La muerte de Franco: cuatro meses de vértigo

En el verano de 1975 se estaban instruyendo y llevando a cabo consejos de guerra sumarísimos contra militantes antifranquistas (FRAP y ETA) acusados de terrorismo y rebelión militar, que culminaron en once condenas a muerte.

En aquellos días yo era un joven oficial del cuerpo de ingenieros de la Armada, con cinco hijos en edades comprendidas entre los seis años y un año, y mi esposa encinta de nuestro sexto hijo.

Los cuatro meses de vértigo que transcurrieron hasta la muerte de Franco los vivimos intensamente, pues nuestro compromiso democrático nos situaba de hecho en el ojo del huracán.

Me encontraba destinado en Madrid, en un centro cívico-militar de investigación y desarrollo tecnológico, perteneciente a la Marina -y de profesor en la ETSIAN- situados ambos centros en la calle de Arturo Soria, próximos al Pinar de Chamartín.

Cuando me disponía a iniciar mi permiso reglamentario, en el verano del 75, una noticia saltó a la prensa: nueve oficiales del ejército habían sido detenidos. Se trataba de nuestro comandante, Luis Otero -fundador junto a Juli Busquets de la clandestina Unión Militar Democrática (UMD)-, y de ocho compañeros más, entre los que se encontraban los capitanes Xosé Fortes y Fernando Reinlein. En la madrugada del 29 de julio fueron detenidos en sus domicilios.

Acusados de conspiración para la rebelión militar, fueron juzgados pocos meses después en consejos de guerra. Estos juicios militares se celebraron con serias irregularidades procesales y sin derecho efectivo a la defensa. La mayoría fueron condenados a largos años de prisión y expulsados del ejército.

En aquellos años el país se encontraba inmerso en una profunda crisis política, social e internacional. El dictador, enfermo y cada vez más incapacitado, seguía siendo formalmente el jefe del Estado, con el auxilio de Juan Carlos de Borbón, que lo había sustituido en sus funciones desde el 19 de julio hasta el 2 de septiembre de 1974, y, un año después, desde el 30 de octubre al 20 de noviembre de 1975.

El aparato de la dictadura, impuesta desde 1939, se mantenía activo en la represión criminal y en la defensa del Estado fascista. Franco, ya moribundo, firmó sus últimas penas de muerte.

El 27 de septiembre de 1975 fueron ejecutados cinco jóvenes antifranquistas: José Humberto Baena Alonso, Ramón García Sanz y José Luis Sánchez Bravo, miembros del FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota), yJuan Paredes Manot (“Txiki”) y Ángel Otaegui Etxeberria, militantes de ETA político-militar.

Los consejos de guerra, que condenaron a muerte a los once jóvenes resistentes, fueron celebrados con graves irregularidades procesales, sin garantías jurídicas ni derecho efectivo a la defensa. La presión popular forzó el indulto de seis de ellos, pero los otros cinco fueron asesinados. Fue uno de los hechos más trágicos y simbólicos del final de la dictadura.

Las condenas a muerte de estos jóvenes antifranquistas provocaron una ola de indignación nacional e internacional sin precedentes contra la dictadura. En Euskadi, que se encontraba en estado de excepción, se decretó una huelga general, que fue seguida mayoritariamente.

Numerosos gobiernos y organizaciones de derechos humanos condenaron las penas de muerte. En Europa se produjeron manifestaciones masivas: en París, Roma, Londres, Bruselas y Estocolmo, miles de personas salieron a las calles para protestar. Algunos países, como Suecia, Noruega y los Países Bajos, retiraron temporalmente a sus embajadores de Madrid. En Roma, manifestantes asaltaron la embajada española, y en varias capitales se realizaron actos simbólicos de duelo por las víctimas. En Lisboa la embajada española fue asaltada e incendiada. El Papa Pablo VI había pedido clemencia, al igual que numerosos líderes internacionales, pero el régimen desoyó todos los llamamientos.

El 1 de octubre de 1975 un Franco tembloroso daba su último discurso en la Plaza de Oriente de Madrid, flanqueado por Juan Carlos de Borbón y una muchedumbre enardecida que reclamaba mano dura.

El 13 de octubre de ese mismo año, José Ignacio Domínguez, capitán de aviación, piloto de reactores y dirigente de la UMD, que se encontraba en el extranjero y por ello logró esquivar las detenciones de la madrugada del 29 de julio, daba una memorable rueda de prensa en París. Dos años más tarde, a su regreso a España, era también juzgado en consejo de guerra, condenado y expulsado del ejército.

