El día 8 de enero unos cuantos de miles de insurrectos tomaron las sedes del parlamento, la fiscalía y del Gobierno brasileño, los implicados en el intento golpista, no estaban todos en Brasilia. Bolsonaro se había ido a EEUU hacia días.
Los que estaban en Brasilia hacia días que acampaban delante de los cuartes militares pidiendo intervención militar para desbancar a Lula del gobierno para el que había sido elegido algunas meses antes.

Las causas están claras. Hay todo un sector de la estructura militar, judicial y económica que no respeta la voluntad del pueblo brasileño que sigue resistiendo para que el capital financiero no aplique sus planes de restricciones y que encuentra en el Partido de los Trabajadores una vía de expresión, organización y acción para enfrentarse a Bolsonaro, que forma parte de esa estructuras a las que me refería antes y que a un están por depurar.
Haría mal el presidente Lula sino fuese asta el fondo en la depuración de la cadena de mando militar y policial. Quizás ha llegado el momento, ahora que a un no es tarde, es lo que esperan los miles de trabajadores y jóvenes que se manifestaron en contra de lo consideraron como un golpe a la democracia. Es decir a la voluntad de la mayoría social brasileña.
Pero las depuraciones, que deben ser firmes y seguras, deben ir acompañadas de forma urgente con todas las medidas de orden social que Lula tiene comprometidas con el pueblo brasileño y dejar pasar el menor tiempo posible para que el pueblo deje de pacer las consecuencias de pobreza que ha generado durante cuatro años el gobierno de Bolsonaro, y generar la máxima confianza entre la mayoría social brasileña.
ES urgente poner en marcha el paquete de medidas presupuestarias que hagan posible restablecer todos los retrocesos que se han dado con el Gobierno de Bolsonaro y no dejarse presionar por el “mercado”.
Será la forma de conseguir que el pueblo se movilice en defensa de sus derechos y sea el pueblo mismo quien pare a los Bolsonaristas.