La muerte de Franco: cuatro meses de vértigo

En el verano de 1975 se estaban instruyendo y llevando a cabo consejos de guerra sumarísimos contra militantes antifranquistas (FRAP y ETA) acusados de terrorismo y rebelión militar, que culminaron en once condenas a muerte.

En aquellos días yo era un joven oficial del cuerpo de ingenieros de la Armada, con cinco hijos en edades comprendidas entre los seis años y un año, y mi esposa encinta de nuestro sexto hijo.

Los cuatro meses de vértigo que transcurrieron hasta la muerte de Franco los vivimos intensamente, pues nuestro compromiso democrático nos situaba de hecho en el ojo del huracán.

Me encontraba destinado en Madrid, en un centro cívico-militar de investigación y desarrollo tecnológico, perteneciente a la Marina -y de profesor en la ETSIAN- situados ambos centros en la calle de Arturo Soria, próximos al Pinar de Chamartín.

Cuando me disponía a iniciar mi permiso reglamentario, en el verano del 75, una noticia saltó a la prensa: nueve oficiales del ejército habían sido detenidos. Se trataba de nuestro comandante, Luis Otero -fundador junto a Juli Busquets de la clandestina Unión Militar Democrática (UMD)-, y de ocho compañeros más, entre los que se encontraban los capitanes Xosé Fortes y Fernando Reinlein. En la madrugada del 29 de julio fueron detenidos en sus domicilios.

Acusados de conspiración para la rebelión militar, fueron juzgados pocos meses después en consejos de guerra. Estos juicios militares se celebraron con serias irregularidades procesales y sin derecho efectivo a la defensa. La mayoría fueron condenados a largos años de prisión y expulsados del ejército.

En aquellos años el país se encontraba inmerso en una profunda crisis política, social e internacional. El dictador, enfermo y cada vez más incapacitado, seguía siendo formalmente el jefe del Estado, con el auxilio de Juan Carlos de Borbón, que lo había sustituido en sus funciones desde el 19 de julio hasta el 2 de septiembre de 1974, y, un año después, desde el 30 de octubre al 20 de noviembre de 1975.

El aparato de la dictadura, impuesta desde 1939, se mantenía activo en la represión criminal y en la defensa del Estado fascista. Franco, ya moribundo, firmó sus últimas penas de muerte.

El 27 de septiembre de 1975 fueron ejecutados cinco jóvenes antifranquistas: José Humberto Baena Alonso, Ramón García Sanz y José Luis Sánchez Bravo, miembros del FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota), yJuan Paredes Manot (“Txiki”) y Ángel Otaegui Etxeberria, militantes de ETA político-militar.

Los consejos de guerra, que condenaron a muerte a los once jóvenes resistentes, fueron celebrados con graves irregularidades procesales, sin garantías jurídicas ni derecho efectivo a la defensa. La presión popular forzó el indulto de seis de ellos, pero los otros cinco fueron asesinados. Fue uno de los hechos más trágicos y simbólicos del final de la dictadura.

Las condenas a muerte de estos jóvenes antifranquistas provocaron una ola de indignación nacional e internacional sin precedentes contra la dictadura. En Euskadi, que se encontraba en estado de excepción, se decretó una huelga general, que fue seguida mayoritariamente.

Numerosos gobiernos y organizaciones de derechos humanos condenaron las penas de muerte. En Europa se produjeron manifestaciones masivas: en París, Roma, Londres, Bruselas y Estocolmo, miles de personas salieron a las calles para protestar. Algunos países, como Suecia, Noruega y los Países Bajos, retiraron temporalmente a sus embajadores de Madrid. En Roma, manifestantes asaltaron la embajada española, y en varias capitales se realizaron actos simbólicos de duelo por las víctimas. En Lisboa la embajada española fue asaltada e incendiada. El Papa Pablo VI había pedido clemencia, al igual que numerosos líderes internacionales, pero el régimen desoyó todos los llamamientos.

El 1 de octubre de 1975 un Franco tembloroso daba su último discurso en la Plaza de Oriente de Madrid, flanqueado por Juan Carlos de Borbón y una muchedumbre enardecida que reclamaba mano dura.

El 13 de octubre de ese mismo año, José Ignacio Domínguez, capitán de aviación, piloto de reactores y dirigente de la UMD, que se encontraba en el extranjero y por ello logró esquivar las detenciones de la madrugada del 29 de julio, daba una memorable rueda de prensa en París. Dos años más tarde, a su regreso a España, era también juzgado en consejo de guerra, condenado y expulsado del ejército.

