Estoy lleno de Euphoria

Acabo de terminar de ver una nueva serie de televisión, emitida por HBO en España, compuesta por dos temporadas de ocho capítulos cada una y dos episodios especiales no emitidos en España. He tenido la suerte de verla junto a mi compañera de vicisitudes y de nuestra hija de 18 años (algo poco habitual entre sus compañeros de clase y amigos, según me confiesa ella misma). ¿Qué me ha parecido? Bien, muy bien. Incluso podría decir que excelente, olvidando el sistema americano de calificación en el que el excelente es un 10. Aunque a veces supera el notable y roza el sobresaliente. ¿Por qué los chavales de 18 años no ven esta serie con sus padres? Lo entiendo, pero no lo comprendo. Será porque se acerca al porno soft en casi todos los capítulos, sin llegar a la exploración ginecológica. Porque sale de vez en cuando un pene erecto y otras veces un pito flácido, amén de una importante variedad de tetas y culos, una ensalada de sugerentes cuerpos jóvenes, tabletas de abdominales a porrillo, chicas y chicos con estéticas sugerentes y sexys. Porque se habla explícitamente de mamadas, corridas, dedos. Porque muestra más explícitamente aún todas las posibilidades de llevar una vida de promiscuidad sexual, de consumo masivo e indiscriminado de drogas, de las múltiples relaciones tóxicas que se pueden dar entre hombres y mujeres, trans o cis, cada uno de ellos con la variedad de orientaciones sexuales que pueden tener en cada momento. Y todo esto en un mundo de jóvenes y adolescentes de entre 12 y 18 años, sin olvidarnos de la amplia fauna de padres y madres, la mayoría tan desquiciados como sus inadaptados vástagos. Cualquier padre o madre (‘normal’) que vea la serie en lugar de embargarle la Euphoria, puede entrar en barrena y producto del pánico caer en la tentación, más líbranos del mal, de encerrar a su pequeño, pequeña en su habitación hasta que cumpla 30 años, matricularle en la UNED, dejándole ver solo Cine de Barrio, destruir su móvil y borrarse de todas las plata- formas.
También puedes sentarte con él y verla. No hace falta que comentes nada y organizar un cineorum, hasta ahí podíamos llegar, tampoco es necesario al final de cada capítulo rellenar un cuestionario con las modalidades sexuales que cada uno ha practicado y le resulta más satisfactoria, ni cuál de las drogas utilizadas por los protagonistas nos ha provocado mejores efectos. Yo noto diferencias con España, por ejemplo en Estados Unidos creo que existe un grave problema con los analgésicos opiáceos, algo que
aquí no ocurre y de momento no tenemos un acceso libre a las armas. Pero puede enseñar a nuestros hijos, a base de la efusión masiva de vómitos, mocos y babas lo dolorosa que puede resultar la ingesta masiva de alcohol y drogas; puede mostrarles en cabeza ajena la diferencia entre relaciones saludables e insalubres, lo inhóspito de algunas situaciones.
Por lo demás mantiene una base estética de una factura espectacular en cuanto a encuadres, tonalidades cromáticas e incluso texturas, me recuerda a las películas cuasi pornográficas de Tinto Brass; el guion fluye de manera interesante y con saltos temporales fáciles de seguir, aun- que a veces avanza un poco lentamente; acompaña una impresionante banda sonora que se ajusta perfectamente a la trama, creando ambientes escénicos de choque o sutiles momentos placenteros, que recorre desde los años 30 hasta lo último de ayer mismo, una gran variedad de estilos musicales con muchos de los grandes éxitos de los 80 y los 90 rescatando algunas canciones memorables de todos los tiempos; narra una historia coral con un numeroso plantel de actores centrados en la verosimilitud de los personajes, la mayoría muy jóvenes (ojo, sin desmerecer en absoluto a la pandilla de alcohólicos y descerebrados de sus progenitores), casi todos desconocidos para un ignorante como yo (solo reconozco a Zendaya, que parece llevar toda la vida consumiendo estupefacientes y pasando monos, ella sabrá a lo que ha dedicado su juventud).
Todo esto tiene muchos culpables. Pero hacer una serie que prevenga a los jóvenes sobre la peligrosidad de las drogas, incluido el alcohol; las relaciones tóxicas y la promiscuidad fácil y descontrolada; el vivir solo el momento y el dejarse llevar por el ahora sin caer en la ñoñez, la mojigatería y la moraleja fácil, mostrando por otro lado que también existe la amistad, el amor, la reflexión y la posibilidad del cambio, debe tener un responsable máximo que no puede ser otro que su director y guionista: el joven (37 años) Sam Levinson, director de Another Happy Day, creo que no la he visto, y de Malcolm & Marie, e hijo de otro director norteamericano, Barry Levinson, entre otras Rain Man. No quiero quitar ningún mérito a Sam, pero hay que saber que está basada en una serie homónima israelí creada por Ron Leshem y Daphna Levin.
Lo dicho siéntate con tu hijo o hija post adolescente, jóvena o veinteañero y déjate llevar por la Euphoria. Re- cuerda cuando tu rondabas esos años, no te pongas muy cargante y ni se te ocurra decir eso de: ‘Cuando yo tenía tus años…’. Hay cosas que es mejor no remover y que sigan enterradas en el fondo del baúl de los recuerdos y no me refiero al de Karina.
Gracias Maestros.

Salud Compañeros.
Martín Lozano

Epílogo. He visto Malcolm & Marie, estética intimista en un falso blanco y negro, diálogos, diálogos, diálogos sobre todo: la creación artística, las relaciones de pareja, los celos, el amor, el desamor, la soledad, el perdón. Lo que algunos, aprovechando el tema, llamarían una paja mental, bien hecha, pero paja al fin y al cabo. Otra vez Zendaya es su protagonista, además de una de sus productoras ejecutivas.

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