Editorial: Una “clave de bóveda” anacrónica con poco que celebrar.

Termina 2024 y con él 10 años desde la abdicación de Juan Carlos I; una abdicación que se llevó a cabo a modo de enroque, para proteger a la Institución, dada la farsa que se escondía tras el maquillaje y la propaganda de una institución que se nos presentaba como modélica, según se vendió a la ciudadanía desde el minuto 1, corriendo un tupido velo sobre las leyes de sucesión franquistas y sobre la conducta y negocios del Sr. Borbón.

En junio vimos y pagamos la celebración de los 10 años de reinado de Felipe VI: desfiles, discursos, almuerzos y celebraciones, y muchas horas dedicadas por todos los medios de comunicación. Una manera de afianzar en el pueblo una idea que no termina de calar, por lo que de vez en cuando tienen que adornarles se pasean por las ciudades, pretendiendo proyectar una imagen de que son una familia más.

Desde Tribuna Socialista nos identificamos con Pablo Iglesias Posse, cuando el 10 de enero de 1912, en un discurso ante el Parlamento, decía:

No somos monárquicos porque no lo podemos ser; quien aspira a suprimir al rey del taller, no puede admitir otro rey”.

También con las palabras de Luis Gómez Llorente, cuando el 11 de mayo de 1978 defendía la República como modelo de Estado en el Congreso de los Diputados:

Ni creemos en el origen divino del Poder, ni compartimos la aceptación de carisma alguno que privilegie a este o a aquel ciudadano simplemente por razones de linaje. El principio dinástico por sí solo no hace acreedor para nosotros de poder a nadie sobre los demás ciudadanos.”

Estos insignes Socialistas defendían posiciones de principios que suscribimos. Hoy, hacemos un balance que, lejos del maquillaje y la manipulación, nos permita valorar si hay motivos para la celebración y el aplauso.

No necesitamos remontarnos a 1700, con Felipe V -primer Borbón-, ni a Carlos IV “El Cazador” -instaurador de la rojigualda-. Es suficiente partir de Juan Carlos I “El de Abu Dabi” para desear que Felipe VI sea el último de esta jefatura del Estado hereditaria.

Muchas veces nos han presentado a La Corona como la “clave de bóveda de la arquitectura constitucional”. Es una metáfora grandilocuente en la que se sitúa a la Institución monárquica por encima de todo lo demás. Sin embargo, nos sirve para explicar nuestro rechazo a la Monarquía, pues la “clave de bóveda de España” se asienta sobre dovelas afectadas por el mal de la piedra; solo hay que ver la descomposición del poder judicial y su ofensiva permanente contra el gobierno y contra toda la izquierda, por muy contenida que esta se muestre, o el papel del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) en los años de reinado de “El de Abu Dabi”, o el esperpento de la política en los municipios, autonomías y en el Senado y el Congreso.

El problema de esta descomposición institucional es que nos afecta de manera grave a los todos los pueblos del Estado español, y como Trump dedicó a los mejicanos: “Os voy a construir un muro y lo vais a pagar vosotros”. A nosotros nos endosaron la Monarquía y la estamos pagando, y a qué precio. Veamos:

La abdicación de junio de 2014 no se produjo porque La Casa Real estuviese preocupada por las consecuencias de la crisis económica y de vivienda que veníamos sufriendo desde 2008, como consecuencia de la Ley 6/1998, la que abrió la veda a la desregulación del suelo de manera salvaje, ni por la acción de la banca privada que se sumó al jolgorio financiero con productos de alto riesgo -banca a la que se le dieron más de 100.000 millones de euros públicos para sanearse de la resaca-. No, nada de eso, el Rey estaba de caza en África, matando especies protegidas y dedicado a sus chanchullos económicos. Todo ello con el conocimiento y protección de los servicios de seguridad del Estado.

“La clave de bóveda” preside la apertura del año judicial, y lo ha estado haciendo durante 5 años, sin rubor, desde diciembre de 2018 -cuando expiró el mandato del anterior CGPJ- hasta junio de 2024 -momento en el que se ha renovado-.

