El madrileñísmo de Ayuso no es Madrid ni España

Ante el Congreso Nacional del PP, del cinco y seis de julio, IDA lleva ya semanas segando la hierba bajo los pies de Feijóo, como quedó demostrado, de manera evidente, en la reunión de Presidentes de Comunidades Autónomas celebrado en Barcelona, y en la concentración del pasado día 8 en Madrid, para exigir al Presidente del Gobierno que convoque elecciones: ¡ya!, como si tuvieran en su mano la capacidad imperativa para imponer su deseo. Se van a cansar de tanto repetir lo mismo y van a cansar a la ciudadanía, ya saturada, del mensaje simplón que el PP ofrece como proyecto para España. Reunir a cien mil personas después de una campaña de tres semanas animando a la militancia a asistir poniendo autobuses gratuitos, es un magro resultado para las expectativas creadas. Incluso dando por buena esa cifra, que dobla la facilitada por la Delegación del Gobierno que reduce la asistencia a la mitad.

Más allá del número, lo mollar es la pugna abierta entre dos maneras de entender el liderazgo y el proyecto que debe plantear el PP a la ciudadanía tras su Congreso. Feijóo quiere un conclave plano, como es él, donde las disputas no se conviertan en ruido mediático, por eso lo plantea como una revisión somera del proyecto archiconocido basado en la reducción de impuestos y del gasto en el estado del bienestar para beneficiar al sector privado en detrimento del público. El objetivo: que el encuentro se convierta en una aclamación de su figura política como único líder de la derecha con capacidad para ganar, esta vez sí, piensa él, la Moncloa. El problema de Feijóo es su falta <<punch>>, de la garra que le exigen los más radicales que le impide desarrollar un discurso y proyecto propio; por eso vive al albur de los acontecimientos y las presiones que recibe.

Reclamar para sí la centralidad política, no pasa de ser una afirmación discursiva que se contradice con los acuerdos suscritos con Vox, para sacar adelante los presupuestos en Comunidades Autónomas, que implican aceptar las propuestas más radicales y antidemocráticas de la ultraderecha. No se puede estar en misa y repicando, como quedó claro en su discurso en la concentración de la Plaza de España, cuando tuvo que salir al paso de las afirmaciones previas de Ayuso, al señalar que en su partido hay maneras distintas de hacer política, para rebajar el mensaje beligerante y extemporáneo de la lideresa madrileña, lanzada a dar la batalla ideológica contra el proyecto socialdemócrata, izquierdista comunista, que representa el Gobierno de coalición.

Batalla ideológica que azuzan los mentores de Ayuso, la ex lideresa Esperanza Aguirre, que en declaraciones al diario El País se quitó la careta al punto de defender que, a la larga, la dictadura fue mejor que la II República. Declaración que apuntala el revisionismo auspiciado por las notas periódicas que publica FAES —el think tank (tanque de pensamiento) del gurú de la derecha más rancia, JM Aznar— para blanquear la dictadura franquista y hacer olvidar que fue fruto de un golpe de estado contra el poder legítimo obtenido en unas elecciones democráticas. El sentido de este discurso mendaz y antidemocrático, es equiparar el actual momento político a una dictadura encabezada por el sátrapa de Sánchez.

Ésta es la situación en la que IDA se desenvuelve como pez en el agua como elemento disruptivo, deliberado y sin tapujos, como quedo claro en sus últimas declaraciones en las que señaló que España no es un estado plurinacional, término que no figura como tal en la Constitución que sí reconoce en su articulado la existencia de nacionalidades y regiones dentro de la nación española. Negar la existencia de una pluralidad de lenguas y tradiciones seculares que conforman lo que entendemos como España, es desconocer la historia y negar, por una mera razón ideológica anclada en el franquismo más medieval, que el Estado de las Autonomías del que nos hemos dotado democráticamente, con diferentes niveles de competencias, es la demostración palmaria de que vivimos en una sociedad legítimamente plural en identidades, tradiciones y culturas. Realidad que no encaja con la visión homogénea y encorsetada de la sociedad que anida desde siempre en el nacionalismo reaccionario español, del que Ayuso enarbola la bandera como su principal adalid.

Éste es el trasfondo del debate ideológico que se cuece entre bambalinas en el PP, que Feijóo quiere esconder y Ayuso propalar a los cuatro vientos, desde el convencimiento de que eso es lo que quieren y piensan los españoles de bien que, según los organizadores, son las personas que asistieron a la concentración en la Plaza de España de Madrid. Dos maneras de entender el proyecto político que debe llevar adelante el PP, aunque en el fondo el alma de estas dos caras es la de siempre; defender los privilegios de los ricos y poderosos por la vía de rechazar cualquier tipo de reconocimiento de derechos y mejoras en la vida del ciudadano medio.

De ahí que el debate no esté en oponerse a la subida del salario mínimo, de las pensiones, a la intervención del mercado del alquiler, a la reducción de la jornada laboral, al reparto equilibrado de los emigrantes que llegan en pateras y otras vías huyendo de la guerra y hambre en sus países, o a todo lo que suponga reducir el desequilibrio entre las clases ricas y adineradas, y las medias y populares. El debate es cuál debe ser la estrategia para llevarlo adelante y con qué modelo de liderazgo, terreno en el que Feijóo naufraga, como se lo hicieron ver los que asistieron a la concentración madrileña al corear tú sí que vales, cuando Ayuso subió a la tribuna. Ingrato momento para Feijóo. que ya la había oído decir que ella es partidaria de primarias para elegir al líder del partido.

Griterío que no debe sumergirnos en la idea de que Ayuso es la llamada a llevar al PP a la Moncloa, porque lo que ella representa es la derecha filo franquista que anida en su entorno, haciéndola creer que liberará a España del comunismo bolivariano. Trampantojo que no la deja ver ni pensar que su discurso contra la diversidad cultural que conforma España no gusta, sino que disgusta, no solo a una mayoría de los barones autonómicos de su partido —que no la secundaron en su patochada en la reunión de Presidentes—; sino a la mayoría silenciosa de españoles que viven y se sienten a gusto con un sistema democrático que reconoce y da carta de naturaleza política y cultural, a sus peculiaridades.

Mayoría que no comparte las locuras y excentricidades de Ayuso, que solo buscan el enfrentamiento en lugar de la concordia que supone aceptar la diversidad de la sociedad española. Por eso, no pasa nada nada si Ayuso llega a hacerse con las riendas de su partido como pretende, porque su españolismo rancio y radical genera, fuera de su entorno de palmeros, anti madrileñismo y el rechazo social de lo que representa: la rémora mental que provocó el golpe de Estado contra la II República, que condujo a una guerra cruel y degeneró en una dictadura asesina que ha dejado heridas aún sin cerrar.

Vicente Mateos Sainz de Medrano.
Periodista, profesor universitario y
Doctor en Teoría de la Comunicación de Masas

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Autor: Tribuna Socialista

Tribuna libre de expresión. Fomentando el debate y las propuestas entre socialistas.

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