Ninguno de nuestros compañeros de la UMD, ya excarcelados, pudo beneficiarse entonces de la ley de Amnistía de 1977, mientras que, por el contrario, sí se amnistiaron delitos de sangre; en particular, cientos de miles de crímenes del franquismo, que aquella infame ley de “punto final” impidió que fuesen juzgados, quedando impunes.

En el interior de España, el clima era de represión y miedo, pero también de creciente movilización obrera, estudiantil y vecinal. Las huelgas y protestas se multiplicaban, y la oposición -clandestina pero activa- comenzaba a coordinarse en torno a la idea de una ruptura democrática. El propio régimen mostraba signos de descomposición, dividido entre los llamados “aperturistas”y los“inmovilistas”, que pretendían perpetuar la dictadura.

El 2 de noviembre Juan Carlos de Borbón, en viaje sorpresa, visitaba las tropas españolas en El Aaiún (Sahara), dirigiéndose a los militares: “España no dará un paso atrás, cumplirá todos sus compromisos, respetará el derecho de los saharauis a ser libres”“No dudéis que vuestro comandante en jefe estará aquí, con todos vosotros, en cuanto suene el primer disparo”.

El estatus jurídico del Sahara español en aquellas fechas era de provincia española (la número 53), sin representación política plena en las Cortes franquistas. Los saharauis tenían nacionalidad española reconocida, pero con limitaciones de derechos políticos y civiles.

El 6 de noviembre se inicia la invasión marroquí del Sahara español, conocida como la Marcha Verde. El entonces jefe de la dictadura en funciones cedió ilegalmente el Sahara español al Reino de Marruecos, en un intento desesperado por afianzar su acceso al trono y la reinstauración impostora de la monarquía borbónica, dejando abandonado a su suerte al pueblo saharaui. Documentos secretos de la CIA, ya desclasificados, prueban que aquellos hechos de Juan Carlos de Borbón podrían haber constituido presuntos delitos de alta traición. En aquellos funestos días, nuestro querido compañero, el capitán Bernardo Vidal, miembro de la UMD, ayudó a escapar a muchos dirigentes saharauis.

El estatus actual del antiguo Sahara español sigue siendo ambivalente, pues, diplomáticamente, hay un giro hacia la aceptación del plan de autonomía propuesto por el Reino de Marruecos como base de negociación; mientras que legalmente, desde la perspectiva de la ONU, sigue considerándose una cuestión de descolonización con derecho del pueblo saharaui a la autodeterminación.

El 20 de noviembre de 1975, Franco murió tras una larga agonía médica retransmitida por los medios oficiales. El presidente del gobierno Arias Navarro, con aspecto lúgubre y compungido, abrió un informativo especial de televisión española con las palabras: “¡Españoles, Franco ha muerto!.

Dos días después de la muerte de Franco, el 22 de noviembre, Juan Carlos de Borbón jura ante las Cortes franquistas lo principios del Estado fascista -basados en el totalitarismo, el nacionalismo extremo y el culto al lídersiendo proclamado Rey de España.

La muerte de Franco marcó el principio del fin de cuarenta años de dictadura y abrió el camino, lleno de incertidumbres, hacia la Transición democrática. Sin embargo, los fusilamientos de septiembre quedaron grabados en la memoria colectiva como el último acto oficial de la dictadura que ponía en evidencia la extrema brutalidad del franquismo y también como un recordatorio del alto precio que costó la libertad en España.

Este periodo, comprendido entre el verano y finales de diciembre de 1975, constituye por tanto un episodio esencial de la memoria democrática: el cierre violento de una dictadura genocida y el preludio de una nueva etapa política, nacida entre el dolor, la resistencia a la dictadura y la esperanza de unos pueblos que aspiraban a recuperar la libertad.

Aún quedaban por delante tres años de luchas populares y de sufrimiento. Finalmente, la Constitución fue consensuada entre los partidos políticos en 1978, y, pese a ser monárquica y contener artículos dictados manu militari –como el de la inviolabilidad del Rey- abría una nueva época en la Historia de España, aún sin cerrar.

Manuel Ruiz Robles

Reconectar con la mayoría social: una llamada a la militancia socialista

De izquierda a derecha: representantes de VOX, ERC, la periodista, y PSC.

