Publicidad aturdidora

La publicidad está adherida de tal manera a nuestras neuronas que resulta imposible desprendernos de ella, estés donde estés, hagas lo que hagas, mires donde mires. Es una sombra artificial pegada a nuestras suelas que, en determinados momentos, se convierte en un asedio insoportable para la mente por lo reiterativo de su mensaje que se introduce durante un tiempo en nuestra vida cotidiana, aunque lo que se publicite nos importe un bledo o esté muy alejado de nuestras posibilidades económicas. Y, también de la ideología que rezuman algunos de sus mensajes que solo son la extensión de una estrategia política que se publicita como si fuera un producto que se puede comprar con un chasquido de los dedos.

La publicidad es ante todo un negocio, para el anunciante que espera vender más y mejor su producto y, sobre todo, para los medios de comunicación cuyas cuentas y supervivencia se sustenta en los ingresos publicitarios que percibe, en especial, con las campañas que periódicamente ponen en marcha las grandes marcas. Relación de dependencia que muchos analistas de los medios de comunicación consideran un condicionante de su independencia informativa. Todos sabemos que hay determinadas marcas muy conocidas de las que nunca se informa sobre sus problemas y dificultades internas, por la ingente cantidad de dinero que invierten en los medios. Por eso nunca encontraremos una información, crítica o no, sobre las interioridades de gestión del El Corte Inglés, MAPFRE, Mutua Automovilística, y otras muchas que están en la memoria de todos.

Asedio que creció sin límite con internet por la facilidad de la compra a distancia y la difusión masiva de videos publicitarios, hasta el punto de convertir la publicidad en un fenómeno insertado en nuestras vidas como un elemento más de nuestro existir en el que ya ni reparamos en cuanto a su influencia en la mente. Influencia que condiciona nuestro comportamiento desde lo más básico que es estimular el deseo de compra, a lo más oculto en lo que solemos pensar: la acentuación de la estratificación clasista de la sociedad a través del valor de los objetos que se publicitan que definen el nivel de vida y de clase de su poseedor.

Publicidad que ya no se centra en las características funcionales del objeto en cuanto a los beneficios que ofrece para facilitar tareas cotidianas de todo tipo, sino que se nos presentan asociados a anhelos humanos. De ahí la expansión de términos como aspiracional, exclusivo o exclusividad que el mensaje publicitario utiliza para asociar el objeto que se publicita con el triunfo, el éxito y el ascenso social. Mensajes que se propalan en campañas masivas y machaconas que usan estas herramientas para ocultar un objetivo político o mercantil de quienes las pagan que, en el fondo, esconde una lucha por el control de su sector estratégico del mercado y sus efectos sociales.

Un ejemplo de bombardeo de impactos publicitarios ha tenido lugar estos meses pasados, con el enfrentamiento entre dos de los cinco grandes bancos: BBVA y Sabadell. El primero para convencer a los accionistas del Sabadell de las bondades de canjear sus acciones por las de la entidad vasca, y el segundo justamente para lo contrario; convencer a sus accionistas para que no aceptasen la oferta del BBVA. Ha sido una guerra mediática que ha machacado a los accionistas del banco catalán y a todas y todos los que, sin tener acciones de ninguna de las entidades, ni interés en el asunto, hemos tenido que soportar los machacones mensajes.

Los medios de comunicación utilizados por estas dos entidades financieras han sido agraciados con una lluvia extra de dinero sobre los ingresos ordinarios por publicidad. Según la web de “Infoperiodistas”, entre los dos bancos han gastado en torno a 70 millones de euros extraordinarios en esta campaña: 40 Sabadell y 30 BBVA ¿Estará en los 10 millones de diferencia el resultado de la OPA, a favor de la entidad catalana?

Como señalábamos más arriba, los medios ya se cuidan muy mucho de no informar de cuestiones relativas a las consecuencias que para la sociedad tiene el contenido del producto anunciado y las estrategias políticas de las marcas anunciantes.

La operación bancaria aludida tiene consecuencias para la sociedad; que el sector financiero continúe su proceso de concentración. No informar de algo tan importante es una contradicción con la naturaleza misma y la razón de ser de los medios de comunicación. La consecuencia es que los medios de comunicación dejan de ser independientes, dejando por ende de cumplir con su supuesta vocación de informar verazmente, con pluralidad e independencia.

