No sabría decir cuantos miles de personas participaron en las marchas republicanas del pasado 15 de junio, seguramente que muchas menos de las que tomarían partido por la República si tuviesen la opción de hacerlo ante una urna y muchísimas más de las que la Casa Real y sus serviles instituciones deseaban. En todo caso ha sido una gran manifestación que pone el foco en el epicentro de los problemas que aquejan a nuestra sociedad, la Monarquía.
La decadencia política y de la propia institución monárquica estuvo marcada por la ridícula convocatoria de una carrera popular, convocada por el sumiso Ayuntamiento de Madrid, a nombre del X aniversario del reinado de Felipe VI, aunque hayan pasado once años, en lugar de diez, desde que Juan Carlos I El Comisionista se viese forzado a abdicar en su hijo.
En favor a la Corona y como siempre, infinitamente más importante que el esperpento de la carrera popular, el silencio sepulcral de la mayoría de los medios de comunicación, quienes no han reflejado como noticia que miles de personas se hayan echado a la calle a gritar ¡Viva la República! Es el mismo silencio cómplice que ha pretendido esconder los trapicheos del Emérito, finalmente sin éxito.

Quienes banalizan la reivindicación de la República como modelo de Estado, bien son ignorantes de sus propias contradicciones, bien son mal intencionados que intoxican en favor de la Monarquía, o ambas cosas.
Los malintencionados niegan la dictadura e inventan una historia alternativa, es decir, falsifican la historia. Son groseros en sus planteamientos, culpando a la II República de ser responsable de su caída y de la Guerra Civil. Es el mismo pensamiento pútrido de quienes culpan a la mujer violada de haber contribuido y provocado la violación. No es casualidad que unos y otros coinciden en el mismo espectro ideológico.
A mi modo de ver, el problema está en los ignorantes, pues muchos se reclaman de izquierdas, incluso dicen ser republicanos, pero solo de palabra y en días concretos del año. Enseguida precisan que España es una Democracia y que “a ver si al final vamos a conseguir que gobierne la extrema derecha”. Como si, por ejemplo, en la etapa de los gobiernos de Aznar no hubiese estado gobernando la extrema derecha o como si gobierno como los de Ayuso (Madrid), Mazón (País Valenciano), Prohens (Baleares)… no fuesen de extrema derecha y/o apoyados por la derecha abiertamente fascista. Claro que en una República no está garantizado que pueda gobernar un presidente muy de derechas, el ejemplo más cercano lo tenemos en la Francia de Macron. Hasta la abdicación de Juan Carlos I El Comisionista había quién decía que no se sentía monárquico, sino “juancarlista”. Debemos agradecer profundamente a Juan Carlos de Borbón que les bajase del guindo.
Una de las grandes contradicciones está en que decimos vivir en democracia, pero el pueblo no puede decidir en las urnas quién es su jefe del Estado. Además, asumimos una monarquía que Franco nos dejó dictada en las leyes de sucesión del jefe del Estado de los años 1947 y 1969. Y esta es una clave a tener en cuenta a la hora de quejarnos amargamente de la corrupción patológica que afecta a este país.
Basta con remontarse, por ejemplo, al reinado de Isabel II, la hija del Rey Felón, para ver que la corrupción es consustancial a los reinados de los Borbones, Autores como Jesús Cruz Valenciano, han catalogado el reinado de Isabel II como “uno de los más corruptos de la historia de España”. Esto no significa que otras dinastías sean puras y limpias, pues no es cuestión de los apellidos en el escudo, sino la falta de democracia y ausencia de verdaderos controles. De ahí que la figura del Rey, en el siglo XXI siga siendo “inviolable y no sujeto a responsabilidad” (Artº. 56.3 de la Constitución de 1978).
Poco ha cambiado la dinámica de esta dinastía desde Isabel II, o los Alfonso XII y XIII; estos últimos con sus intereses en la Compañía de Minas del Rif y de todos los parásitos de la Corte que se situaron en su Consejo de Administración ¿Por qué nos sorprende el caso Noos o los “regalos” de grandes empresas a los actuales habitantes de la Zarzuela? Véase como la empresa Navilot pagó una gran parte del viaje de novios de Felipe y Leticia.
Por lo anterior, para no caer en cínicas incongruencias, cuando se habla de eliminar los aforamientos a los políticos habría que comenzar por eliminar este blindaje de la figura del Rey, quien puede hacer lo que le venga en gana sin tener que responder ante la ley. Su padre, de la mano de jueces y fiscales, nos dio un masterclass al respecto.
El otro eslabón que engarza la Monarquía con la herencia franquista es que el jefe del Estado sea militar. Esta cualidad del rey es incluso anterior a la negociación y posterior proclamación del actual texto constitucional, pues por aquello de evitar vacíos de poder, Juan Carlos de Borbón heredó del franquismo la Corona y a la vez la gorra de plato, 48 horas después de la muerte oficial del dictador, el 22 de noviembre de 1975.

Son muchos los argumentos formales e históricos que podría aportar para defender que la pluralidad de pueblos que componen el Estado español avanzaría en democracia con un Estado republicano. Y también son muchos los que podría aportar para argumentar que muchos de los problemas que nos aquejan, como la corrupción, tienen su epicentro en la Monarquía.
Dos ejemplos para acabar:
- Sufrimos una gran confrontación social por la cuestión del independentismo; confrontación alimentada por la derecha heredera ideológica del franquismo y su concepto de la indivisibilidad de España, eso que ellos conocen como la España, Una, Grande y Libre. En esa misma orientación está la Casa Real, que no está dispuesta a que se ponga en cuestión quién es el amo del corral. De ahí la desafortunadísima intervención televisada de Felipe VI el 3 de octubre de 2017, -infortunio al menos para la democracia que dicen que tenemos-, pues solo sirvió para echar más leña al fuego, si es que el Gobierno de Rajoy ya no había echado suficiente.
- Según el Artº. 56 de la CE, el Rey “asume la más alta representación del Estado español en las relaciones internacionales”. Es decir, que en un momento en el que los pueblos, no así sus gobiernos, se estremecen con el exterminio; genocidio que Israel está cometiendo contra el pueblo palestino, el rey es el máximo representante en las relaciones internacionales y jefe de los tres ejércitos, pero no rompemos relaciones diplomáticas y comerciales con el Estado sionista israelí.
- El Rey ha estado presidiendo, sin rubor alguno, durante cinco años, la apertura del año judicial, a pesar de que el CGPJ estaba fuera de mandato porque la derecha se negaba a renovarlo, sin con ello perdía su control. Esto solo es posible por la anacrónica estructura del Poder Judicial, anecdótica en Europa por su ligazón con la Casa Real; una situación cuasi medieval.
Hoy que vivimos tiempos de guerra que no sabemos dónde acabaremos, termino recordando la Constitución de 1931, aquella contra la que Franco y sus secuaces, con el apoyo del fascismo italiano y el nacismo alemán, atentaron derrocándola y provocando la muerte de más de 700.000 españoles y españolas.
Constitución de 1931 Artº 6: “España renuncia a la guerra como instrumento de política nacional.”










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