz impuesta por los USA

ASTRADE organizó el día 13 de mayo un acto debate bajo el título que encabeza esta crónica. Participaron como ponentes: Manuel Pardo de Donlebún, Manuel Ruiz Robles y Baltasar Santos Fernández, quienes intervinieron en el orden en el que figuran en el cartel de la convocatoria.
El acto fue dirigido y moderado por Miguel Sagüés Navarro, socio fundador de ASTRADE y miembro de su Junta Directiva. Abogado laboralista de CCOO, jubilado.
Los ponentes coincidieron en la visión general de que Europa lleva más de tres años sufriendo una guerra en territorio ucraniano, de la que la opinión pública sabe poco y lo poco que sabe llega intoxicado por los intereses de los protagonistas reales de esta confrontación: Rusia y la OTAN, aunque los muertos los estén poniendo el los pueblos ruso y ucraniano.
Se hizo alusión a la historia de lo que es hoy la República de Ucrania, desde el s. IX con la Rus de Kiev, pasando por la invasión mongola del s. XIII, hasta su incorporación a la URSS en el s. XX, tras la Revolución proletaria de 1917. Su devenir histórico no es ajeno a su posición geoestratégica en la Europa oriental. Un territorio habitado por gran diversidad de poblaciones de distintos orígenes, que hablan distintas leguas de origen eslavo, siendo mayoritarios los hablantes de ucraniano (lengua oficial) y los ruso-parlantes muy mayoritarios en el este del país.
Igual que el resto de países de la esfera del extinto Pacto de Varsovia, Ucrania ha recibido presiones por parte de “occidente” desde los años 90 del pasado siglo, para que se desligase de la influencia rusa y que se acercase a la esfera de la Unión Europea. Se recordó que la OTAN comenzó su expansión hacia el Este europeo en 1990 pocos meses después de la caída del Muro de Berlín, empezando por la reunificación alemana y la incorporación de la Alemania unificada a la OTAN; la incorporación de Polonia, Hungría y la República Checa a la OTAN en 1999; de Bulgaria, Estonia, Letonia, Lituania, Rumanía, Eslovaquia y Eslovenia en 2004; Albania y Croacia en 2009; Montenegro en 2017; y Macedonia del Norte en 2020. Países a los que se han añadido Finlandia y Suecia en 2023 y 2024, respectivamente, ya iniciada la guerra en territorio ucraniano.
Esta expansión de la OTAN en dirección a la frontera rusa se ha producido a pesar del compromiso que el presidente de los EE.UU., George H.W. Bush alcanzó con Gorvachov; compromiso que quedó plasmado en el memorándum que Helmut Kold envió, en nombre de la OTAN, al líder soviético en febrero de 1990.

En paralelo a esta evolución histórica, las relaciones comerciales con Rusia se mantuvieron durante los tres primeros lustros del presente siglo, ya con Putin en el poder, desde diciembre de 1999.
Un punto de inflexión tuvo lugar en 2014, en paralelo a la expansión de la estructura militar (OTAN) hacia el Este, cuando se abrió el debate en Ucrania entre pro rusos y pro europeistas, y el gobierno de Yanukóvich (pro ruso) se negó a firmar el tratado de Asociación con la UE -tratado de carácter comercial que Putin intentó desactivar, por ejemplo, con la compra por parte de Rusia de 15.000 millones de dólares en eurobonos ucranianos y un precio especial en el gas ruso suministrado a Ucrania-, quedando claro que el trasfondo de este conflicto siempre ha sido económico.
Estos hechos desataron una espiral de acción reacción, con la participación de los interesados de una y otra parte: el imperialismo norteamericano (en diciembre de 2013, dos senadores estadounidenses: Christopher Murphy y John McCain alentaron a la multitud contra el gobierno ucraniano desde la tribuna de la manifestación. Dirigentes de las instituciones de la subordinada UE también se volcaron en presionar en favor de los intereses de las multinacionales de la energía. Enfrente, la oligarquía liderada por Putin.
En noviembre de 2013 comenzó la revuelta del Maidán: protestas animadas por los pro-UE, que duraron tres meses y costaron la vida a un centenar de personas, por el exceso represivo de la policía, aunque hay quién se lo imputa a francotiradores al servicio de los “pro europeos” para decantar el movimiento contra el gobierno ucraniano del momento.
La destitución de Yanukóvich en febrero de 2014 fue interpretada por los pro-rusos como un golpe de Estado. Sin entrar a tomar posición, a los participantes en el debate no se les ha escapado que la espontaneidad no es precisamente un elemento real en este tipo de hechos.