Ninguno de nuestros compañeros de la UMD, ya excarcelados, pudo beneficiarse entonces de la ley de Amnistía de 1977, mientras que, por el contrario, sí se amnistiaron delitos de sangre; en particular, cientos de miles de crímenes del franquismo, que aquella infame ley de “punto final” impidió que fuesen juzgados, quedando impunes.

En el interior de España, el clima era de represión y miedo, pero también de creciente movilización obrera, estudiantil y vecinal. Las huelgas y protestas se multiplicaban, y la oposición -clandestina pero activa- comenzaba a coordinarse en torno a la idea de una ruptura democrática. El propio régimen mostraba signos de descomposición, dividido entre los llamados “aperturistas”y los“inmovilistas”, que pretendían perpetuar la dictadura.

El 2 de noviembre Juan Carlos de Borbón, en viaje sorpresa, visitaba las tropas españolas en El Aaiún (Sahara), dirigiéndose a los militares: “España no dará un paso atrás, cumplirá todos sus compromisos, respetará el derecho de los saharauis a ser libres”“No dudéis que vuestro comandante en jefe estará aquí, con todos vosotros, en cuanto suene el primer disparo”.

El estatus jurídico del Sahara español en aquellas fechas era de provincia española (la número 53), sin representación política plena en las Cortes franquistas. Los saharauis tenían nacionalidad española reconocida, pero con limitaciones de derechos políticos y civiles.

El 6 de noviembre se inicia la invasión marroquí del Sahara español, conocida como la Marcha Verde. El entonces jefe de la dictadura en funciones cedió ilegalmente el Sahara español al Reino de Marruecos, en un intento desesperado por afianzar su acceso al trono y la reinstauración impostora de la monarquía borbónica, dejando abandonado a su suerte al pueblo saharaui. Documentos secretos de la CIA, ya desclasificados, prueban que aquellos hechos de Juan Carlos de Borbón podrían haber constituido presuntos delitos de alta traición. En aquellos funestos días, nuestro querido compañero, el capitán Bernardo Vidal, miembro de la UMD, ayudó a escapar a muchos dirigentes saharauis.

El estatus actual del antiguo Sahara español sigue siendo ambivalente, pues, diplomáticamente, hay un giro hacia la aceptación del plan de autonomía propuesto por el Reino de Marruecos como base de negociación; mientras que legalmente, desde la perspectiva de la ONU, sigue considerándose una cuestión de descolonización con derecho del pueblo saharaui a la autodeterminación.

El 20 de noviembre de 1975, Franco murió tras una larga agonía médica retransmitida por los medios oficiales. El presidente del gobierno Arias Navarro, con aspecto lúgubre y compungido, abrió un informativo especial de televisión española con las palabras: “¡Españoles, Franco ha muerto!.

Dos días después de la muerte de Franco, el 22 de noviembre, Juan Carlos de Borbón jura ante las Cortes franquistas lo principios del Estado fascista -basados en el totalitarismo, el nacionalismo extremo y el culto al lídersiendo proclamado Rey de España.

La muerte de Franco marcó el principio del fin de cuarenta años de dictadura y abrió el camino, lleno de incertidumbres, hacia la Transición democrática. Sin embargo, los fusilamientos de septiembre quedaron grabados en la memoria colectiva como el último acto oficial de la dictadura que ponía en evidencia la extrema brutalidad del franquismo y también como un recordatorio del alto precio que costó la libertad en España.

Este periodo, comprendido entre el verano y finales de diciembre de 1975, constituye por tanto un episodio esencial de la memoria democrática: el cierre violento de una dictadura genocida y el preludio de una nueva etapa política, nacida entre el dolor, la resistencia a la dictadura y la esperanza de unos pueblos que aspiraban a recuperar la libertad.

Aún quedaban por delante tres años de luchas populares y de sufrimiento. Finalmente, la Constitución fue consensuada entre los partidos políticos en 1978, y, pese a ser monárquica y contener artículos dictados manu militari –como el de la inviolabilidad del Rey- abría una nueva época en la Historia de España, aún sin cerrar.

Manuel Ruiz Robles

La falsa neutralidad de la Constitución española

Os dejo aquí algunas reflexiones, como continuación a mi reciente participación en una charla/coloquio en A Casa da Cultura de Redondela, organizada por el Colectivo Republicano de Redondela -que preside nuestro compañero el cabo Marco Santos-, el Ayuntamiento de la citada ciudad y A Nova Peneira.

La llamada Transición española, dirigida por Juan Carlos de Borbón, el sucesor del dictador y criminal Francisco Franco, estuvo condicionada por las presiones y amenazas del ejército franquista. Esta desventajosa correlación de fuerzas condujo a las principales fuerzas políticas en la clandestinidad a desistir de la confrontación con el aterrador poder del Estado dictatorial -constituido en Reino en julio de 1947- renunciando a la recuperación de la legalidad republicana y al inicio de un proceso constituyente en libertad.

