Por Martín Lozano

Una canción de los años de la protesta, en los que muchos, pero no la inmensa mayoría nos rebelamos contra la dictadura y sus últimos coletazos. La compuso Luis Eduardo Aute contra la pena de muerte y la cantó por primera vez Rosa León, que la incluyó en un disco del mismo nombre publicado en 1975. En una actuación la cantante se la dedicó a los que días después serían los últimos fusilados del franquismo, por lo que desde entonces se convirtió en un himno y una de esas Canciones con Poder. En ningún momento se hace de manera explícita mención a tema político alguno, para la censura de la época debió pasar como una macabra canción de amor. Me atrevo a ir un paso más allá y extenderla (como los buitres sus alas, que considero una alegoría de las aviaciones fascistas y nazis durante la retirada republicana) a las madrugadas en las que los que partían al exilio por las fronteras con Francia sentían que las estrellas, que veían por última vez desde España, les herían y cómo la luna sangraba, además presentían que tras la noche vendría la noche más larga de la historia de la democracia en nuestro país y comenzaría un día con hambre atrasada, tan atrasada que aún devoraría miles de muertos más en España por la represión franquista y millones en todo el mundo a consecuencia de la II Guerra Mundial.