Hace unos días, con ocasión de la aprobación de los presupuestos municipales del Vendrell, asistí a un debate en la televisión pública del Vendrell, con represenantes de VOX y ERC.

El debate en sí carece de interés para el objetivo de este artículo. Se pueden imaginar: en mi calidad de concejal de hacienda defendí la acción del gobierno municipal y las bonanzas de un presupuesto con impuestos congelados, con excepción del impuesto a los fondos buitre que especulan con la vivienda, y con un buen número de inversiones transformadoras en marcha, mientras VOX y ERC me atacaban con su demagogia.

Tras el debate, un asesor de VOX que estaba detrás de las cámaras me reconocía que su «caladero» electoral más importante son los barrios obreros, donde pregonar que la falta de empleo, el incivismo y la delincuencia es culpa de los inmigranes es fácil.

También les resulta fácil pregonar lo malos que somos los socialistas que damos ayudas sociales a los musulmanes, lo malos que somos los socialistas que bonificamos coches eléctricos y placas solares que solo pueden comprar la gente con más renta, y que solo nos encargamos de favorecer políticas a favor de los gays, los transexuales y las lesbianas. Ante tal hecatombe, ellos proponen la deportación masiva de inmigrantes (incluso los hijos que ya han nacido aqui),y quitar todos los impuestos para que la gente tenga el dinerito en sus bolsillos.

Todos esos argumentos demagógicos son fáciles de desmontar, pero lo que más me llamó la atención es que se pasan el día en la calle, yendo cada día a los institutos a hacer proselitismo de sus ideas, que poco a poco, van calando entre la juventud y las capas sociales más desfavorecidas.

Es claro que la demagogia de VOX se combate con políticas de izquierdas. En la editorial de este número de TS se hace alusión a la ilusión que despierta en EEUU, propuestas encaminadas a abaratar el precio de los alimentos, la sanidad, la vivienda… los verdaderos problemas de la mayoría de la sociedad.

La política española vive una paradoja inquietante: mientras la ultraderecha avanza con un discurso emocional, sencillo y omnipresente en los barrios obreros, el socialismo —históricamente la voz natural de esa mayoría trabajadora— parece haber perdido presencia, oído y pulso territorial.

En toda Europa y en EEUU se ha observado el fenómeno de una parte creciente de la clase trabajadora que ha virado hacia formaciones populistas de derecha, en un contexto de precariedad económica, transformaciones sociales y crisis de representación. España no es una excepción.

La lucha contra el cambio climático y por la igualdad no son suficientes para articular un discurso aglutinador e ilusionate para el proletariado, sobre todo cuando, en vez de ayudar, agravan los problemas de éste. Por ejemplo, las «zonas de bajas emisiones» que limitan el acceso a las ciudades a miles de trabajadores sin tener una red de transporte público alternativo; o por ejemplo, las nuevas políticas de gestión de los residuos, impulsadas desde Europa, y que encarecen la tasa de basura. No digo que no sean necesarias estas políticas, sino que no son suficientes si no existen políticas públicas que tengan efectos tangibles y reales en las vidas de las personas.

La insuficiencia de las propuestas que den respuesta a las necesidades de la mayoría, es terreno abonado para la rebeldía retrógrada de la ultraderecha. «Libertad» reclaman, igual que Ayuso en Madrid, o Milei en Argentina. «Fuera impuestos» prometen. «Fuera servicios públicos» que son «chiringuitos» para los políticos que viven del cuento mientras los trabajadores y jóvenes no llegan a fin de mes.

No es casualidad que Vox haya desplegado una estrategia meticulosa de proselitismo emocional: presencia constante en redes, en institutos y en barrios obreros, ni que utilicen una retórica de “hablar claro”, visitas a barrios vulnerables, y una narrativa de agravio que ofrece explicaciones fáciles a problemas complejos. Es propaganda, sí. Pero funciona. Y funciona porque dan respuestas (falsas y engañosas, pero respuesta) a las preocupaciones de la mayoría social más vulnerable.

Mientras tanto, demasiadas agrupaciones socialistas se han replegado a dinámicas internas, lejos del mercado, del casal, de la asociación de vecinos, del bar de siempre o del campo de fútbol del domingo. Hemos dejado de hacer política donde importa: en la calle, con la gente y para la gente. Y eso, para un partido que nació para transformar la vida de la mayoría social, es inadmisible.