Algunos datos de interés que, quizá, no estén al alcance de todos; porque los medios de comunicación de masas no se hacen eco de ellos, o no suficientemente:

  • En España se ha conformado un oligopolio financiero en el que más del 70% del sector se concentra en cinco entidades, por volumen de activos: Santander, BBVA, Caixabank, Sabadell y Bankinter.
  • La concentración bancaria no es nueva en nuestro país, viene produciéndose desde el pasado siglo, sin bien se ha acelerado desde 2008:

En 1980 había en España 192 bancos comerciales y 84 cajas de ahorros. 2024 se cerró con 46 entidades bancarias y 2 cajas de ahorros -sin contar las 58 cajas rurales existentes-.

  • La reducción de entidades financieras ha provocado un oligopolio de 5 entidades con consecuencias muy perjudiciales para la sociedad, al ser el bancario un negocio cautivo, en ausencia de una banca pública que preste servicios básicos y de depósito:

Desde la crisis de 2008 han cerrado en España el 60% de las oficinas existentes -unas 28.000 sucursales-. Y se ha perdido el 47% de los puestos de trabajo en el sector -unos 128.000 trabajadores y trabajadoras menos-.

Como consecuencia de lo anterior, en estos 17 años ha aparecido el fenómeno que conocemos como “la España vaciada”. La banca no es la responsable única de este fenómeno, pero sin lugar a duda el cierre masivo de oficinas ha contribuido en gran medida, pues el 29% de los municipios (2.341 pueblos) no tienen oficina bancaria, ni tan siquiera un cajero automático.

A los datos anteriores habría que añadir que el erario público prestó a las entidades más de 100.000 millones de euros de dinero público (65.000 en dinero para el saneamiento + 35.000 de los pisos de la Sareb), para salvarlas de la crisis financiera de 2008, de la que ellos mismo, los banqueros habían contribuido a crear. Dinero que las entidades no han retornado al Estado, aunque el entonces Ministro de Economía del Gobierno de Rajoy, y hoy vicepresidente del Banco Central Europeo, Luis de Guindós, aseguró que el rescate no le costaría un euro a los españoles.

Esto no son más que algunos retazos de lo que hay detrás de los productos y estrategias de un sector, que se publicita como si fuese muy beneficioso para la sociedad en general y sus clientes en particular.

El consumidor está desvalido ante la oferta si los medios de comunicación no ponen a su disposición la información completa. La información que damos, a colación del intento fallido de OPA del BBVA al Banco Sabadell bien podría aplicarse al sector farmacéutico, a las empresas de la salud, a las del automóvil o a las de la energía, entre otras muchas; incluso en la política.

Vicente Mateos Sainz de Medrano.
Periodista, profesor universitario
y Doctor en Teoría de la Comunicación de Masas
Roberto Tornamira Sánchez
Ex Secretario Estatal de la FeSMC-UGT
del Sindicato del Sector Financiero, Seguros y Oficinas

Cada vez es más clara la necesidad de Banca Pública

Por tercer año consecutivo, los bancos españoles han batido récord de beneficios. Solo eloligopolio que concentra más del 70% del mercado financiero, compuesto por: Santander, BBVA, Caixabank, Sabadell y Bankinter, ha ganado más de 26.000 millones de € en 2023.

Un incremento medio del 18,22% en 2022 y del 26,71% en 2023, en tanto que sus plantillas, como muchos otros trabajadores, tienen una pérdida acumulada de poder adquisitivo de entre el 9% y el 12%. Es más que comprensible que los sindicatos del sector financiero se estén movilizando y que hayan convocado una huelga para el 22 de marzo.

                Los banqueros, en las juntas de accionistas venderán que los resultados obedecen a la magnífica labor de los equipos directivos y los consejos de administración, justificando así que la presidenta del Santander gane 11,7 millones de euros, que el presidente del BBVA 8,29 millones de euros o que el presidente de Caixabank 2,2 millones de euros al año (datos de 2022, pues aún no se han publicado las retribuciones de 2023).

                Nada dirán de las horas de trabajo no pagadas a sus trabajadores y trabajadoras, ni de los procesos de ansiedad que hacen padecer a sus plantillas por la carga de trabajo y la consecución de objetivos. No cuantificarán los recortes de personal o los obtenidos por cierre de miles de sucursales. Ni explicarán que los beneficios proceden de las comisiones abusivas a los clientes. Mucho menos pondrán el acento en que por un préstamo personal están cobrando entre un 5% y un 12% TAE, según la entidad y la cuantía.Como no han dudado a la hora de subir el coste de las hipotecas, llevando al límite a muchos de los hipotecados.