Felipe VI se mostró muy aguerrido en el discurso del 3 de octubre de 2017, televisado en “prime time” por todas las televisiones y emitido por todos los medios radiofónicos. En su discurso, refiriéndose a las autoridades de Cataluña, dijo literalmente:

Con sus decisiones han vulnerado de manera sistemática las normas aprobadas legal y legítimamente, demostrando una deslealtad inadmisible hacia los poderes del Estado.

Aun estamos esperando que el monarca dé un discurso recriminando las decisiones de las autoridades de Madrid, por las que se vulneró el derecho de miles de personas a ser atendidas en los hospitales, y que causaron la muerte de 7291 ancianos y ancianas en 2020.

O un discurso reprochando a las autoridades de las comunidades autónomas y municipios en los que gobierna la derecha que se vulnere el derecho constitucional a la vivienda de millones de personas, entre ellas varias generaciones de jóvenes. Instituciones del Estado que se niegan a aplicar normas y leyes legítimamente aprobadas.

Poco debería tener que celebrar el jefe de un reino que tiene casi 14 millones -un 28,6% de personas- en riesgo de pobreza y exclusión social.

Quizá debería mostrar preocupación porque no se cumplen las leyes que firma, como es el caso de la Ley 21/2021, en lo referente a la necesaria Auditoría a las a cuentas de la Seguridad Social, pues su reino le debe a los pensionistas más de 103.000 millones de euros, según el Tribunal de Cuentas del Estado, en su informe de 2020.

En su vacuo discurso navideño no ha mostrado preocupación alguna por el deterioro de la universidad pública, la sanidad, los 50.000 alumnos sin plaza de FP… Quizá porque, desde que nació, ha vivido en un hábitat en el que se ejercía el comisionismo y ha disfrutado de los frutos de tan “ilustre deporte” y nunca le ha faltado de nada.

El contexto de su discurso del día 24 de diciembre ya delata lo que piensa: nos habla de la preocupación por el problema de la vivienda desde el suntuoso Palacio Real. Desde ahí les habla a quienes en Valencia han perdido su casas y más humildes posesiones. Es la imagen de una Institución que nada tiene que ver con su pueblo.

A lo largo de estos diez años, en sus discursos, no ha hecho una sola autocrítica de las instituciones de las que es jefe. Tampoco este año ha dedicado una sola palabra de reproche a las instituciones que, por no hacer su trabajo, han provocado gran parte de las consecuencias del desastre de la DANA. Cuáles son para él las “enseñanzas necesarias que debemos sacar”. A qué se refiere con “el bien común que a todos beneficia”. Esas palabras del Rey no significan lo mismo para él que para las miles de familias que van a ser indemnizados con 5.000 ridículos euros por el coche que no les dio tiempo a sacar del garaje, porque el presidente de la Comunidad Autónoma de Valencia no se preocupó hasta las 20:00, cuando las alarmas se habían dado desde primeras horas de la mañana.

Para Felipe VI, lo esencial es el cierre de filas en torno a la institución monárquica y su Constitución, único común denominador de todos los discursos del 24 de diciembre, incluidos los de su padre. Pero lo esencial para el pueblo es que se cumpla el derecho a acceder a una vivienda, que no nos destruyan, por la vía del recorte económico y la privatización, la Sanidad ni la Educación ni las Pensiones ni los servicios para la Dependencia, como la Residencias de mayores.

Las buenas palabras para los afectados por la DANA en Valencia no son suficientes, casi son ofensivas, cuando muchas de las 223 victimas mortales fueron arrastradas por el agua mientras Mazón comía tranquilamente y su Gobierno le esperaba para dar la alarma ¿no son recriminables las autoridades valencianas?

Es evidente que “la clave de bóveda” y toda la cúpula institucional tiene unas prioridades distintas a la mayoría social. Está muy claro que los intereses de las clases sociales son contrapuestos. Tribuna Socialista se sitúa con la clase mayoritaria: asalariados y asalariadas, desempleados y desempleadas, pensionistas, autónomas y autónomos, así como con los hijos e hijas de la clase productiva. A todas ellas y ellos les deseamos Salud y República para 2025.

