Carta abierta a Juanito

Por Martín Lozano

¡Hola Juanito! Perdona que te trate con esta familiaridad, pero es que hace 50 años que nos conocemos. Bueno, hace 50 años que te conozco, aunque tú también me conoces. A ver, cómo te lo explico… Primero, felicita a quien haya diseñado tu caja recopilatoria (me la regalaron mis tres hijos por Nadal, entre tú, mi madre, nacida en Golmés a causa de la guerra y Merlí, me habéis hecho medio catalán), pues felicita al de la caja negra, porque es lo que es, la Caja Negra de mi vida, ahí dentro está registrada toda mi vida. Mis amores y desvaríos, mis amigos, mis sueños, mis ansias de libertad, mi infancia, mi juventud, mi madurez, mi vejez, mi tiempo.

Por eso decía que tú también me conoces, no serías capaz de describirme y contarme como lo haces si no me conocieras. Y no me refiero a aquella tarde en el año 89 ó 90 en que en una entrega de premios (yo trabajaba en la revista medioambiental Quercus) te acercaste al grupo de amigos que charlábamos con uno común, Joaquín Araujo, y él te presentó. Estrechamos la mano, no pude articular palabra (mejor así, en esos casos suelo hacer el ridículo, tartamudeo, me salen gallos por los nervios). ¡Había conocido a SERRAT! Habrá mucha gente que no me entienda, pero sé que muchos millones si lo hacen. No quiero, ni puedo, necesitaría muchas páginas, nombrar o comentar tus ¿30, 40?, mejores canciones, solo mencionaré algunas de tus ¿30, 40?, otras mejores canciones.

Te contaré una cosa. (Mi mujer y yo) Hemos hecho recientemente un viaje al Ampurdá. (Un inciso) Siempre que paso a menos de 100 kilómetros de Camprodón siento la imperiosa necesidad de ir a visitarte, como se hace cuando estás cerca de la casa de un viejo y querido amigo, pero logro contenerme y además me imagino frente al ayuntamiento del pueblo (a cualquier hora del día o de la noche), mirando desalentado a mí alrededor, intentando adivinar dónde vives, pues imagino que si pregunto al primer viandante que me encuentre llamará a los loqueros y no quiero seguir imaginando lo que sería la llegada a tu casa, si consiguiera sortear aquel primer obstáculo. (Vuelvo al viaje) Hemos hecho la subida y la bajada a La Vajol, sabes a la que me refiero, y la entrada en Coillure escuchando el disco dedicado a Machado. La vuelta a Madrid, desde Girona, 700 km, escuchando otros de los años 70, 80, 90… Tanto a ella como a mí nos gustas (a mí más), pero eso no es extraño, también le gustas a mis tres hijos (30, 26 y 18 años) y a millones de personas en todo el mundo. Según íbamos escuchando los discos nuestra memoria entresacaba dos o tres canciones (las más conocidas, las mejores), pero salían otras que en ese preciso momento saltaban a la cabeza (a la mía más), venían las letras a los labios de manera automática, sin pensarlo (yo más). Decíamos: ‘Hostias, esta es buenísima’. Llevaba 30, 40, casi 50 años sin escucharla. Pero era impresionante, bellísima, con una música y una letra que nos hacía sentir nostalgia, ternura, recordar el primer amor, o el último, los años dorados de la amistad y la juventud, nos hacían reír por la crueldad y la justicia con la que tratas a esa muchacha típica, a esos impresentables ciudadanos ejemplares, contra los que tenemos algo personal. Nos recuerdas a Badalona y su carné de identidad, o al que vive marcado a hierro de paleta, a la aristocracia del barrio, te vuelves a enamorar de Irene y te preguntas como has podido estar tantos años sin recordarla columpiándose en los alambres. Me venía a la cabeza mi amigo Juanito (quién no tiene un amigo que se llame Juanito), su santa madre se lo decía: ‘¡Cuídate mucho, Juanito!, de las malas compañías’ y me señalaba con el dedo, yo siempre he sido de esas malas compañías. Y así una detrás de otra. Con muchas de ellas también de manera imprevista e imparable empezaban a brotar en nuestros ojos las lágrimas (en los míos más veces).

Son tus otras mejores canciones, esas que nunca serán olvidadas. La prueba está en que los labios las recuerdan y las repiten, que siguen impresionando al corazón y llora, que las escuchamos y nos decimos: ‘nadie es capaz de escribir esto como Joan Manuel’. Entramos en Madrid con Miguel Hernández, con sus letras, con tus músicas, con tu forma de cantarlas y gritamos que ‘aún tengo la vida’. Nos compadecimos de todos los niños yunteros y sentimos más la muerte de algunos amigos que nuestra vida. No sé quién de los dos morirá antes, si tú o yo, pero te juro una cosa, compañero, intentaré estar en el entierro de los dos (eres mayor que yo), si el mío es el primero, faltaré a tu cita, espero que no me lo tengas en cuenta, pa’ mí la amistad es lo primero, pero no habré podido disimular.

Gracias Maestro. Salud Compañeros.

Epílogo: Esta carta se titula ‘Carta abierta a Juanito’, pero bien podría llamarse ‘Carta de amor a Joan’ y utilizo esta columna de ‘Tribuna’ porque si en el sobre hubiera puesto ‘Joan Manuel Serrat- Camprodon-Girona’ estoy seguro de que aún estaría dando vueltas por las tripas de Correos.

2º Epílogo: Esta carta está escrita en noviembre de 2021, casi un mes después Serrat anuncia que en diciembre de 2022 se retira de los escenarios con una gira mundial para despedirse de todos nosotros, sus enamorados escuchadores.

3º Epilogo: A fecha de editar esta columna las localidades para sus conciertos nacionales están prácticamente agotadas a los pocos días de salir a la venta, pese a haber ampliado fechas. Tengo entradas para verle en Zaragoza y en Madrid.

Autor: Tribuna Socialista

Tribuna libre de expresión. Fomentando el debate y las propuestas entre socialistas.

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