                Estos emperifollados banqueros viven en su burbuja de avaricia, pues por un lado saquean a sus clientes y cada día les dan un peor servicio, y por otro se hacen los remolones para pagar intereses por los depósitos. Cómo será de escandaloso que, hasta el Banco Central Europeo (BCE), llama la atención a los bancos españoles por “quedarse atrás a la hora de retribuir los depósitos”.

                Frente a esta orgía de beneficios económicos, los banqueros lloran lágrimas de caimán porque el Gobierno les ha hecho pagar 637 millones de euros, – las compañías energéticas han pagado 817- del gravamen extraordinario.Pero no recuerdan que para obtener esos beneficios fueron dopados con más de 100.000 millones de euros de dinero público; entre el dinero para el saneamiento bancario, 65.000 millones, más los 35.000 de la Sareb que la Comisión Europea obligó a que el Estado lo cubriese con deuda pública, de esa que pagamos todos.

                Si a lo expresado hasta aquí añado la exclusión financiera que el cierre de oficinas bancarias ha ocasionado en la “España vaciada”, a lo largo de los tres últimos lustros, la conclusión es que se hace más necesario que nunca que el Estado se dote de Banca Pública. Una prueba cuantitativa de ello es que los ahorradores se están llevando el dinero de los depósitos a los productos de ahorro que ofrece el Banco de España: desde noviembre de 2022 a noviembre de 2023 se ha pasado de 950 millones en Letras del Tesoro, a 23.977, es decir, que se ha experimentado un crecimiento del 2.424%. Los pequeños ahorradores, los que necesitan un préstamo hipotecario para adquirir una vivienda, los que necesitan banca básica, requieren que el Estado les dé una solución.

                Incluso el propio Estado necesita una solución para no depender de las entidades privadas, a la hora de hacer llegar a sus destinatarios las campañas de ayuda que lanza el Instituto de Crédito oficial (ICO). Esto ya ocurrió en la etapa de pandemia, cuando el Gobierno lanzó las líneas de avales para facilitar liquidez a empresas y autónomos. Más de 91.000 millones de euros que se gestionaron a través de las entidades financieras. Los bancos aprovecharon para colocar sus productos condicionando a los beneficiarios de las ayudas públicas. Ocurre otro tanto de lo mismo ahora, con la línea de 2.500 millones de euros en avales que el Gobierno ha lanzado para la adquisición de vivienda para jóvenes menores de 35 años; las entidades pretenderán colocar los seguros de protección hogar de sus aseguradoras.

                Este país tiene muchos problemas y retos pendientes de resolver: política de vivienda, que no decaiga aún más la industria, apostar decididamente por la investigación… además de blindar los pilares básicos del Estado de Bienestar: Pensiones, Sanidad, Educación y Dependencia.

                Una herramienta fundamental para las necesidades del Estado y para las de los ciudadanos de a pie es tener una Banca Pública que no compita con la privada, que no entre en su lógica.

                No vale decir que en Europa no hay banca pública. Países como Alemania, Francia, Italia o Finlandia la tienen. Es tan solo un problema de valentía política para apostar por fortalecer el Estado. Ya sé que eso no gusta a los de siempre, a los que pretenden jibarizar el Estado hasta su mínima expresión, ni gustará a los banqueros que incrementan insultantemente sus fortunas cada año. Pero que le vamos a hacer, la democracia consiste en respetar las decisiones de la mayoría del pueblo soberano, si no es así, entonces no le llamemos democracia.

Roberto Tornamira Sánchez
Fue Secretario General de FeS-UGT-Madrid

El sistema económico está podrido y la banca es su reflejo

Le echan la culpa a la globalización, pero la globalización es causa del mismo mal: un sistema económico insostenible y decadente. Según los economistas que trabajan para las instituciones económicas internacionales, la crisis de 2008 fue culpa de la globalización y la caída del Silicon Valley Bank y del Signature Bank, también. Pues

¡no!, la globalización fue el eufemismo que aplicaron a la mundialización de la economía, es decir; a una expansión de los mercados que no han dejado un solo rincón del planeta sin inundar de productos, y de ahí parten los problemas. Unos mercados que ya no tiene espacio para crecer, pero quieren crecer en beneficio, a toda costa.

