Editorial: La Economía va bien, según a quién preguntes

El legítimo ejercicio de decir lo que se piensa es tan saludable como hacer deporte. Es agotador, sí, como el ejercicio físico, pero según los facultativos estimula el organismo y se duerme mejor. También se corre el riesgo de lesiones, pues siempre habrá quién nos pongan una zancadilla o la etiqueta de “enemigo”. El Comité de Redacción de Tribuna Socialista venimos practicando esta disciplina desde que iniciamos la actividad en julio de 2005, y lo hacemos como un deporte de equipo, debatiendo cada editorial que firmamos. En TS-140 queremos poner el foco en la situación económica.

El Gobierno de coalición resalta y pone en valor lo bien que va la economía: el IPC se ha moderado al 5,7% “el más bajo de Europa”; la tasa de paro es la de las más bajas desde que hay registros; la temporalidad ha caído en picado; tenemos los precios de energía, gas en particular, más bajos de la UE…

Todo eso que se dice y se publica es cierto, los datos son irrefutables. No obstante, como decía Gila: “depende de con quién lo compares”.

En relación con el IPC(1), en 2021 se impuso el IPC medio, 3,08%, para la revalorización de las pensiones y para las comparativas con el incremento salarial, cuando el IPC interanual a diciembre fue del 6,5%. Este año que ha terminado, el IPC medio se ha situado en el 8,39%, sin embargo, se toma de referencia el interanual a diciembre que ha sido del 5,7%.

Las Pensiones contributivas, que representan el 95% de todas las pensiones, se revalorizaron para 2022 con un 2,5%, cuando debieran haberse revalorizado con el 6,5%, acorde al IPC de diciembre. Por lo que las pensiones contributivas arrastran un déficit del 4%. Para 2023, la revalorización aprobada por el Gobierno para las pensiones contributivas es del 8,5%, parejo al IPC medio del año pasado, por tanto, siendo una medida positiva motivada por la movilización del movimiento de pensionistas del 15 de octubre, se arrastra una pérdida de poder de compra del 4%. Sin olvidar la pérdida de poder adquisitivo de los años en los que el PP impuso el incremento de las pensiones con un mísero 0,25% (de 2014 a 2017 ambos inclusive).

Por su parte, los salarios se incrementaron en promedio el 1,47% y el 3,24%, en 2021 y 2022 respectivamente. Esto supone una pérdida acumulada, en estos dos últimos años, del 7,54%. Comparando el incremento con el IPC de diciembre, que es el que el Gobierno está utilizando este año.

Hay que señalar, pues ahí el foco alumbra con menos intensidad, que el IPC de la cesta de la compra: Alimentación y bebidas no alcohólicas, se ha situado en el 15,7%, prácticamente tres veces el IPC interanual y el doble que el IPC medio. Esto vale para salarios y para pensiones. Para evitar este juego de IPCs; entre interanual, subyacente, medio… habría que aplicar el mismo principio que se utiliza en derecho penal: “la condición más beneficiosa”, en este caso para el ciudadano. Como veremos a continuación esta propuesta no es descabellada, a la vista de los beneficios empresariales.

Para la clase empresarial la economía va muy bien, aunque no lo reconozcan. Los beneficios de las 35 empresas que componen el Ibex, se estiman en 56.321 millones de euros, al cierre de 2022, a expensas de que las empresas hagan públicos sus beneficios al cierre del 4º trimestre de 2022. Banco Sabadell ya ha declarado que, en 2022, ha obtenido un 62% más de beneficio neto que en el ejercicio anterior.

Un dato que orienta sobre la lujuria en la que está instalado el mercado libre, libre según para quién, es la remuneración de un banquero (no confundir con un bancario) del Banco Santander que en 2021 percibió una remuneración de 14,6 millones de euros; dato aportado por la Asociación Española de Banca (AEB). Alguien puede argumentar que esto es anecdótico, pero estaría mintiendo, pues la “anécdota” beneficia, al menos, a 221 directivos del sector financiero, que cobran más de 1 millón de remuneración cada año, según la misma fuente, la AEB. Por ejemplo, la señora Botín, presidenta del Banco Santander percibió en 2021 (aún no hay datos del 2022) 12,29 millones de euros, un 23% más que antes de la pandemia. El consejero delegado del BBVA, el Sr. Álvarez tuvo una remuneración de 9,16 millones de euros y el presidente de Caixabank, el Sr. Goirigolzarri, dobló la remuneración que tenía en Bankia, al pasar de cobrar en torno a 800.000 euros al año, cuando Bankia era de propiedad pública, para percibir en 2021 1,7 millones de euros. Remuneraciones que no incluyen las aportaciones a los Fondos de Pensiones.