Tras la destitución del presidente, se desencadenó el conflicto armado entre el ejército ucraniano, con el gobierno en manos de los pro-UE: Truchínov (22 de febrero a 7 de junio de 2014), Poroshenko (7 de junio de 2014 a 21 de abril de 2021) y Zalenski (21 de abril de 2019 hasta la fecha). Y las milicias populares de Donetsk y Lugansk; conflicto que dejó más de 14.000 muertos, todos ellos ucranianos.
Por finalizar con los antecedentes, se hizo mención a la anexión de Crimea por parte de Rusia, tras las “también espontaneas” movilizaciones de la población ruso-parlante de Crimea, en marzo de 2014.
Europa abrió el debate de la necesidad de reducir su dependencia del gas y el petróleo ruso que venía consumiendo, mientras iba adoptando compromisos comerciales con los Estados Unidos de América para el suministro de Gas Licuado. Se recordó la voladura de los gaseoductos Nord Stream 1 y 2; sabotaje que nadie ha reivindicado, pero cuyo resultado fue el de la ruptura física del comercio de gas y petróleo de Rusia con Europa.
Sin entrar en el desarrollo de la guerra abierta que se inició en febrero de 2022 con la ocupación de territorio ucraniano, a lo que Rusia denomina “operaciones militares especiales”, el resultado es que el mercado de la energía en Europa se ha volteado en favor de los EE.UU. Un mercado de más de 40.000 millones de euros anuales. EE.UU., los mismos que ahora pretenden aparecer como mediadores para la paz imponiendo un acuerdo por el que los USA dispondrán de la explotación de las tierras raras ucranianas, fundamentales para el desarrollo tecnológico -es un contrasentido hablar de acuerdo cuando en realidad es una imposición, por lo que “acuerdo” no es más que un eufemismo-.
Es evidente que Ucrania tiene poca voz y voto en la necesaria paz. Así lo atestigua la grosera intervención de Trump y su chulesco propósito de parar la guerra a los dos días de llegar a la Casa Blanca. Las formas para imponer la paz y las humillaciones hechas a Zelenski, junto con el devenir de los acontecimientos, demuestran que esta es una guerra de la OTAN, teledirigida por los USA, frente a la Rusia atenazada por Putin y el puñado de oligarcas que se han hecho con la propiedad de las riquezas del pueblo ruso. Con un deplorable papel de los gobiernos de la UE y sus instituciones que, como dice el refrán: “Encima de puta, apaleada”, pues ha trabajado para los intereses su ¿aliado?, y este la paga con una guerra de aranceles y la dicta cuánto tienen que gastar en armamento; compras que en un 60% de la multimillonaria factura se paga en los EE.UU. Es evidentemente el “juego” con las cartas marcadas por parte de uno de los jugadores.
Los ponentes y las intervenciones de los asistentes fueron en línea de un compromiso con la paz, rememorando en este sentido Manuel Ruiz el artículo 6 de nuestra Constitución de 1931: “España renuncia a la guerra como instrumento de política nacional”.
Este acto ha pretendido y pretende contribuir al necesario debate contra la guerra, sabiendo que la sociedad solo es libre para comprender en ausencia de miedo, justo lo contrario a lo que estamos recibiendo a diario con las campañas gubernamentales, que buscan construir un enemigo que nos infunda terror, un método necesario para justificar el incremento de los presupuestos para la guerra. Esto no sería posible sin la participación necesaria de los medios de comunicación de masas. Mientras parece no importar la insoportable masacre, un genocidio brutal que, Israel; aliado prioritario de los USA, está cometiendo en Palestina, cebándose particularmente con la población de Gaza.
El debate, si es libre, ayudará sin duda a vislumbrar cual es el verdadero enemigo de los pueblos de Europa que sufren una guerra paralela de saqueo de sus salarios y pensiones, una guerra de destrucción de derechos sociales que amenaza de forma directa a los servicios públicos, levantados con el esfuerzo de generaciones de trabajadores y trabajadoras.
Decir ¡No a la Guerra! y ¡Ni Putin ni OTAN! No es una posición equidistante, pues desde ASTRADE no caemos en la trampa de lo malos que son unos u otros. Tomamos posición a favor de los pueblos, únicos perdedores en esta y en todas las guerras. Conscientes de que solo la movilización social puede traer la paz duradera y preservar los derechos.
El enemigo de los pueblos es el sistema económico que preserva los derechos de una minoría privilegiada frente a las necesidades la gran mayoría de la sociedad, acudiendo a la guerra y la destrucción para conseguir sus objetivos.
Roberto Tornamira
Presidente de ASTRADE