Lenin mencionaba a Marx en “Imperialismo, fase superior del capitalismo” (1916): “Los bancos crean en escala social la forma, y nada más que la forma, de la contabilidad general y de la distribución general de los medios de producción”. Conviene leerlo para ver como el imperialismo económico, la concentración bancaria y de otros sectores de la producción, se viene produciendo desde hace más de un siglo y como la concentración tiende al monopolio privado.

El estallido del Silicon Valley Bank (SVB) y la intervención del Signature Bank (SB) está directamente relacionada con las medidas que el capital financiero está tomando para su sostenimiento; es el efecto secundario de una medicación, eso que la cultura popular dice, “es peor el remedio que la enfermedad”.

El perfil de clientes del SVB es el de empresas tecnológicas emergentes, empresas que están siendo víctimas de las subidas de los tipos de interés. Son víctimas, como miles de familias que cada año pierden su vivienda a consecuencia del encarecimiento de las hipotecas y como los asalariados y los pensionistas, con la subida brutal de los precios de los alimentos, ven como sus ingresos no les llegan a final de mes, por más recortes y privaciones que se impongan. Las empresas clientes del SVB, ante el encarecimiento de los tipos de interés con que se venían financiando, optaron por retirar sus depósitos del Banco (SVB) para hacer frente a sus pagos e inversiones en lugar de ampliar sus líneas de crédito. El motivo fue distinto en el caso del Banco Popular, pero el efecto ha sido el mismo.

La retirada de depósitos llevó a la entidad bancaria a vender anticipadamente, con pérdidas, los bonos del Estado estadounidense. El día 9 de marzo, los inversores, los que siempre están bien informados no así los minoristas, comenzaron a vender sus acciones y el SVB cayó en bolsa un 60%. El pánico se desató el viernes 10, cayendo las cotizaciones otro 68%.

Es inevitable recordar la receta que el FMI dio, el pasado año 2022, en la reunión anual de Jackson Hole (Wyoming) con los banqueros centrales para combatir la ola inflacionaria, “caiga quien caiga”, dijo Gita Gopinath, la número dos del Fondo Monetario Internacional, y pidió a quienes aplican las políticas monetarias, es decir, a los bancos centrales: “medidas más agresivas, incluso si eso significa un fuerte enfriamiento de la economía y un aumento del desempleo, si la inflación resulta inesperadamente persistente”. Al parecer no calcularon que con esa agresividad económica podían llevarse por delante a entidades bancarias.

El sistema económico tiene el problema ya descrito, que los mercados están saturados. Las grandes corporaciones llevan años comiéndose entre ellos, concentrándose cada vez en menos manos, para ganar cuota de mercado. En su búsqueda permanente del crecimiento del beneficio, como en otras ocasiones en la historia, nos llevaron al estallido de la burbuja inmobiliaria y la crisis financiera de 2008, las farmacéuticas han hecho su agosto con la COVID-19, unos y otros oligopolios comenzaron a especular con los precios, aun antes de que Putin invadiese Ucrania. Las medidas de los organismos económicos internacionales se han llevado por delante dos importantes entidades financieras estadounidenses, el Silicon Valley Bank y el Signature Bank, diez días después el mayor banco privado de Suiza, el Credit Suisse, pocas horas después el First Republic Bank de Estados Unidos y este pasado viernes 24 de marzo se tambalea el gran Deustche Bank, uno de los buques insignia de la banca alemana; ¿estamos de nuevo ante un efecto dominó?

El mercado busca atajos para realizar el beneficio. Lo hicieron a principios del presente siglo con la “hipotecas basura”, se destaparon negocios fraudulentos que durante años se habían presentado como ejemplos de eficiencia, como el caso Madoff. Estos casos vividos en el mercado financiero, el saqueo que las compañías eléctricas y de los combustibles han desatado en forma de inflación desbocada, la ignominia que está suponiendo el alza de los precios de los productos básicos, la destrucción de la Sanidad Pública, etc., demuestran que los sectores estratégicos no deberían estar en manos privadas.

Es inevitable concluir que la guerra es parte del mismo “juego”, la pelea por los mercados de la energía, por el control de las rutas de distribución, y de paso el negocio de las armas se suma a la fiesta de los ingresos y el beneficio.

Las recetas del capital son nocivas para la salud de la humanidad.

Roberto Tornamira Sánchez
Ex-Secretario Estatal de FeSMC-UGT en el Sector Financiero, Seguros y Oficinas