Hoy, Abril de nuestros recuerdos, nos encontramos inmersos en otro período electoral como hacía tiempo que no veíamos, con una polarización política en todo el país agravada con una ruptura socio-política interna en Cataluña.
El proceso político independentista que fracasó, y la respuesta, decididamente provocadora y fallida del gobierno del Partido Popular nos ha situado en un panorama preocupante, donde una parte de Cataluña está enfrentada a una parte de España, y el resto, la inmensa mayoría de los ciudadanos que estamos en medio asistimos asombrados, cada uno desde su posición política, a un proceso que no resuelve nuestros problemas pero que hace que discutamos sin pausa ni solución, y que se mantenga constante el volumen de ruido, en todo lo alto…
La imagen, los discursos desde la derecha son tremebundos, con acusaciones de una gravedad tan extrema como artificial recordando otros tiempos oscuros para regocijo de nostálgicos, y sin embargo estos mismos problemas, lejos de encontrar propuestas de solución y diálogo solo se exhiben para echarlos en la cara del otro.
Es evidente el “rostro” de los responsables máximos de este disparate y de quien está encantado con este enfrentamiento: Vox, PP, y Ciudadanos por parte de la derecha españolista y PdeCat y otros de la derecha catalana. Pero también alguna izquierda, a veces, que participa abandonando la política con rostro humano, la política social de defensa de derechos y libertades económicas , sociales y laborales colaborando, en consecuencia, en este sainete.
Desde TRIBUNA, siempre hemos defendido los derechos y libertades de los ciudadanos, sean de donde sean, vivan donde vivan y se sientan de donde quieran. Hemos proclamado el derecho de los Pueblos, de sus ciudadanos a ser libres de decidir su futuro, y a hacerlo por cauces democráticos y constitucionales garantizados mediante procedimientos urídicos transparentes, legales y adecuados; y lo decimos claramente, que aunque la actual redacción de nuestra constitución lo hace inviable, y determinados partidos de la derecha la utilicen como un «obstáculo», los procedimientos son inseparables de las garantías democráticas y de los derechos fundamentales recogidos en nuestras normas legales, pero no como un simple voluntarismo roussoniano, sino como algo intrínseco a las decisiones políticas que tomemos sobre este o cualquier otro tema.
De ahí que nos reafirmamos en que es necesaria una REFORMA CONSTITUCIONAL , que ésta debe abordarse en el Parlamento, en una comisión encargada, conformada por todos los que decidan participar, cuantos más, mejor, y si fueran todos, perfecto.
No es el camino más sencillo, ni es el mejor momento con esta derecha rampante , pero es evidente que es el camino “más corto”. Y lo es porque no sirven atajos con declaraciones unilaterales, utilizaciones de órganos jurídicos para solucionar problemas políticos, soflamas patrioteras de cada lado del muro, y mucho menos dar carpetazo mediante elecciones mediatizadas por una ultraderecha a caballo, y un centro-derecha acomplejado o meramente oportunista.
Los socialistas, la izquierda en general, y seguro que también alguien en el centro-derecha, tenemos esperanza, una esperanza real afianzada en nuestra historia reciente, donde en circunstancias más difíciles , con gravísimos intentos de involución desde los dos lados del nacionalismo, como siempre el propio y el ajeno, con vidas humanas sacrificadas, fuimos capaces de “enterrar” una cruel dictadura fascista, de construir una DEMOCRACIA, de hacer frente y vencer al nacionalismo pistolero-mafioso de ETA, y alcanzar, entre todos, una paz en libertad y JUSTICIA.
¿Como no vamos a ser capaces de resolver un problema de desarrollo constitucional, de reforma necesaria tras años de experiencia y juego democrático?
Nuestra Transición, a pesar de sus defectos y la extrema derecha, demostró que en el peor de los momentos, la inteligencia y el deseo de convivir en paz y democracia, y el respeto a todos los ciudadanos, a sus derechos y libertades, demostró que era el único camino, un camino donde las leyes deben proteger, amparar a las personas y sus derechos, no encadenar ni encorsetar, ni mucho menos convertir ordenamientos democráticos-constitucionales en algo inamovible, sagrado, o por encima de quienes hacemos la propia democracia y a quien ésta debe proteger.
Se nos exige a todos, no solo a la izquierda, por tanto, dialogar, negociar, y plasmar los acuerdos que permitan configurar un nuevo estado donde todos tengan cabida en paz y libertad, transformar la norma para que sea útil y efectiva, y conseguir que todos puedan participar sin cortapisas.
Incluso en TRIBUNA tenemos la ESPERANZA de que una vez cerrado este capítulo importantísimo de nuestra democracia, haya tiempo por fin, de atender los “pequeños “ problemas de los ciudadanos , el trabajo decente, la educación pública, la sanidad, los derechos sociales como la vivienda, la Seguridad Social, las pensiones, la banca publica…etc.
Estamos firmemente convencidos.
Eduardo Hernández Oñate.