
Tengo entendido que, en la época de las cavernas, de la que hace tanto tiempo que nadie sabe con exactitud cuánto, los primeros habitantes con al menos aspecto humano, dirimían sus conflictos y diferencias a porrazos, pues como no sabían hablar y sus gruñidos eran ininteligibles, utilizaban el sistema eficaz del garrote y el que quedaba vivo, era el que se hacía con la razón.
Hoy, en el Congreso de los Diputados, estamos cerca de conseguir esa meta de nuevo, no solo en la llamada Cámara Baja, tambien ocurre en el Senado, por más que suene rimbombante el título de senador parece algo respetable, pero últimamente nada más lejos de serlo,ni diputado ni senador, en ninguna de las cámaras, territoriales, provinciales, locales, el barro se extiende por todos los ámbitos, en los que se desarrolla la mal llamada labor política, tampoco son respetables en la actualidad ni siquiera los foros en los que participan los actuales políticos sin ningún rubor.
Recuerdo, cuando yo entre en mi querido PSOE, que para ingresar como simple militante debías ser presentado por dos antiguos y respetables miembros, sí, de esos que probablemente queden dentro, pero que se esconden ante el riesgo de sumergirse en el estiércol.Pero claro, hace unos años entre otras trampas y retrocesos, nuestro compañero, me gustaría poder decir excompañero Isidoro, abrió la puerta de par en par, a la entrada de todos los trepas, que aspiraban a una poltrona en nuestro país, teniendo como consecuencia el barrizal que hoy en día son las instituciones de todos los colores.
Qué triste es que si quieres disfrutar de un discurso político enérgico, pero respetuoso, que presente soluciones a los problemas políticos, pero con ética y moral,en definitiva que se note que el que lo pronuncia, sin necesidad de ser doctor en ninguna materia, posea una cultura familiar, que le haya inculcado la ética, la moral, el respeto a los demás, suficiente para poder defender sus ideas sin necesidad del insulto, la mentira y la infamia. Hoy para disfrutar de algo así, hay que recurrir a los parlamentarios del siglo XIX.
Alguien me pregunta a veces, qué pasa hoy con la política, es que ya no existen los militantes que de verdad crean que la política es el arte de mejorar las condiciones de vida de los miembros de la sociedad, con decencia, con valores, con eficacia, y yo como sé que los hay, solo puedo agachar las orejas y decir que sí, pero que no se atreven a adentrarse en ese estercolero que hoy es el ambiente político, incluso dentro de los propios partidos, pues cuando alguno de estos militantes, que yo conozco y que sé que harían las cosas bien,se han atrevido a hacerlo, se han encontrado con el enfrentamiento brutal de los compañeros poseedores de la poltrona, que temen quedarse sin ella.

Tengo pocas esperanzas de que esto cambie, pues realmente es difícil que alguien que realmente no tiene ni conocimientos ni ganas de adquirirlos y lo más importante no tiene moral ni ética que le permita estar con merecimiento en su escaño, se le pueda despegar de él, ni con agua caliente.
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