La militancia socialista tiene un papel que ninguna estructura institucional puede sustituir: captar el pulso real de la ciudadanía, sin filtros ni gabinetes. Las preocupaciones son claras: empleo y salarios precarios, vivienda inaccesible, inseguridad cotidiana, soledad no deseada, barrios degradados, coste de los alimentos … La gente … nuestra gente, la clase trabajadora, no quiere discursos épicos: quiere soluciones alcanzables.

El socialismo siempre fue fuerte cuando escuchó primero y habló después. Cuando conectó la lucha por la igualdad con la mejora concreta de la vida diaria. Cuando no temió debatir cara a cara con quien piensa diferente. Cuando las agrupaciones eran escuelas de política y motores de comunidad. El futuro no se construye desde la comodidad; se construye desde el debate valiente y el territorio vivo.

Cuando los socialistas somos militantes activos, y recuperamos la vida de las agrupaciones, pegadas a los problemas reales de nuestros conciudadanos, no hay quien nos pare. No hay algoritmos ni bulos que sustituyan una conversación honesta en un rellano o en una plaza.

Nuestra actividad política es la de estar en los barrios con propuestas claras: empleo estable, salarios dignos, seguridad vecinal, vivienda asequible, servicios públicos de calidad.

Nuestro lenguaje y presencia en redes debe ser claro, directo y humano, y no recargado de mensajes institucionales que no llegan al corazón de la gente.

Vienen tiempos difíciles en los que los mensajes de individualismo y cargar contra lo público, contra la igualdad, contra la justicia social y contra la democracia… van calando… porque vamos dejando que calen.

Insisto: la demagogia se combate con pedagogía trabajo y esfuerzo; y a la ultraderecha se la vence con políticas de izquieda. El resto no vale para nada. La gente no es ni ignorante ni se vuelve facha, a la gente hay que escucharla y hacerles propuestas para mejorar nuestras vidas de forma colectiva.

La ultraderecha no está ganando porque tenga mejores soluciones, porque no las tienen. Su solución es la de excluir a otros y desinformar. Diversos estudios muestran que las fuerzas de extrema derecha explotan (y promueven) de manera sistemática la desinformación y los marcos emocionales simplificados para ganar apoyo, especialmente en contextos de malestar económico y desconfianza hacia las instituciones. No es que su electorado sea “más ignorante”, sino que se mueve en entornos informativos más polarizados, donde los bulos y los mensajes de odio circulan con mayor intensidad y menor contraste con datos verificables.

Nuestro reto como socialistas no es llamar ignorante o «facha» a nadie, sino disputar el sentido común: llevar datos, propuestas y presencia a los mismos espacios donde hoy solo se escucha ruido, discursos de odio y miedo.

Ese terreno lo podemos recuperar. Pero exige militancia activa, debates incómodos, calle, calle y más calle, y propuestas que mejoren de verdad la vida de la mayoría social.

Una invitación a la militancia

Compañeras y compañeros: es hora de desentumecer el músculo político. Ni nostalgia ni resignación. Acción. Debate. Escucha. Propuesta. Trabajo.

El socialismo no se defiende solo desde los despachos o las tribunas parlamentarias; se construye caminando junto a la gente, poniéndose en la cabecera de las reivindicaciones y no adoptando actitudes defensivas de la labor de las instituciones.

Si la extrema derecha, y los populismos venden humo con discursos rancios, odio y bulos, los socialistas tenemos la obligación de ventilar bien y recuperar el pulso de la vida activa de las agrupaciones y de nuestras calles y barrios.

Baltasar Santos
1er Sec PSC del Vendrell

Anna Balletbó: Debate y curiosidad.¡La mujer que lo quería entender todo!

El pasado 24 de octubre nos dejaba Anna Balletbó a los 81 años. Periodista y política. Fue diputada en el Congreso de la I a a la VI legislatura por el Partido de los Socialistas de Cataluña. Muchos la recordarán como aquella diputada socialista que el 23F estando embarazada exigió salir del hemiciclo. El pasado mes de agosto participó en el tradicional «sopa d’estiu socialista» que organiza la agrupación del Vendrell desde hace más de 50 años. A sus 81 años, nos acompaño degustando los tradicionales «pies de cerdo» y demostrando una plena vitalidad y visión política. A las muestras de condolencia mostradas por la mayoría de personalidades políticas del PSC y del PSOE, se suma la de la agrupación del Vendrell, y especialmente, la del compañero Roger Caballero, militante nuestro, afincado en Canadá por motivos profesioanles y que mantenía una relación epistolar con Anna desde hacía años. DEP. (Nota de Redacción)

Curiosa, insistente para saber lo que necesitaba o quería conocer, abierta a hablar tanto con lo más popular como con lo más humilde, Anna siempre buscaba quien pudiera darle una respuesta para poder, como decía ella, “decidir su opinión” sobre un tema.