Altos mandos del ejército de Franco, jerarcas de la dictadura, policías torturadores y jueces emboscados -que complementaban la acción represora de la justicia militar- entraron todos ellos a formar parte de la elite política, en simbiosis con el nuevo régimen juancarlista, incluidos exministros que habían firmado penas de muerte.

El “consenso” impuesto por el Rey afianzó al sucesor designado por Franco, dando paso a una democracia secuestrada.

El proceso de reforma de la dictadura era ineludible, debido al gigantesco empuje de la clase trabajadora y la inexorable internacionalización del capital. Sin embargo, estuvo dirigido y vigilado por el designado por el dictador en la Ley 62/1969, Juan Carlos de Borbón, mediante el poder que le otorgaba su control sobre el núcleo duro del aparato de Estado, que transitó intacto de la ley a la ley. Los mismos militares, los mismos jueces, los mismos policías.

De aquellos polvos estos lodos, con sus insoportables latrocinios, pues al morir Franco, la dictadura continuó existiendo. «El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos» (Antonio Gramsci)

La monarquía, la jefatura del Estado, la inviolabilidad de su persona y la nueva dinastía borbónica, que habría de sucederle, quedó totalmente blindada en la Constitución; como también el mando supremo de las fuerzas armadas, constituidas en garantes del ordenamiento constitucional; un disparate inadmisible en cualquier país de nuestro entorno europeo.

La monarquía quedó, pues, apuntalada a toque de corneta.

La Ley de Amnistía del 77, una ley preconstitucional de punto final, es decir de impunidad de los crímenes del franquismo, marcó la línea a seguir por el Parlamento español en lo referente a lo militar. Prueba ello es, que aquel Parlamento, pretendidamente “constituyente”, no solo mantuvo expulsados a los condenados en consejo de guerra por su pertenencia a la Unión Militar Democrática (UMD), autodisuelta en junio de 1977, sino que incluyó un párrafo infame en la falsa ley de amnistía.

Un párrafo redactado con la finalidad de procesar al entonces capitán de aviación José Ignacio Domínguez, a su regreso del exilio. De hecho, fue condenado en consejo de guerra a finales de diciembre de 1977, seis meses después de las primeras elecciones generales.

Los compañeros de la UMD represaliados fueron parcialmente rehabilitados una década después, pero no se les dejó solicitar destino o acceder a ningún curso de ascenso. De este modo la monarquía impidió que la actuación democrática de la UMD fuese emulada por los cuadros de mando del Ejército de Franco, quedando estanco y blindado ideológicamente frente al pueblo.

El origen fraudulento de la Constitución del 78, está indeleblemente ligado a las leyes de sucesión dictadas por un régimen criminal, (Ley de sucesión publicada en el BOE nº 208 y la Ley 62/1969 de 22 de julio) que dieron lugar a una monarquía, cuyo primer eslabón de la cadena sucesoria reinstaurada por Franco es el propio dictador.

Debido a ello, no solo no hubo un proceso democrático constituyente, sino que el propio proceso de reforma de la dictadura -con el fin de adecuarla formalmente a una democracia, aceptable por la Comunidad Económica Europea- se desarrolló bajo la tutela del poder del Estado franquista. Esa presión irresistible, junto al clima amenazante y de extrema violencia policial y militar, fue el entorno en el que nació el Régimen del 78.

De aquellos polvos, a los escándalos de Juan Carlos de Borbón, pagados con fondos reservados del Estado, no pasó mucho tiempo. Luego vinieron los fraudes a la Hacienda pública, y demás latrocinios, que precipitaron su abdicación.

Por si fuera poco, el diario ABC, tradicional portavoz de la monarquía, reproduce hace unos días las conversaciones publicadas en exclusiva por Okdiario, que revelan la podredumbre del Estado borbónico.

Tras escuchar estas conversaciones, ya no puede quedar la menor duda de que el Rey fue, como mínimo, conocedor del 23-F y que, asustado por las advertencias de su secretario Sabino Fernández, abortó el golpe militar que venía consintiendo.

elDiario.es publicaba hace unos días que “la Asamblea Republicana de Vigo ha denunciado al Rey emérito y a las Infantas por presuntos delitos fiscales y blanqueo. La acusación, dirigida a la Fiscalía General del Estado y a la Agencia Tributaria, considera que la creación de una fundación por parte del rey Juan Carlos, para asegurar la herencia de sus hijas, demuestra que el Borbón posee fondos en el extranjero y que los ocultó a la hacienda pública tras dos regularizaciones”.