Nos emplazamos desde ya a participar en las marchas republicanas que tendrán lugar en junio de este nuevo año.

Comité de Redacción

El Discurso del Rey

Como cada Nochebuena, el Rey Felipe VI ha dirigido un mensaje de Navidad a los españoles. Un buen momento para analizar la posición de la Casa Real en temas de tanto interés político y social como la crisis de precios, la sanidad, la educación, la convivencia, o los conflictos bélicos como el de Ucrania o Palestina.

No ha habido sorpresas. Los analistas de la comunicación coinciden en señalar el tono tradicional y conservador del rey en su discurso. Sentado, igual que siempre hizo su padre, para disimular gran parte de la comunicación no verbal que se transmite estando de pie; en la comodidad de un salón del palacio de la Zarzuela, y con un decorado del que destacan las banderas, el arbol de navidad, y no el Belén palestino, y una foto de Leticia y sus hijas, para dar esa imagen de familia ejemplar, y recordarnos que la heredera ya ha jurado la Constitución.

En el comiezo del discurso parecía que se iba a referir a los problemas que nos afectan a los españoles, pero pronto, salvo enumerar estos problemas, dijo que no los iba a tratar y que se iba a referir solamente a la Constitución:

«Las dificultades económicas y sociales que afectan a la vida diaria de muchos españoles son una preocupación para todos. Una preocupación que se manifiesta, especialmente, en relación con el empleo, la sanidad, la calidad de la educación, el precio de los servicios básicos. Desde luego también con la inaceptable violencia contra la mujer o, en el caso de los jóvenes, con el acceso a la vivienda.

Así pues, son muchas las cuestiones concretas que me gustaría abordar con vosotros hoy, si bien esta noche quiero centrarme en otras que también tienen mucho que ver con el desarrollo de nuestra vida colectiva. Es a la Constitución y a España a lo que me quiero referir»

Así pues, prosiguió su discurso haciendo alusión a los 45 años de la Constitución como mejor ejemplo de la unión y convivencia entre españoles, su inamovilidad y su compromiso con una España grande y libre.

«Naturalmente, en España todo ciudadano tiene derecho a pensar, a expresarse y defender sus ideas con libertad y respeto a los demás. Pero la democracia también requiere unos consensos básicos y amplios sobre los principios que hemos compartido y que nos unen desde hace varias generaciones.»

Como dijo mi compañero Roberto Tornamira en un tweet, lo que el Rey dice es que «la Constitución son lentejas, que no hay más. Que la va a defender ¿cómo jefe de los tres ejércitos?».

Lo que el Rey ha obviado sistemáticamente es que los nacidos a partir de 1961 no pudimos votar esa constitución, y que en 45 años nadie nos ha preguntado.

Ninguna posibilidad de reforma federal, en el marco legal de la monarquía y de la constitución. Con las autonomías tenemos de sobra, y eso sí…llamada al orden:

»Para abordar ese futuro, todas las instituciones del Estado tenemos el deber de conducirnos con la mayor responsabilidad y procurar siempre los intereses generales de todos los españoles con lealtad a la Constitución»

¿Quiere eso decir que el Consejo General del Poder Judicial cumplirá con la renovación que hace 5 años debería haber acometido? ¿o es un toque al gobierno de Pedro Sánchez para que no se meta con los jueces y que no se hable de lawfare?

¿O un aviso de 155 a los presidentes autonómicos que se pasen?

»Debemos respetar también a las demás instituciones en el ejercicio de sus propias competencias y contribuir mutuamente a su fortalecimiento y a su prestigio. Y finalmente debemos velar siempre por el buen nombre, la dignidad y el respeto a nuestro país.»

Por lo demás, ni una sola alusión a los problemas por la que atraviesan los hogares de los españoles. más allá de decir que la Constitución nos protege, y en cuanto al genocidio palestino, más de 20.000 muertos y un millón de desplazados palestinos no han merecido este año nuestro recuerdo y afecto.

Sin novedad en la Casa Real. Si queréis lentejas bien, sino.. también, es lo que hay.

Baltasar Santos
Tribuna Socialista