Estos datos son de estos años de pandemia y crisis. Datos que no permiten pensar más que el alza desmesurada de los precios tiene la finalidad única de saquear los bolsillos de la clase trabajadora para cebar las cuentas de una minoría social privilegiada. Una vergüenza, en definitiva, porque esos beneficios salen del incremento de los precios de los productos básicos.

La lujuria económica no está instalada solo en el sector financiero. Se estima que las empresas de la energía también han obtenido beneficios multimillonarios: Iberdrola 12.825 millones de euros, Repsol 6.033. O las de telecomunicaciones, como Telefónica, con un beneficio estimado de 12.815 millones de euros. Los presidentes de estas empresas obtuvieron remuneraciones estratosféricas, en 2021: el señor Galán, presidente de Iberdrola, se embolsó 13,2 millones de euros, el Sr. Brufau, presidente de Repsol, obtuvo una retribución de 2,77 millones de euros y el presidente de Telefónica, el Sr. Álvarez Pallete, percibió 1,92 millones de euros.

El Banco de España ha hecho público que los beneficios empresariales han crecido siete veces más que los salarios. ¿Solo 7 veces? Teniendo en cuenta que, según el INE, el salario mediano en España en 2021, mismo año de las cifras dadas respecto a las remuneraciones de los altos directivos, fue de 1.757,4 € brutos. Según esto, los percibido por el presidente de Iberdrola supone 626 veces el salario mediano de los trabajadores y trabajadoras, y la remuneración de la señora Botín supone 583 veces dicho salario mediano.

En una cosa tiene razón la ministra Belarra, cuando llama “capitalistas despiadados” a los propietarios y directivos españoles, y pone de ejemplo a Juan Roig, presidente y propietario de Mercadona – este señor tuvo un sueldo bruto de 10,65 millones de euros en 2021-. Si tomamos el Convenio Colectivo de Mercadona, veremos que el grupo profesional mejor pagado es el de “Gerentes y Coordinadores”, con un sueldo base mensual de 1.643,35, es decir que el Sr. Roig, ese que tanto se ha ofendido por las palabras de la ministra, gana 540 veces más que la media de los mejor pagados de su empresa. En lo que no tiene tanta razón la Sra. Belarra, o habría que matizar, es en que solo señala a los capitalistas despiadados, como si hubiese un capitalismo no despiadado.

Por otra parte, en relación a los datos de empleo, es indudable que las estadísticas de temporalidad han mejorado, en el sentido de que con el cambio legal en la última reforma laboral, la que no derogó los aspectos más lesivos de las reformas de 2010 y 2012; al derogar el “contrato de obra o servicio” y flexibilizar, es decir, ampliar las posibilidades de uso del “contrato fijo-discontinuo” la temporalidad ha caído de forma muy significativa, al haberse reducido un 5%, respecto a 2021.

El número de parados, con datos de la EPA a cierre del 4º trimestre de 2022, se ha situado en 3.024.000 (12,9%), lejos del 1.927.600 (8,60%) que arrojó la EPA al final de 2007, mejor dato de paro previo a la citada crisis. El empleo de los jóvenes menores de 25 años tampoco ha ido bien, pues el paro juvenil ha subido del 31,2% de 2021 al 32,3% en 2022.

Hay un dato que quizá nos dé una imagen fidedigna de la situación del empleo en nuestro país, como lo es el número de horas trabajadas semanalmente, dato que el INE desagrega por trimestres. Según esta fuente, la media de horas trabajadas semanalmente, por los y las asalariados, en 2008, fue de 547.787.300, mientras que la media de los tres primeros trimestres de 2022 ha sido de 521.109.100, un 4,87% inferior al primer año de la gran crisis de lo que va de s. XX. ¿Se puede decir que hemos salido de la crisis de 2008? La mayoría de la sociedad no.

El último informe que publicó el INE, en junio de 2022, en base a los datos de 2021, el riesgo de pobreza se ha incrementado hasta el 27,8%, casi un punto más respecto a 2020, cuando el riesgo era del 27%.

Podríamos analizar otros factores e índices, pero ya no sería una editorial sino una tesis, y no es nuestra intención desarrollar un documento excesivamente extenso. Con los datos analizados, podemos sacar al menos tres conclusiones objetivas:

  • Los salarios y las pensiones están perdiendo poder adquisitivo.
  • La inflación no se justifica, en un porcentaje muy importante, con el alza de los carburantes y/o la energía, sino con el incremento de los márgenes de beneficio de las grandes empresas y grupos empresariales.
  • Los datos estadísticos de empleo han mejorado, pero aun no se ha recuperado el nivel de empleo ni de horas trabajadas previo a la crisis económica que el mercado libre desató en 2008.