La periodista Ana Pardo de Vera ha declarado recientemente: «Existen documentos que avalan que Felipe VI fue cómplice de su padre, incluso su luna de miel fue pagada con dinero que no pertenecía al salario que se le pasaba a Juan Carlos I…»

No es de extrañar, pues, que monárquicos juancarlistas, devenidos en felipistas, acaben convirtiéndose en leonoristas, y la cascada de latrocinios, delitos impunes y basura borbónica acabe desbordando la paciencia de las naciones sin Estado, que hartas de tanto expolio, se planten, proclamando sus Repúblicas.

Es exactamente lo que sucedió en Catalunya hace unos años, dando lugar a la violenta respuesta del Estado borbónico, que apaleó, procesó, condenó y encarceló a gente pacífica, cuyo pecado consistió en pretender depositar su voto en una urna.

Felipe de Borbón, con su intervención reaccionaria del 3 de octubre de 2017, y la aplicación del famoso Articulo 155 de la Constitución -que permite la implantación de una dictadura “constitucional”- ha puesto en evidencia su parcialidad y falsa neutralidad constitucional.

El apoyo incondicional de los países de la OTAN al gobierno colonial y sionista de Netanyahu, mientras éste sigue masacrando miles de niños y personas inocentes en Gaza, así como la implicación de España en la guerra de Ucrania, muestran la gravedad del momento, magistralmente analizado por nuestro compañero el “Teniente Segura” en su libro “La trampa ucraniana”. Una guerra imperialista por el control de las fuentes de energía. Complicidad criminal que alcanza al rey Felipe VI como Jefe del Estado y mando supremo de las Fuerzas Armadas, por muy inviolable que se considere.

Termino este breve relato destacando que se trata de una Constitución clasista de origen franquista, impuesta manu militari. Su bandera, la bandera de Franco y los Borbones, no representa de ninguna manera a los pueblos del Estado, sino lo peor de nuestra historia. Fue impuesta en 1843 como bandera del Estado español durante el reinado de Isabel II (1833-1904), reina Borbón derrocada por la Revolución Gloriosa de 1868, que dio paso al sexenio democrático. Los Borbones han sido y siguen siendo el principal obstáculo para la democracia, pese a su pretendida neutralidad.

Manuel Ruiz Robles
Ex miembro de la disuelta Unión Militar Democrática (UMD)

Acerca de la Unión Militar Democrática (tercera parte). El obstáculo monárquico

El 50 Aniversario de la UMD nos trae el recuerdo del fervor republicano de aquellos años, borrado de nuestra memoria militar por una jefatura del Estado y de las Fuerzas Armadas que sigue recayendo en una casta de reyes inviolables, impuesta por el dictador genocida Franco, impunes, aunque delincan.

El famoso lema de la Transición, “de la Ley a la Ley”, validó de este modo la legitimidad del golpe del 18 de julio de 1936, la guerra de exterminio que le siguió, apoyada por las potencias nazi-fascistas, y una criminal dictadura de casi cuarenta años, santificada por el Vaticano y el imperialismo de los USA.

Las raíces jurídicas del actual “Estado de Derecho” son, por tanto, las llamadas Leyes de Sucesión, decretadas por Franco. Tan es así que, en el hipotético caso de que el Parlamento, sede de la soberanía popular, anulase dichas leyes, caería de inmediato la monarquía, al quedar ésta desprovista de la burda legitimidad franquista que la sustenta.

De producirse tal hecho, que tendría una enorme dimensión histórica, el Parlamento recuperaría su plena soberanía tras un proceso constituyente. Un proceso auténticamente democrático, que no lo hubo debido al poder que detentaba, y detenta, la clase dominante y su “ultima ratio”: el Ejército de Franco.

La mayoría de militares que llegamos a formar parte de la UMD, en sus tres años de existencia clandestina -autodisuelta dos semanas después de las primeras elecciones generales del 15 de junio del 77-, teníamos una ideología progresista, inspirada en los valores inscritos en la Constitución de la II República española.

La mayoría de militares que llegamos a formar parte de la UMD, teníamos una ideología progresista, inspirada en los valores inscritos en la Constitución de la
II República española

Este hecho ha sido sistemáticamente ocultado por el régimen, beneficiándose torticeramente del temor popular a una involución franquista, acrecentado por el famoso autogolpe del 23-F de 1981.

