El día 8 de enero unos cuantos de miles de insurrectos tomaron las sedes del parlamento, la fiscalía y del Gobierno brasileño, los implicados en el intento golpista, no estaban todos en Brasilia. Bolsonaro se había ido a EEUU hacia días.
Los que estaban en Brasilia hacia días que acampaban delante de los cuartes militares pidiendo intervención militar para desbancar a Lula del gobierno para el que había sido elegido algunas meses antes.
Las causas están claras. Hay todo un sector de la estructura militar, judicial y económica que no respeta la voluntad del pueblo brasileño que sigue resistiendo para que el capital financiero no aplique sus planes de restricciones y que encuentra en el Partido de los Trabajadores una vía de expresión, organización y acción para enfrentarse a Bolsonaro, que forma parte de esa estructuras a las que me refería antes y que a un están por depurar.
Haría mal el presidente Lula sino fuese asta el fondo en la depuración de la cadena de mando militar y policial. Quizás ha llegado el momento, ahora que a un no es tarde, es lo que esperan los miles de trabajadores y jóvenes que se manifestaron en contra de lo consideraron como un golpe a la democracia. Es decir a la voluntad de la mayoría social brasileña.
Pero las depuraciones, que deben ser firmes y seguras, deben ir acompañadas de forma urgente con todas las medidas de orden social que Lula tiene comprometidas con el pueblo brasileño y dejar pasar el menor tiempo posible para que el pueblo deje de pacer las consecuencias de pobreza que ha generado durante cuatro años el gobierno de Bolsonaro, y generar la máxima confianza entre la mayoría social brasileña.
ES urgente poner en marcha el paquete de medidas presupuestarias que hagan posible restablecer todos los retrocesos que se han dado con el Gobierno de Bolsonaro y no dejarse presionar por el “mercado”.
Será la forma de conseguir que el pueblo se movilice en defensa de sus derechos y sea el pueblo mismo quien pare a los Bolsonaristas.
Encuentro de la Delegación española con Mèlenchon en París 21 de enero 2023
El jueves día 19 de enero tuvo lugar una jornada de huelga en los sectores más importantes de la actividad productiva. Huelga convocada, en unidad, por todos los sindicatos franceses y secundada por el 80% de los trabajadores y trabajadoras de sectores estratégicos: centrales nucleares, hidroeléctricas, refinerías, transporte, enseñanza… Esta jornada de huelga ha superado el paro, también exitoso, del 5 de diciembre de 2019.
Las más de 200 manifestaciones que se convocaron para la tarde del mismo día 19 desbordaron todas las previsiones más optimistas; 400.000 manifestantes en París, 140.000 en Marsella, 60.000 en Toulouse, 50.000 en Nantes… Un total de 2 millones de trabajadores y trabajadoras, jóvenes y de todas las generaciones se echaron a la calle para decirle a Macron que rechazan la reforma de la ley de pensiones que prepara su Gobierno.
Tan solo 72 horas después de la jornada de huelga, el 21 de enero, organizaciones juveniles y la “La Francia Insumisa” de Mèlenchon, organizaron una marcha por las calles de París a la que acudieron más de 150.000 manifestantes. En esta marcha participó una importante delegación de pensionistas españoles que tomaron la palabra desde la tribuna de oradores. Antes del inicio de la marcha, mantuvieron un encuentro con Jean-Luz Mèlenchon.
Tanto en la huelga y las manifestaciones del día 19 como en la gran manifestación del día 21, la clase trabajadora francesa le ha dicho al liberal Macron que no quiere trabajar más años (pretende pasar de 62 a 64 la edad legal de jubilación); a nombre de un mantra que en el Estado español conocemos bien “si no se aplica la reforma, el sistema no será sostenible”. Rechazan la ampliación del periodo de cotización a 43 años (un año más sobre los 42 actuales), para poder recibir la pensión máxima.
El mantra de la “insostenibilidad” es ya viejo y está muy manoseado. En Francia, argumenta el Gobierno, habría un déficit económico en las pensiones del 0,8% ¿Es ese el problema? Sin embargo, Macron no ha tenido ningún problema en incrementar su gasto militar en un 40% desde 2019, al pasar de 295.000 millones de euros a los actuales 413.000 millones para los años 2023 y 2024.
Apelaba Eusebio Val -corresponsal de La Vanguardia en París-, en su artículo “Francia aumentará un 35% su gasto en defensa pese a la necesidad de rigor presupuestario”, publicado el día 23 de este mes de enero, al viejo dilema “gastar en mantequilla o en cañones”, en este momento en que el suelo europeo vuelve a tener lugar un conflicto armado, desde hace 11 meses. Este es un debate que la prensa española suela eludir, pues parece que la guerra nos es ajena y nuestra única relación con la misma es de solidaridad.
No es el Gobierno francés el único gobierno europeo que pretende dar otra vuelta regresiva a su sistema público de pensiones, en España también se pretende. El común denominador es que todos los gobiernos asumen los dictados de los organismos económicos internacionales: Banco Central Europeo (BCE), Fondo Monetario Internacional… entre otros; organismos que dicen lo que los gobiernos deben hacer, pero cuyas cúpulas directivas no son elegidas democráticamente.
Desconozco si el Estado francés ha utilizado, indebidamente, dinero de las pensiones para pagar gastos que debieran ser pagados con fondos provenientes de los impuestos; en el Estado español sí ha ocurrido, como así lo confirma un informe del Tribunal de Cuentas del Estado, emitido en 2020, en el que se cuantifica una deuda del Estado con las Pensiones de más de 103.000 millones de euros ¿En estas condiciones cómo se puede hablar de “insostenibilidad del sistema”?
Es inaceptable, aquí en Francia y en cualquier parte del planeta, que se quieran deteriorar los sistemas públicos de pensiones, para fomentar los productos financieros privados; que es lo que son en ultima instancia los fondos privados de pensiones, tomen la forma que tomen. Deteriorar lo público para inducir a los ciudadanos, a los que se lo pueden permitir, a consumir productos privados es lo que hace con la Sanidad Pública, por ejemplo, el Gobierno ultraderechista del Partido Popular (PP) en la Comunidad de Madrid.
Desde la tribuna de oradores al final de la Manifestación del 21 de enero
Es muy saludable ver que la clase trabajadora resiste, que tiene vigor para la lucha frente a las pretensiones de los agentes que trabajan para eso que llaman “libre” mercado. Todos los trabajadores y trabajadoras del mundo debemos celebrar la unidad de los sindicatos franceses, pues sin esa unidad y sin la determinación de dar la pelea en favor de los intereses de los asalariados y asalariadas, estamos avocados a perder poder adquisitivo en el salario directo (el sueldo), a retroceder a golpe de reformas en el salario diferido (las pensiones) y a que nos reduzcan a un mero servicio asistencial el salario indirecto (los servicios públicos).
Hoy podemos decir que la lucha de la clase trabajadora está viva, al menos en Francia.
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