Y alguna conclusión política:

  • Están muy bien la ayudas y medidas que el Gobierno viene tomando, pero es evidente que esas medidas paliativas y transitorias no resuelven los graves problemas estructurales que generan pobreza entre las asalariados y asalariados.
  • Que no es posible hablar de pactos de rentas, no de hecho ni de derecho, con una clase empresarial avariciosa y despiadada.
  • Que es necesario defender las rentas del trabajo, no solo en el salario directo (los sueldos), también el salario diferido (las pensiones) y el salario indirecto (los servicios públicos: Sanidad, Educación y Dependencia.

Fuente: INE

INFLACIÓN, SALARIOS Y PODER ADQUISITIVO

La inflación afecta negativamente a las empresas y los hogares, genera incertidumbre sobre los salarios y los beneficios, reduce drásticamente las rentas y el ahorro, y puede frenar la inversión y la creación de empleo. Actualmente la inflación es un fenómeno global, el año 2021 marcó récords sin precedentes en las mayores economías. En España en el mes de marzo la inflación registro una tasa interanual del 9,8%, y la subyacente (sin los precios energéticos y los alimentos frescos) del 3,4%, un nivel de inflación desconocido desde 1985. Esta espiral inflacionista se inició hace un año originada por los problemas globales de las cadenas suministros industriales, la virulenta escalada de los precios de la energía y su traslado a los procesos productivos y de distribución, y todo ello se ha visto agravado por la invasión de Putin en Ucrania.

La economía global se ha enfrentado desde el inicio del siglo XXI a tres grandes crisis -la financiera de 2008, la covid-19 en 2020 y la guerra en Ucrania este año- con muchos problemas sin resolver todavía de la primera como la desigualdad y el aumento de la pobreza, aún estamos inmersos en la recuperación de los efectos de la pandemia del coronavirus y con una inflación desbocada a causa de la segunda y la tercera. En la crisis de 2008 se produjo una gran depresión y la deflación que hundió la demanda y aumentó enormemente el desempleo, en cambio actualmente estamos inmerso en proceso de descontrol de la inflación, y esta es fundamentalmente un fenómeno monetario por eso no sirven las medidas adoptadas entonces.

Fruto de las políticas económicas basadas en la austeridad, recortes del gasto público y la devaluación salarial impuesta con las reformas laborales autoritaritas, se provocó la pérdida de poder adquisitivo a las personas trabajadoras y el aumento de las desigualdades. Según el Instituto Nacional de Estadística el IPC subió el 14,6% desde 2012 a 2021, en cambio en el mismo periodo los salarios pactados en los convenios colectivos crecieron un 12,58% y el salario medio solo aumentó el 3,6%. El coeficiente Gini, que mide la desigualdad siendo cero la nula desigualdad y 100 la total desigualdad, ha pasado de 34,2 en 2012 a 32,1 en 2020, en 2014 alcanzó el 14,7, la reducción se produce coincidiendo con la ampliación de la cobertura por desempleo y las subidas del SMI del 31,8% realizadas por el Gobierno PSOE-UP entre 2018 y 2020.

Para afrontar los efectos de la invasión de Ucrania el Gobierno de Coalición ha puesto en marcha un conjunto actuaciones recogidas en el Real Decreto-ley 6/2022, de 29 de marzo, por el que se adoptan medidas urgentes en el marco del Plan Nacional de respuesta a las consecuencias económicas y sociales de la guerra y para apoyar a los colectivos más vulnerables (se amplía la cobertura del IMV) y a los sectores productivos más afectados (mediante los ERTE y el mantenimiento del empleo), garantizar los suministros y bajar los precios de los combustibles y la electricidad. El Plan prevé movilizar 16.000 millones de euros de recursos públicos, 6.000 millones de ellos en ayudas directas y rebajas de impuestos, y 10.000 a través de una nueva línea de avales gestionados a través del ICO. A la vez se plantea acelerar las inversiones del Plan de Recuperación, Trasformación y Resiliencia.