Los tímidos intentos de propiciar reformas de fondo en las Fuerzas Armadas, impulsadas por el PSOE, junto a otros partidos republicanos, incluido el PCE y los partidos soberanistas, principalmente ERC, se han visto frenados o anulados por el propio sujeto a reformar: el ejército del 18 de julio, que transitó incólume de la dictadura a la democracia, pasando a ser el guardián armado de la constitución monárquica de 1978: Las Fuerzas Armadas… tienen como misión garantizar… el ordenamiento constitucional.

El Foro Milicia y Democracia (FMD) mantiene viva la memoria de la Unión Militar Democrática (UMD), referente incuestionable de los militares demócratas de nuestros días; que haberlos, haylos.

Sin embargo, pese a su importante labor democratizadora, no puedo dejar de señalar que su línea oficial, desde su fundación en 2002, difiere notablemente de las esperanzas de muchos de aquellos jóvenes capitanes que llegamos a militar en sus filas.

La represión interna ejecutada por la rancia justicia militar, no ha podido impedir que surjan en el seno del Ejército nuevos militares demócratas, como es el caso del ex Oficial del Ejército de Tierra Luis Gonzalo Segura, autor entre otras obras de “El libro negro del Ejército español” y “La trampa ucraniana”.

Algunos jóvenes militares se preguntan por el sentido de la vida y se hacen las mismas preguntas que nos hacíamos muchos capitanes de la UMD en aquellos años difíciles, pasando muchos de ellos a engrosar las filas de asociaciones progresistas.

Sus referentes actuales no son el “Comandante Franco”, en el Marruecos de los años 20, como siguen enseñando a los cadetes y guardiamarinas en las Academias militares de la monarquía, sino militares como el comandante Julio Busquets, fundador de la UMD, al que el Ayuntamiento de Barcelona ha sabido honrar dando su nombre a una plaza.

Sin embargo, falta en el callejero de Madrid, Comandante Luis Otero, fundador junto a Julio Busquets de la organización clandestina de capitanes contra Franco, en la que tuve el honor de militar.

Los sucesivos presidentes del FMD, desde su fundación, han sido y siguen siendo dignos representantes de aquella organización de jóvenes capitanes, que arriesgaron su vida y su futuro profesional en su lucha por la libertad. Tal es el caso del general Julio Rodríguez, en situación de retiro, ex Jefe del Estado Mayor de la Defensa (JEMAD), uno de los principales dirigentes del partido político PODEMOS, firmante del Llamamiento Europeo Contra la Guerra.

Entre los colectivos progresistas, surgidos desde el inicio de la crisis del régimen del 78, destaca -por su posicionamiento claramente republicano y antifranquista- el Colectivo Anemoi, fundado en febrero de 2013 por un grupo de militares entre los que se encuentra el actual presidente de la Asociación Memoria Militar Democrática (AMMD), capitán de navío Manuel Pardo de Donlebún, y yo mismo, junto a otros compañeros. Entre nosotros destacan por su valor y perseverancia el Teniente Segura, el Cabo Santos y la Artillera Cristina Valdearcos, vilmente calumniados y expulsados del Ejército por su actitud democrática.

En el colectivo Anemoi, fundado en 2013, participan un grupo de militares entre los que destacan, por su valor y perseverancia, el Teniente Segura, el Cabo Santos y la Artillera Cristina Valdearcos, vilmente calumniados y expulsados del Ejército por su actitud democrática.

Actualmente, el Cabo Santos ha recuperado su grado y se encuentra en situación de Reserva, al haber sido anulada por la Sala de lo Militar del Tribunal Supremo la injusta sanción que ocasionó su expulsión.

Coincidiendo este año con la celebración del 50 Aniversario de la Revolución de los Claveles, tuve el honor de ser invitado por el Presidente del Colectivo Republicano de Redondela, Marco Antonio Santos Soto (conocido como el Cabo Santos), a participar el pasado 9 de mayo en un acto en el Auditorio de la Xunqueira. Se trató del homenaje al coronel portugués Manuel Duran Clemente, destacado miembro del Movimento das Forças Armadas (MFA).

El entonces capitán Duran, fue, junto al comandante Otelo Saraiva de Carvalho, uno de los principales protagonistas del golpe militar incruento que acabo con la dictadura en Portugal, un histórico 25 de Abril de 1974.

Tras unas breves y emotivas palabras de Marco Antonio Santos, compartí mesa con el coronel Duran Clemente y la periodista gallega Susi Queimaliños,moderadora del debate.

El compañero portugués tuvo a bien dedicarme un ejemplar de su reciente libro Crónicas de um insubmisso, que guardo también cuidadosamente junto a un ejemplar de El militar de carrera en España, del comandante Julio Busquets (1932-2001), fundador de la UMD y diputado por el PSC-PSOE durante cinco legislaturas.

