
Hoy hace un año de la barrancada de València, la conocida como Dana. En el ámbito social nos encontramos en el momento, o más bien en uno de los momentos más álgidos de indignación social, la manifestación del 25 de octubre fue la segunda más multitudinaria, y eso que no hemos faltado puntualmente a la cita cada mes.
Actualmente, Mazón está en un momento crítico, cambiado de versión, con la jueza requiriendo nuevas pruebas, y con su propia prensa afín publicando encuestas desfavorables a su continuidad, está más acorralado que nunca. Esto no quiere decir que vaya a dimitir, ojalá me equivoque. Lo que es innegable es que en estos momentos el descontento social es cada vez más amplio. Me siento orgullosa de pertenecer a un pueblo valiente, que le dice a la cara a sus gobernantes lo indignos que son. La calidad de una democracia se mide en parte por la libertad de expresión y las exigencias de cumplimiento de sus obligaciones a los cargos políticos.
La sociedad valenciana está cumpliendo con sus deberes democráticos, y la justicia a través de la jueza de Catarroja está instruyendo un expediente impecable, a la vez que se defiende de los ataques políticos, es bastante paradójico. Las y los valencianos confiamos en que se llegue hasta el final. El pueblo valenciano necesitamos, al igual que cualquier víctima de un acto delictivo, que los culpables paguen para poder continuar con el duelo y llorar en paz a nuestros muertos. Dignidad es lo que caracteriza a las asociaciones de víctimas que no quieren reuniones, si no exigir responsabilidades, que deben ser ejemplares.

Como dirigente sindical, quiero hablar de la clase trabajadora, y las secuelas, sobre todo psicológicas, que siguen padeciendo aquellas personas que han sido víctimas y que además prestaron ayuda como empleados públicos. Empatía, conciencia social y voluntad de ayudar son las palabras con las que se les puede definir. Un año después, hay personas que no han podido reincorporarse todavía a su puesto de trabajo, y otras que sufren ansiedad ante cada alerta meteorológica. Mención especialmente negativa para la mayoría de las empresas y administraciones, que aún no tienen claro como actuar ante fenómenos meteorológicos adversos, y siguen poniendo en peligro la integridad de las personas trabajadoras.
Finalmente, hay que recordar que una mala gestión política mata, ahora son 230 personas muertas por la barrancada y antes fueron 43 en el accidente del metro. Lo que está claro es que las políticas que priman el beneficio económico por encima de los derechos sociales, matan. El aviso de hace un año no se dio en València para no perjudicar al turismo y los muertos del metro sufrieron los recortes en los servicios públicos.
Todos y todas las valencianas esperamos que el LLADRE DE SOBRETAULA pague por su nefasta y criminal gestión.
#MAZÓNDIMISSIO #MAZÓNAPRESSÓ.

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