En paralelo al Plan aprobado el Gobierno viene impulsando con CEOE, CEPYME, CCOO y UGT un pacto de rentas para repartir de forma justa los efectos de la guerra y preservar al máximo la senda de crecimiento y de creación de empleo iniciada ya en 2021. La intención es que se deberían dar respuesta a tres temas fundamentales, en concreto, a abordar la evolución de salarios, de los beneficios y dividendos empresariales y las medidas de apoyo a los colectivos vulnerables. Los interlocutores sociales han manifestado su predisposición al pacto de rentas, que propone el Gobierno, para evitar una espiral inflacionaria si bien han manifestado algunas de sus demandas: los empresarios insisten en ampliar las ayudas a las empresas y se oponen a nuevas subidas de impuestos y los sindicatos plantean tres ámbitos de actuación: salarial, energético y fiscal, junto con mejoras en la protección social, porque consideran que solo un acuerdo salarial no es un pacto de rentas.

Según las estimaciones hechas públicas el impacto de la escalada inflacionista sobre las rentas podría situarse en el entorno de los 70.000 millones de euros por la reducción del poder adquisitivo de los salarios y los ahorros. En cambio, los pensionistas tienen garantizado el poder adquisitivo, de acuerdo con la reforma de las pensiones de 2021 que recoge que las pensiones se revalorizan con el IPC medio anual. También hay que tener en cuenta que el aumento de la inflación al 6,5% en 2021 supuso una ampliación de la recaudación de la Agencia Tributaria. Los salarios pactados en los convenios colectivos subieron de media un 2,36% hasta marzo, una décima más que en febrero y casi un punto por encima del promedio de 2021 (1,47%).

Las organizaciones sindicales y las organizaciones empresariales vienen negociando, de forma bipartita, el V Acuerdo para el Empleo y la Negociación Colectiva (AENC), que debería fijar los criterios y las recomendaciones para la negociación salarial junto con las otras materias que conforman los contenidos de los convenios colectivos. Las propuestas conocidas dan a entender que la situación actual de la negociación es muy compleja, pues CEOE y CEPYME vienen manifestado su rechazo a las propuestas de CCOO y UGT basadas en incrementos iniciales inferiores a la inflación actual y en mantener el poder adquisitivo mediante cláusulas de revisión salarial, los empresarios consideran que aumentarían la inflación por el efecto de “segunda ronda”. En ese sentido el Banco de España ha vuelto a advertir de que la tendencia al alza de las cláusulas de garantía salarial que se está registrando en la negociación colectiva en los últimos meses son un riesgo creciente de que se produzcan efectos negativos que aumenten la inflación.

La propuesta de las organizaciones sindicales, contempla un escenario plurianual en el que se plantean incrementos por ejercicio, más una recuperación gradual del poder adquisitivo que se pierda. Podrían fijar unas subidas mínimas, del 3,4% este año, del 3% en 2023 y del 2,25% en 2024. Adicionalmente se repartiría el impacto de la inflación media de 2022 en los años 2023 y 2024, y en 2025 los sueldos subirían en función del IPC medio de 2024 más un 0,25%. Los empresarios han propuesto una subida del 8% para los próximos tres años, el desencuentro se produce precisamente en la revalorización en función de la evolución precios que las organizaciones empresariales consideran inaceptable porque consideran que supondría una indexación del IPC año a año, pues ven el riesgo de que se integre definitivamente en el futuro.

La oposición de las organizaciones empresariales a las cláusulas de garantía del poder adquisitivo de los salarios no es una novedad, hasta la reforma laboral impuesta por el PP en 2012 más del 70% de los trabajadores incluidos en los convenios colectivos tenían las cláusulas de revisión salarial, pero desde entonces han llegado a descender por debajo del 20% en los últimos años. En 2022 el porcentaje de trabajadores protegidos por las cláusulas de salvaguarda salarial ha mostrado un aumento en los primeros meses de este año, alcanzando en marzo un 29,1%. Además, los convenios colectivos ya acordados para 2023 presentan un aumento adicional de la incidencia de las cláusulas de garantía salarial hasta casi el 50% de los trabajadores con convenio vigente para dicho año.

Históricamente el modelo de determinación salarial que se ha venido desarrollando, en la mayoría de los acuerdos interconfederales pactados por las patronales y los sindicatos, con resultados positivos en la lucha contra la inflación se ha basado en el mantenimiento del poder adquisitivo a través de tres elementos interrelacionados. Estos elementos son: la previsión de inflación, como elemento de referencia; la cláusula de revisión salarial que debe garantizar la recuperación de desviación de la inflación respecto incremento salarial inicialmente pactado en base a dicha previsión y la toma en consideración de la evolución de la productividad para mejorar el poder adquisitivo. Estas reglas salariales han contribuido al control de la inflación, al estímulo de la demanda, al crecimiento económico y la creación empleo.

Toni Ferrer, senador socialista por Madrid. 24/04/22

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