Estamos ante una situación mundial imprevista y con consecuencias humanitarias terribles…
No es mayor ni más grave que las guerras actuales: muerte, pobreza severa, migraciones desesperadas, etc., afecta a todos, incluido el mundo más «desarrollado», más rico, más protegido.
Está causando un drama en pérdida de vidas humanas enorme y generando una sensación de incertidumbre e impotencia brutal, teniendo en cuenta que es una epidemia sin soluciones médicas, de momento, y aun menos medidas médico-preventivas por tratarse de un virus novedoso para la ciencia. La situación se aborda en medio de un colapso sanitario, que está poniendo en evidencia las consecuencias de la degradación de las sanidades públicas, de los sectores públicos, en los últimos 15 años. Hoy, los recortes económicos de los gobiernos del partido Popular, nos pasan la factura en su forma más dura: muerte en las residencia de ancianos, escasez de medios a disposición del personal sanitario, insuficiencia de camas y UCIs y tener que recibir ayuda médica y material de China. ¿En verdad somos la octava potencia económica?
Y esto en nuestro país, en donde hay sector público de salud y redes de protección social. Imaginemos las consecuencias donde no lo hay, y reflexionemos sobre las consecuencias lógicas de esta ausencia.
Con la misma lógica, es el sector público de Fuerzas de Seguridad, Transporte, Dependencia, residencias, Educación, Protección Civil, Ejército…. quienes se están enfrentando al riesgo de contagio, con las consecuencias de no disponer del suficiente equipamiento de protección, junto a los trabajadores de Limpieza, Comercio, Transporte, Financiero… sectores que resultan fundamentales para el conjunto de la sociedad.
Es decir, el ESTADO DEMOCRÁTICO se organiza para atender esta emergencia, y lo hace con la mayoría social al frente, en su doble condición: como ciudadanos y como trabajadores, en primera línea, dando la cara y corriendo riesgos, sufriendo las consecuencias.
Es esa misma MAYORÍA SOCIAL, quien hace tiempo decidimos crear un instrumento para la solidaridad común e intergeneracional que hiciese efectiva nuestra democracia social y de derecho: el sector público. Ahora vemos con preocupación creciente como las decisiones de algunos, convierten su beneficio económico personal en nuestras fatales miserias en forma de enfermedades y muertes.
Nada es gratis, lección amarga.
Recortar el estado social, es lo mismo que desatender migrantes, olvidar guerras ajenas (o peor aún vender armas que son utilizadas en esas guerras), pobrezas horribles…
Olvidar la SOLIDARIDAD, olvidar la JUSTICIA SOCIAL, desmontar la democracia social y de derecho trae consecuencias muy graves.
Consecuencias que siempre pagamos los mismos.
Debemos atender a los enfermos, cuidarlos con todos nuestros recursos sanitarios, como muy bien ha hecho el Gobierno al decretar la disponibilidad por el estado de la sanidad privada, y atacar ese virus con toda nuestra capacidad de investigación científica. Ahora toca sobretodo REFLEXIONAR sobre nuestro sistema político para orientar el futuro, para ver qué debilidades han hecho que nuestro Estado de Bienestar sea débil, e incapaz de atender adecuadamente esta pandemia, qué ha puesto en indefensión a nuestros conciudadanos.
Tan importante es atender y curar a nuestros enfermos como preparar el futuro reparando lo que nos convierte en «SOCIEDAD». Trabajemos por recuperar nuestros derechos perdidos en las crisis.
Defendamos nuestro Estado de Bienestar: Sanidad, Educación, Pensiones y Dependencia.
Eduardo Hernández Oñate
Tribuna Socialista de Madrid