
Dice la RAE de trampantojo: “Trampa o ilusión con que se engaña a alguien haciéndole ver lo que no es”. Desde su reelección Donald Trump adopta y promueve políticas que se ajustan como un guante a esta definición. Nos hace ver que defiende al pueblo estadounidense cuando en realidad lo que está defendiendo son negocios propios y de sus allegados. Si no fuera terrible resultaría cómico verle sentado en la Casa Blanca, haciendo carantoñas en perfecta sintonía con el príncipe de Arabia Saudí, al que califica de defensor de los derechos humanos, y que hasta ayer era acusado mundialmente del asesinato y descuartizamiento del periodista Jamal Khashoggi.
Los ejemplos son numerosos: Gaza y Ucrania, Colombia, Brasil, etc. Ahora le toca a Venezuela. Desde primeros de septiembre ha iniciado una cruzada contra las drogas, lanzando amenazas sin tino, acusando sin pruebas y asesinando extrajudicialmente a decenas de tripulantes de embarcaciones en aguas caribeñas, enviando miles de soldados y barcos de guerra, sobrevolando las fronteras venezolanas en una continua presión sobre el país. La justificación es la defensa de los estadounidenses ante la oleada de narcotraficantes que vienen de la zona inundando de drogas EEUU siguiendo las ordenes de una organización fantasma llamada “Cártel de los Soles”, integrada por los mandos del Ejercito venezolano y dirigida por el presidente Nicolás Maduro, al que califica directamente de terrorista.
Es sabido que Venezuela posee las mayores reservas petrolíferas conocidas del mundo. En 2007 el entonces presidente Hugo Chávez asumió el control de estas reservas en un proceso de nacionalización que transformó los convenios de asociación con las compañías petroleras, que venían extrayendo y explotándolas históricamente y que vieron confiscados sus activos, creando compañías mixtas con participación mayoritaria del Estado venezolano.
En el desarrollo imperialista no cabe la soberanía de los pueblos, y naturalmente desde entonces Venezuela ha sido colocada en el ojo del huracán por EEUU y por los países europeos, que han señalado al régimen venezolano y a sus dirigentes como tiranos dictadores. Desde que Chávez tomó el poder en 1999 los países imperialistas han denunciado todos los procesos electorales apoyando a toda una serie de dirigentes fascistas disfrazados de demócratas. En una gran farsa no han tenido pudor para apoyar como presidentes alternativos a personajes autoproclamados en una plaza de Caracas o recientemente otorgando el premio Nobel de la Paz a María Corina Machado, una señora que se dedica a conspirar permanentemente contra el régimen y el pueblo venezolano.
Trump no trata otra cosa que laminar el derecho de un pueblo a vivir soberanamente, como viene haciendo con Cuba, Brasil o Colombia, a los que considera su patio trasero. El problema es que Maduro y los dirigentes del régimen venezolano no se apoyan en su pueblo. Según New York Times la compañía petrolera estadounidense Chevron Corporation, una de las mayores del mundo, mantiene una posición privilegiada en la extracción de petroleo, gas y minerales en Venezuela. En los últimos meses y por presiones del secretario de Estado estadounidense Marco Rubio las licencias de Chevron para actuar en Venezuela fueron canceladas, lo que ha provocó una caída radical de las exportaciones, sin embargo se dio una nueva licencia cuyos detalles son confidenciales, mientras que Maduro, en un esfuerzo desesperado, ofrecía concesiones petroleras a Trump dándole una posición dominante, y planteando la posibilidad de abrir los proyectos petroleros y de oro existentes y futuros a empresas estadounidenses, que recibirían contratos preferentes. Además añadió que reorientaría las exportaciones que ahora se dirigen a China y limitaría los contratos mineros con empresas chinas, iraníes y rusas.
Todo este tema, según NYT “fascina a Trump, como le fascinó cuando instó a la toma de los yacimientos petroleros de Siria, cuyas reservas son una fracción muy pequeña de las de Venezuela”. Chevron contrató a un importante recaudador de fondos para Trump, como representante, para influir en las decisiones de funcionarios y legisladores venezolanos. El “trumpatojo” está servido.
Mientras Trump y Maduro anuncian que hablan por teléfono, las aerolíneas europeas y estadounidenses dejan de volar a Venezuela participando del bloqueo y amenaza que Trump cierne sobre el pueblo venezolano: “A todas las aerolíneas, pilotos, traficantes de drogas y traficantes de personas, consideren el espacio aéreo sobre y alrededor de Venezuela cerrado en su totalidad”. Una nueva amenaza de guerra y un paso más en el escalada para arrebatar su soberanía al pueblo venezolano.
Enrique Dargallo
