
Aunque no guste el triunfo arrollador de Donald Trump, que le devuelve a la Casablanca de la que salió a regañadientes con un amago de golpe de Estado, su victoria no se puede despachar con un análisis de brocha gorda, porque confirma el asentamiento del giro a la derecha radical en las sociedades occidentales que se viene produciendo desde principios de siglo, cuyo punto de arranque fue el ataque terrorista a las Torres Gemelas en 2001. Desde ese momento la sociedad estadounidense se dio cuenta, por primera vez, de su vulnerabilidad resumida en el titulo con el que la Fox, el canal de la derecha tradicional, comunicó la noticia que instaló el terror en salón de los norteamericanos: Attack on America.
Titular que les abrió los ojos a una realidad desconocida, al ver en imágenes que la seguridad en la que se sentían instalados como la nación más poderosa del mundo se derrumbaba, alumbrando una expectativa negra y de desconfianza sobre el futuro: eran vulnerables como cualquier otro país. Y ya sabemos que cuando el miedo se desata, el inconsciente tiende a buscar la seguridad que encuentra en el pasado que, de ese modo, se idealiza por encima de cualquier otra consideración contextual. Sentimiento que Trump, ha sabido captar y resumir en un lema sencillo, pero que lo dice todo: Make America great again. Eslogan que de manera latente lanza el mensaje de que la solución está en el pasado y no en un presente y futuro inestable, por la ruptura de los principios morales que forjaron la grandeza de los USA: Dios, familia y capitalismo libre.
Un pasado donde los usos y costumbres estaban claros, definidos y regidos por unos valores que—a juicio de los populistas y filo fascistas— los progresistas e intelectuales han destruido, al otorgar reconocimiento legal a nuevas realidades sociales que contravienen los hábitos anclados en la tradición: derecho al aborto, empoderamiento femenino, legalización del matrimonio gay, extensión de derechos a las clases más desfavorecidas como el Obamacare — seguro médico asequible para millones de estadounidenses sin cobertura médica—, o las limitaciones al consumo sin límite de recursos que supone el reconocimiento del cambio climático, base del American wy of life.
Cambios que delinean un nuevo orden social que destruye tradiciones y pone trabas al libre comercio y los beneficios por la explotación de recursos naturales sin fin. Principios sacrosantos inoculados en la mente de los norteamericanos desde niños, que abominan de un Estado social que ayude y ampare a los más necesitados, por ir en contra del cuarto principio: búscate la vida porque esta es la tierra de las oportunidades y si tienes talento triunfarás. Y si no lo tienes: <<te jodes y te aguantas>>.
Pero hay algo más profundo que la mera economía para justificar el giro conservador por el descenso del poder adquisitivo de los norteamericanos, por la elevada inflación que han padecido en la última década que ha orientado el voto hacia los republicanos, huyendo de las políticas que atribuyen la reducción de su capacidad de compra a la administración Biden, justo cuando la inflación está ya controlada y la Reserva Federal baja los tipos de interés
Ese algo más, es la revolución tecno científica que, en menos de década y media, ha dado la vuelta al modelo de circulación de la información, ahora global y compartida por todos los ciudadanos que ya no son sujetos pasivos, sino activos en la difusión de contenidos con mayor o menor apoyo en hechos reales y verificables, que da lugar a la propagación de bulos masivos, diarios y sin límite. Tergiversaciones interesadas de la realidad objetiva que generan una confusión profunda en la mente de las personas, a la hora de reconocer y distinguir que es verdad y qué no lo es. Polución mediática, que es el caldo de cultivo para la aparición de salva patrias, auto convertidos en defensores de los valores tradicionales que asimilan con el ser esencial del pueblo norteamericano — o español, inglés, alemán, francés, etc.—, que repudian todo lo que, a su juicio, pervierte los valores patrios esenciales.
Cambio tecno científico que nos introduce en un proceso civilizatorio que los subvierte, porque afectan a la consideración conceptual del ser humano cuyo papel como eje del desarrollo social se ve comprometido, sustituido, por unos seres que van más allá del mero robot, los llamados humaniodes o ciborg. Máquinas creadas por los humanos como una representación de sí mismo, inmersas en una dinámica, por ahora imparable, en el que la tecno ciencia las va añadiendo nuevas capacidades que superan las del homo sapiens, no solo en cuanto al almacenamiento y tratamiento de datos e información —la IA es el mejor ejemplo—; sino en cuanto a la capacidad imitativa para aprender de sus propios errores y adquirir capacidades emocionales y sensoriales cada vez más parecidas a las humanas.
Avances que configuran un nuevo orden social que está más cerca de lo que pudiéramos pensar, que asusta a gran parte de la ciudadanía porque afecta a su propia identidad y sentido como ser humano, al borrar la barrera que existía entre el hombre y la máquina. Proceso que arrancó en el siglo XVIII con la mecanización del mundo cuando las máquinas comenzaron a estar cada vez más presentes en la vida cotidiana avizorando, en aquel momento, un futuro esperanzador expresado en la idea de progreso, cuya conceptualización se ha ido convirtiendo en desesperanza y miedo, conforme la mecanización fue revelando su impacto convirtiendo al hombre en suministrador de la máquina y no al revés. El mejor ejemplo de ello es la película de Charles Chaplin, <<Tiempos modernos>>.
La combinación de estos fenómenos que viajan a velocidad luz generando empresas transnacionales que gobiernan la economía global, el cambio de modelo comunicativo y el avance sin fin tecno científico, choca con la velocidad a la que funciona la mente humana que requiere de más tiempo, tiempo humano, para asimilar estos cambios tan profundos, que quiebran la base de su propio sentido existencial. Cambios que unidos a los problemas económicos generados por las sucesivas crisis habidas desde 2008, el cambio climático y las restricciones que impone al consumo desbocado de bienes y recursos naturales, generan un conglomerado inmanejable para las personas.
Disfunción que es el caldo de cultivo donde fermenta el miedo al futuro y la sensación de estar en un presente inestable, que conduce a mirar al pasado, que despierta el imaginario emocional de que en él está la seguridad y tranquilidad de siempre. Surgen así los gurús del desastre que mediante la estigmatización del otro que nos come el pan, los emigrantes, la mentira y los bulos que perversamente asimilan las disfunciones al fracaso del sistema democrático: que ni funciona ni sirve para atender las necesidades de las personas. Democracia que debe ser sustituida por un gobierno fuerte, una dictadura o una oligarquía de ricos, como la que está configurando Trump, como paradigma de gobernanza exportable a los países occidentales. Mensaje maligno y perverso sustentado en la pérdida de derechos ciudadanos, laborales, de libre circulación y movimiento de las personas, y en la censura de la libertad de pensamiento e información libre, que hay que combatir siempre.
Vicente Mateos Sainz de Medrano.
Periodista, profesor universitario y
Doctor en Teoría de la Comunicación de Masas