Finalizado este importante acto de homenaje, organizado por el Concello y el Colectivo Republicano de Redondela, entonamos el “Grândola, Vila Morena” y fuimos invitados a una concurrida cena en homenaje al histórico coronel portugués Duran Clemente, en un conocido bar de la ciudad.

Asistieron numerosas personalidades civiles y militares, miembros del Colectivo Republicano de Redondela, incluido un Juez demócrata que fue nuestro anfitrión, junto al compañero Marco Antonio Santos.

Por último, deseo mencionar a la Asociación Civil Milicia y Democracia (ACMYR), que preside la periodista Enriqueta de la Cruz, una de cuyas importantes finalidades estatutarias es:

Contribuir a la construcción de una República plenamente democrática, justa, libre, igual y solidaria, abierta a las transformaciones sociales”

Termino esta breve crónica deseando fervientemente que todos los demócratas, todos los progresistas, aunemos fuerzas, contribuyendo a frenar la gigantesca ola reaccionaria que pretende liquidar los escasos derechos sociales arrancados a la dictadura. Derechos sociales, y libertades democráticas, hoy amenazados por las pútridas raíces franquistas que nutren la arcaica monarquía que nos roba y oprime.

Aunemos fuerzas, contribuyendo a frenar la gigantesca ola reaccionaria que pretende liquidar los escasos derechos sociales arrancados a la dictadura.

Manuel Ruiz Robles
Capitán de Navío de la Armada (retirado),
miembro de la UMD, del Colectivo Anemoi y de la AMMD.

A cerca de la Unión Militar Democrática (UMD).Segunda parte: Memorias de una disidencia

La primera parte de este artículo fue publicada en TS-152 (pág. 23)

Lafundaciónde la UMD, así como su posterior desarrollo, adquierensu sentido pleno si se tienen en cuentalos cambios sociales anteriormente acontecidos en España, en particular desde el comienzo de los años 60 del siglo pasado.

                Nose entiende, sin embargo,suapresurada disolución en junio de 1977, tras las primeras elecciones democráticas, en un momento en que la agitación militar ultraderechista era especialmente grave.

                Es ineludible, por tanto, considerar también el periodo de activismo desplegado por antiguos miembros de la UMD, tras su autodisolución,oponiéndose activamente algolpismo militar-franquista, hasta su presunta extinción en 1985.

                Esta segunda parte, memorias de una disidencia, está escrita con la intención de aportar algunos recuerdos concretos, muy personales, que puedan ser de utilidad para la comprensión de aquel convulso periodo histórico. Pues, a fin de cuentas, la vida militar toma su sentido verdadero cuando se está dispuesto a arriesgarse y dar la vida por el pueblo.

Activismo en la UMD

                Desde el otoño de 1975 llevé a cabo tareasinformativas y de captación,misión casi imposible dado el enorme temor que inspiraba la represión militarfranquista.

                La detención y encarcelamiento del comandante Luis Otero, junto a los capitanes Fernando Reinlein, Xosé Fortes y seis compañeros más,frenaron en seco las afiliaciones.

                El comandante Julio Busquets, sociólogo y fundador de la UMD, diputado del PSC-PSOE en las primeras elecciones democráticas de 15 de junio de 1977, me dedicó un ejemplar de su libro “El militar de carrera en España”, con una dedicatoriaque lo resume todo: “Al capitán Manuel Ruiz Robles, compañero de armas e ideas, que demostró su actitud democrática, en los años difíciles. Con todo afecto de Julio Busquets”.

                En septiembre de 1976 fui enviado por la Armada a cursar estudios de doctorado en física de la energía en la Universidad de París, durante el curso 1976/1977, efectuando frecuentes a viajes a Madrid, que me mantuvieron en contacto con la organización.

                Los compañeros que habían sido detenidos en julio de 1975, juzgados en consejo de guerra, condenados, encarcelados y expulsados del ejercito por su pertenencia a la UMD, fueron excarcelados tras la primera Ley de Amnistía de julio de 1976,junto a la mayoría de presos políticos, decretada por el rey Juan Carlos. No fue una concesión desinteresada, sino forzada por la potente movilización social. Pese a todo,siguió manteniendo expulsados del Ejército a los compañeros de la UMD.

                Celebradas las primeras elecciones democráticas, el 15 de junio de 1977, la UMD se autodisolvió dos semanas después.

                La Ley de Amnistía de 1977, aprobada por el Parlamento, volvió a dejar expulsados del ejército a nuestros compañeros. Por si fuera poco, el capitán de aviación José Ignacio Domínguez, piloto de reactores y portavoz de la UMD en el exilio, fue procesado tras su regreso a España, y condenado en consejo de guerra celebrado en diciembre de 1977,aplicándosele torticeramente la “Ley de Amnistía”,que confirmó su expulsión.

