
Homenaje a las víctimas del franquismo.



El 20 de noviembre de 1975 fallecía oficialmente el asesino de masas que lideró un golpe de Estado militar, provocó una guerra civil -del 18 de julio de 1936 al 1 de abril de 1939-. Una guerra que dejó más de 700.000 víctimas; según las estimaciones de Enrique Moradiellos. Y más de medio millón de exiliados, víctimas también de aquella guerra desencadenada por el golpe militar.
Cinco décadas de la muerte de un asesino que, tras la guerra, en el periodo 1939 – 1946, provocó que otras 200.000 personas perdieran la vida entre ejecuciones datadas y “desaparecidos”, cuyos restos van apareciendo en las fosas comunes; la primera exhumación fue en octubre del año 2000, en Priaranza del Bierzo (León). Muchas víctimas de la crueldad del franquismo no cuentan en las cifras de represaliados, como el caso de Miguel Hernández, murieron por causas atribuibles a la enfermedad; para no decir que murieron en abandono en las cárceles franquistas, fue el final del poeta alicantino, en marzo de 1942.
El desprecio que Franco tenía por la vida de las personas es comparable con el desprecio por la cultura y la educación, expresado por su amigo y compañero de armas Millán Astray, que gritó en el paraninfo salmantino: “¡Viva la muerte!” y “¡Muerte a los intelectuales!”. El modelo educativo del régimen constitucional de la II República fue abolido a partir de 1939, para sustituirlo por el dogmatismo católico y la depuración de los libros de texto, con el objetivo de someterlos a las consignas del movimiento nacional. Décadas oscuras en las que la Iglesia cimentó su actual predominio en el negocio de la educación concertada.
Económicamente, España sufrió las consecuencias de la mediocridad de los dirigentes fieles al dictador, creando una autarquía que se tradujo en miseria y precarias condiciones de vida para la mayoría social, y en una corrupción sin paragón para el resto. Una mayoría social atemorizada y reprimida, sometida a persecución y tortura ante cualquier atisbo de rebeldía, o que simplemente se saliera de las normas, muchas veces absurdas, dictadas por las instituciones de la dictadura.
Aquel mismo 20 de noviembre de 1975, Juan Carlos de Borbón fue nombrado Capitán General de los tres Ejércitos, a tenor de lo dispuesto en el Decreto-Ley 16/1975 de 20 de noviembre, dos días antes de recibir La Corona. Juan Carlos de Borbón juró fidelidad a los principios del Movimiento Nacional el 23 de julio de 1969, al ser designado sucesor de Franco, juramento que revalidó 48 horas después del “Franco ha muerto”, cuando fue proclamado Rey de España. Sin pedir la opinión de los y las españolas se dio continuidad a la vinculación entre la jefatura del Estado y la jefatura del Ejército, doblete que los golpistas otorgaron a Franco en otoño de 1936, a los pocos meses del golpe de Estado y con la Constitución de 1931 aun en vigor.
En el reciente libro que el vecino de Abu Dabi ha puesto en el mercado, bajo el indecente título “Reconciliación”, admite su “admiración por Francisco Franco, a quien respetaba por su inteligencia y sentido político”. Es de agradecer la sinceridad, pues los hechos constatables y la confesión del padre de Felipe VI, viene a dar la razón a quienes mantenemos que la Monarquía es una herencia del franquismo.
Como bien dice el historiador Julián Casanova: “La corrupción en el franquismo fue persistente…”. Vemos cada día que la “cultura” franquista persiste hasta nuestros días, de la mano de altas instituciones que nunca renegaron de la fidelidad a los principios del Movimiento Nacional. Todavía -de aquellos polvos estos lodos- sufrimos un poder judicial que garantiza la impunidad y la arbitrariedad a los herederos de la dictadura.
Celebramos el 50 aniversario de la muerte de un dictador, pero la Cruz continuará en el Valle de Cuelgamuros, según lo que conocemos de la resignificación de este patético símbolo del franquismo.