Conocí a Anna Balletbò en otoño del 2013, en un acto donde, rodeada de empresarios, políticos conocidos y de otros que se acercaban insistentemente a saludarla, vino a la mesa donde éramos un grupo de estudiantes becados y me dijo: «Escucha, tú quién eres? ¿A qué te? interesantes.” Dos preguntas que iniciaron una amistad que, pese a la distancia generacional y geográfica de los últimos diez años, ha perdurado.

Este verano tuve la suerte de compartir con ella una larga charla para repasar la actualidad política y, más concretamente, la geopolítica. Como era habitual, comprobé una vez más que era de aquellas personas que se atrevían a predecir lo que podía pasar en el futuro —una calidad al alcance de muy pocas personas.

nna tenía la capacidad de sentar en una misma mesa a políticos y personas que, sin su perseverancia, nunca lo habrían hecho. También sabía convencer a los expertos de las temáticas que le interesaban por mantener largas conversaciones, invitando a otros amigos igualmente curiosos, con el objetivo de hacer algo que no siempre es fácil: debatir.

Cuando el conferenciante había expuesto la cuestión que nos ocupaba, ella dirigía y lideraba la tertulia, haciendo participar —incluso sin querer— a muchos de los asistentes, para extraer aún más zumo de las charlas y seminarios que organizaba.

Anna fue respetada por sus contrincantes políticos gracias a su capacidad de escuchar a los demás, pero también por la virtud de decir, sin tapujos, cuando estaba o no de acuerdo sin dilaciones. Ha sido el alma de la Fundación Olof Palme durante más de treinta años, y su carácter la convirtió en un referente en nuestro país, tanto como mujer como miembro del Partit dels Socialistes de Catalunya.

Militar hoy en un partido político no es fácil si no tienes la oportunidad de conocer a personas entregadas y motivadas para mejorar la sociedad. Ella transmitió esa motivación y ha dejado una huella.

La echaremos de menos.

Roger Caballero
Militante del PSC del Vendrell

La democracia debe fomentar el trabajo decente

El 7 de octubre se conmemora en todo el mundo el Día Mundial por el Trabajo Decente, una jornada mundial impulsada por la Confederación Sindical Internacional (CSI) desde 2008 que cada año moviliza a los trabajadores y las trabajadoras en torno a las reivindicaciones de empleo digno, democracia real y justicia social. El concepto de «trabajo decente» es más amplio que tener un empleo. Significa recibir un salario justo, contar con protección social, tener libertad sindical y trabajar en condiciones seguras y dignas. Sin embargo, la realidad global muestra un panorama preocupante: precarización, explotación, desempleo y pérdida de derechos laborales se han convertido en fenómenos estructurales.

La CSI viene denunciando el creciente poder de las multinacionales, que mediante su influencia económica y política están «acaparando las políticas públicas» y debilitando el rol de los Estados. “Hay un secuestro del interés público en favor de los intereses privados”, señala la organización en su informe Corporate Underminers of Democracy 2025. A la vez que se está produciendo el auge del autoritarismo, la crisis de la democracia también golpea el mundo del trabajo. En más de 8 de cada 10 países se han contabilizado violaciones graves a los derechos laborales, desde la represión sindical hasta la criminalización de la protesta social.

Esta situación se agrava en ámbitos donde las empresas gozan de total impunidad, y donde los gobiernos priorizan los intereses del capital por encima del bienestar colectivo. En la actualidad las 100 empresas más grandes del mundo controlan más poder económico que la mayoría de los países. Para la CSI sin libertad para organizarse sindicalmente, sin negociación colectiva y sin libertad de expresión para las y los trabajadores no existe la democracia. La concentración de riqueza en manos de una minoría contrasta con la falta de acceso a derechos básicos como salud, educación o vivienda para millones de personas. Según la CSI, los países que respetan los derechos laborales tienen mayor estabilidad democrática.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha presentado recientemente el informe La situación de la justicia social que recoge progresos importantes: la pobreza extrema ha bajado del 39 % al 10 % de la población mundial, el trabajo infantil entre menores de 14 años se ha reducido a la mitad, y por primera vez, más de la mitad de la población cuenta con algún tipo de protección social ante la enfermedad, la jubilación o el desempleo. Aunque las desigualdades siguen siendo profundas, pues más de 800 millones de personas sobreviven con menos de tres dólares al día. La Agenda 2030 de Naciones Unidas y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) están lejos de ser alcanzados.