                Diez años después, en 1986, se enmendó en parte esa grave injusticia, con el claro propósito de blanquear un régimen impuesto por el rey Juan Carlos, pues tampoco se les dejó incorporarse al servicio activo.

La disidencia

                Inmediatamente después de la autodisolución, algunos miembros de la UMD continuamos activos durante varios años, en oposición a los movimientos militares franquistas, que se habían intensificado tras la legalización del PCE y las primeras elecciones democráticas.

                El valeroso capitánde la UMD,Fernando Reinlein, tras su excarcelación, consiguió un empleo de periodista en Diario16 y nos facilitó, a los pocos que nos decidimos a escribir, el acceso a su famosa columna sobre temas militares,publicando rápidamente los textos que escribíamos.

                En el artículo titulado “Señores diputados”, critiqué duramente la Ley de Amnistía de 1977. Denuncié la exclusión de los compañeros condenados en consejo de guerra por pertenecer a la UMD, afirmando que habían sido olvidados. Afirmé, además, que la Ley de Amnistía establecía desequilibrios fundamentales en los cimientos de esta democracia.

                Por ello fui arrestado en 1979, interrogado con malos modos en un juzgado militar y estampada una nota desfavorable en mi hoja de hechos. El capitánJosé Altozano, excelente abogado, que fue defensor del capitán Xosé Fortes en el Consejo de Guerra contra la UMD, redactó varios recursos contra mi sanción, pero todos fueron desestimados. Sin el apoyo moral de Rosa, mi compañera,probablementeme hubiesendestruido; éramos muy jóvenes yya habían nacido nuestros seis hijos.

                Fue una ley de “punto final”que sigue, aún hoy en día, obstruyendo la acción de la justicia internacional contra los crímenes del franquismo.

                En aquellos convulsos días de 1980, con el fin de analizar la grave situación militar en España, me reuní clandestinamente en Lisboa con el antiguo jefe del Comando Operacional del Continente (COPCON), el estratega de la Revolución de los Claveles, Otelo Saraiva de Carvalho.

                Poco después, en el otoño de 1980,ocurrió un extraño incidente presuntamente urdido por las “cloacas militares”. El Comandante-Director de mi destino (CIDA)me ordenó realizar un ensayo en polígono de tiro de un artefacto temporizado que, posteriormente, ya en laboratorio,descubrí que había sido manipulado malintencionadamente. Un comandante de Infantería de Marina, perteneciente a los servicios especiales, vino a mi despacho para darme instrucciones al respecto. Mis sospechas, dada la grave situación militar, hizo que tomaseciertas precauciones.

                Durante las pruebas se produjo ladetonación prematura del cebo eléctrico. De no haber tenido la precaución de retirar la carga explosiva, nos hubiese matado a mí y al capitán de Infantería de Marina Alfonso Hidalgo Landaburu, amigo y vecino mío en las viviendas de la Armada en Madrid, que había sido delegado por el Estado Mayor para inspeccionar las pruebas. Mis superiores se negaron a abrir una investigación, con el pretexto de que era un asunto clasificado como secreto.

                Semanas después, el jefe de unabanda terrorista con tricornio, al mando de un tropel de guardias civiles, asaltaba el Parlamento. Era el detonante del autogolpe del 23-F de 1981, un episodio franquista que, si los documentos clasificados y aún secretos se desclasifican, algún día sobremos si fue instigado, como mínimo consentido, por el rey Juan Carlos Borbón, sucesor del dictador por las leyes de sucesión de 27 de julio de 1947 y de 23 de julio de 1969, huido a Abu Dabi por ladrón desde 2020.

                Al día siguiente del golpe, por la tarde-noche, el comandante Luis Otero, fundador de la UMD junto a Julio Busquets, nos reunió a algunos compañeros en su domicilio en Madrid, a fin de analizar la situación militar e informar a los partidos políticos democráticos. Se concluyó que poco o nada se podía hacer.

                Muchos años después, el citado comandante de Infantería de Marina, antiguo miembro del SECED, relacionado con el turbio asunto del artefacto temporizado, fue reconocido y denunciado por un argentino, antiguo detenido en la ESMA, un centro de tortura y exterminio de la Armada argentina. Ante el escándalo internacional, fue llamado a declarar por el Juez Garzón de la Audiencia Nacional en 1997, pero sorprendentemente tampoco se investigó, y todo quedó en el más absoluto olvido.