Hemos conseguido imponer la libertad, ya no se tortura, hemos avanzado, pero queda mucho por avanzar, pues el franquismo pervive en el régimen monárquico heredado. Bienvenida por tanto la efeméride de la muerte de Franco, para recordar que un potente movimiento de masas conquistó libertades y derechos, siendo conscientes de que una buena parte de las instituciones franquistas continúan vivas y son una amenaza permanente. Defender hoy las libertades exige responder a las reivindicaciones de vivienda, combatir la pérdida de capacidad de compra de salarios y pensiones, defender la sanidad y la educación PÚBLICAS; amenazadas por estas instituciones. Avanzar en democracia es romper definitivamente con el franquismo y su presencia en las instituciones.
A partir del primero de enero se abre un año que a buen seguro se verá atravesado por cientos de actos al cumplirse el 20 de noviembre próximo el cincuenta aniversario de la muerte del dictador Francisco Franco. Con el título “España en libertad” –la libertad de vivir, la libertad de ser libres, la recuperación de ese término tan manoseado y adulterado por la derecha– así lo ha anunciado el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, con el fin de valorar la transformación de nuestro país en este medio siglo, a la vez que para homenajear a las personas y colectivos que lo han hecho posible. Conociendo el percal de la derecha patria, embebida sin remedio en esa “España Una, Grande y Libre” –que nunca fue una, ni grande y mucho menos libre durante los otros casi cinco decenios de muerte, exilio, represiones y miedos impuestos por el régimen fascista– emblema del criminal dictador, podemos imaginar la escandalera permanente de tanto vocero intransigente y falaz que inundará el día a día de los trescientos sesenta y cinco del 2025. Más si las actividades culturales y otros eventos se desarrollarán en universidades y escuelas, destinos necesarios y en gran medida tan alejados quizás por desidia política –inexplicable en determinados mandatos de gobiernos socialistas– de la enseñanza de nuestra historia reciente a adolescentes y jóvenes a lo largo del tiempo democrático abierto a la muerte del dictador.
Uno de los primeros disparates, si no el primero, que ya se ha lanzado advirtiendo al respetable de las barbaridades que aguardan es el aplicado por Isabel Díaz Ayuso –en realidad no se debe el desbarro a su menguado saber sino a la mano que la mece–, que aquí queda como reseña: “Para que no haya dudas: Pedro Sánchez ha enloquecido. Como su gobierno está en sus últimas horas, ha decidido quemar las calles y provocar violencia con grupos muy minoritarios, que últimamente salen justo cuando él lo pasa mal. La Comunidad de Madrid, garante de la Transición, la libertad y la Constitución, no se sumará a un solo de estos eventos e iniciativas promovidas por Sánchez. Madrid, con la democracia y contra el guerracivilismo.” Tal cual.
Tomando lo dicho por la presidenta de la Comunidad de Madrid, materia hecha carne de lo que ideológicamente representa el Partido Popular en todo lo ancho de España, ahora surge la segunda parte de lo que se puede abrir a primeros de año, que no concluye con el final de los protocolos de la efeméride citada y que de forma directa sí afectará a las voces provenientes del Partido Socialista de Madrid o PSM-PSOE, obligados a dar respuestas adecuadas a la insolencia e infamias de la derecha ultra madrileña en el presente y con vistas a las elecciones autonómicas y municipales de 2027. Acontecimientos ya suficientemente conocidos han devuelto al Partido Socialista de Madrid a donde solía, es decir, a la larga marcha por el desierto desde hace ya la friolera de casi treinta y seis años. Hechos siempre surgidos desde oscuros rincones de la política sitúan a los socialistas madrileños peor que en el último punto de partida, aquel en el que a través de unas elecciones primarias hoy quiméricas Juan Lobato fuera elegido para que pudiera acceder con derecho a la obtención de la confianza de los ciudadanos al cabo del tiempo que hubiera sido necesario en la oposición –llevaba tres años, una eternidad para algunos y un chiste para tantos que ven al PSOE en los gobiernos de Madrid como un apunte en una enciclopedia–. No fue posible, y él, Juan Lobato, tuvo su parte de responsabilidad al acelerar con una decisión torpe e irrespetuosa con los debidos procedimientos lo que ya era un canto general: la llegada de otra estrella que hiciera olvidar sus buenas maneras en la Cámara y fuera de ella. Ahora se ignora quién responderá con el reclamado ardor a Díaz Ayuso. Lo cierto es que la nueva estrella tiene luz, pero carece de voz donde debe expresarse en la defensa de los intereses madrileños: la Asamblea de Madrid. Por tanto, los truenos que hayan de sonar se oirán lejos de Vallecas.

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