Manuel Ruiz Robles, es capitán de navío de la Armada (retirado), antiguo miembro de la Unión Militar Democrática (UMD).

Acerca de la Unión Militar Democrática (UMD) Parte I

Golpe militar, guerra y dictadura

El fallido golpe militar fascista del 18 de julio de 1936, contra el gobierno constitucional de la II República española, derivó en una guerra de exterminio.Sus horrores quedaron reflejados en uno de los mayores crímenes cometidos durante la contienda contra población civil. El bombardeo de miles de familias, con niños y ancianos, que huían de la barbarie franquista por la carretera costera Málaga-Almería, mató a cerca de cinco mil personas.

La criminal “hazaña” fue perpetrada por buques de la marina de Franco, siendo Juan Cervera Valderrama y los hermanos Salvador y Francisco Moreno Fernández, responsables de la masacre(“huían como ratas”). Crimen de magnitud equivalente albombardeo de Guernika por parte de la aviación alemana de Adolf Hitler, genialmente denunciado por el pintor malagueño Pablo Ruiz Picasso, con motivo de la Exposición Internacional de París de 1937.

Los marinos franquistas,directamente responsables de tales crímenes de lesa humanidad, siguensiendo exaltadosen el Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando; es decir, en un recinto militar bajo la autoridad de la actual ministra de defensa Margarita Robles, incumpliendoflagrantemente la Ley de Memoria Democrática. Por ello, la Asociación de Memoria Militar Democrática(AMMD), ha recogido recientemente más de mil firmas, pidiendoal Gobierno su exhumación.

A finales de marzo de 1939 la contienda llegaba a su final con el último parte de guerra firmado por Franco: “En el día de hoy, cautivoy desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares.”

Unos meses después se desencadenaba la segunda Guerra Mundial.

El ejército nazi-alemán, que había apoyado militarmente a Franco en la Guerra de España, iniciaba la invasión de Polonia el 1 de septiembre de 1939, provocando el estallido de la gigantesca conflagración.

Terminada la Guerra Civil,mientras la “Wehrmacht” asolaba los campos y ciudades de Europa, el franquismo continuósu persecución sistemática contra la población no adicta a la dictadura, llenando de cadáveres las cunetas y fosas comunes. La ola de terror fascistadejó en España un saldo de más de ciento treinta mil desaparecidos forzosos, crímenes de lesa humanidad que no prescriben.

Se inicia la protesta

La campiña volvió a florecer en los años 60 del siglo pasado,tapizándose de rojas amapolas. Después,ya en la primavera del 74, fue la Revolución portuguesa y sus famosos claveles. Acto seguido, un grupo de jóvenes oficiales del Ejército de Tierra, reunidos en Barcelona a finales de agosto, fundaba la Unión Militar Democrática (UMD).

Tres meses después, el almirante Carrero Blanco, presidente del gobierno de la dictadura, moría en atentado. Los autores materiales, un comando deEuskadi Ta Askatasuna(ETA). Los autores intelectuales,y facilitadores del atentado,el Gobierno de los USA; es decir, los mismos que habían sustentado al régimen de Franco desde la otra orilla del Atlántico. Su negativa a la integración de España en la OTAN le costó la vida, al igual que años después le costó el cargo a Adolfo Suarez el 23-F del 81,presidente del Gobierno de una democracia amañada.

El luchador antifascista Salvador Puig Antich, anarquista del Movimiento Ibérico de Liberación(MIL), era juzgado en consejo de guerra y condenado a muerte, siendo asesinado mediante garrote vil en la madrugada del 2 de marzo de 1974.

Estando Franco seriamente enfermo, fueron juzgados en consejo de guerra y fusilados en la madrugada del 27 de septiembre de 1975 los militantes del FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota), Xosé Humberto Baena, José Luis Sánchez-Bravo y Ramón García, y los militantes de ETA Jon Paredes, Txiki, y Ángel Otaegui.

Las penas de muerte fueron firmadas por Franco, escasos meses antes de su larga agonía. Gigantescas olas de protestas nacionales e internacionales, incluida la intercesión del Papa, no consiguieron parar la mano asesina del dictador.

El “generalísimo” Franco –“Caudillo de España por la Gracias de Dios”, según consta en las monedas de la época- murió con 82 años el 20 de noviembre de 1975, habiendo dejado todo “atado y bien atado” mediante su reinstauración monárquica en la persona de Juan Carlos Borbón y Borbón, perpetuando la vieja alianza entre el trono y el altar.

Manuel Ruiz Robles es capitán de navío en la reserva
y antiguo miembro de la disuelta UMD, cofundador del colectivo “Anemoi”.