El Objetivo de Desarrollo Sostenible 8, que busca promover el trabajo decente y el crecimiento económico, se encuentra lejos de los compromisos fijados para 2030, pues solo ha alcanzado o está bien encaminado para apenas un tercio de sus indicadores, según los análisis de la OIT y de otros informes, evidenciando la distancia que persiste para alcanzar el pleno empleo, la erradicación de la economía sumergida y la reducción de la desigualdad. Es dramático que pese a tener empleo más de 266 millones de trabajadores vivan en la pobreza extrema o moderada.

La CSI ante la Cumbre Mundial para el Desarrollo Social, que se celebrará en noviembre en Doha (Qatar), demanda alcanzar compromisos vinculantes para un Nuevo Contrato Social basado en el empleo con derechos, la protección social, junto con el impulso de la igualdad y la inclusión. Por ello la CSI reivindica:

  • La reorientación del gasto militar para financiar la educación, el trabajo decente y la acción climática.
  • Una reforma fiscal global integral para garantizar que las personas y corporaciones más ricas paguen su parte justa.
  • Un nuevo marco de las Naciones Unidas para el desarme y la transición justa, que integre la paz y la sostenibilidad.
  • La plena aplicación de los derechos laborales y los salarios dignos en todos los países. Protección social universal.

Este año, el Día Mundial por el Trabajo Decente también se enmarca en un contexto de creciente violencia en Palestina. La CSI ha expresado su solidaridad con el pueblo palestino, exigiendo el fin de la ocupación desencadenada por Israel a raíz de los atentados de Hamás. Desde el movimiento sindical internacional se afirma: “El respeto al derecho internacional y el cese de la agresión contra civiles e infraestructuras laborales y sociales”. También se añade:” La paz no puede construirse sobre la base de la ocupación y el apartheid». Por ello se exige: “Es urgente un alto el fuego, y también una solución política justa y duradera que garantice los derechos del pueblo palestino».

Las confederaciones sindicales de CCOO y de UGT han convocado el próximo 15 de octubre una jornada de lucha, en los centros de trabajo privados y públicos de nuestro país, para denunciar el «genocidio del Estado israelí» y solidarizarse con la clase trabajadora palestina. Durante la jornada se realizarán paros con asambleas y concentraciones para denunciar que Palestina, y especialmente la población de Gaza, está siendo «víctima de un genocidio, crímenes de guerra y de lesa humanidad, deportaciones masivas y destrucción de sus viviendas e infraestructuras».

Toni Ferrer Sais
07/10/25

El Estado y sus dogmas

Respetemos la Constitución, pues sin ella no hay patria, pero reconozcamos asimismo que contiene artículos irracionales, sostenidos en creencias retrógradas y privilegios heredados de un pasado ominoso. Uno de los más escandalosos, a mi parecer, es la inviolabilidad del Rey, que lo hace impune incluso cuando delinque.

Ciencia frente a dogmas

Es sabido que el conocimiento científico es un conocimiento abierto al cambio, siempre en revisión, apoyado en la evidencia empírica y en el consenso de la comunidad científica.

Por otro lado, la ideología es, según la RAE, el «conjunto de ideas fundamentales que caracterizan el pensamiento de una persona, colectividad o época, de un movimiento cultural, religioso o político».

Sin embargo, cuando un precepto ideológico se transforma en dogma -es decir, en una creencia de carácter indiscutible y obligado para los seguidores de cualquier religión- puede llegar a ser contrario al conocimiento científico y, por tanto, a la evidencia empírica, constituyendo un obstáculo que debe ser removido.

Tales obstáculos ideológicos impiden a menudo el perfeccionamiento de las leyes y el avance en derechos sociales, como lo son, por ejemplo, los derechos sexuales y reproductivos; en particular el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo, que debería estar blindado en la Constitución.

Estos dogmas -utilizados a menudo por el poder para mantener el statu quo- entorpecen el progreso y provocan enormes injusticias y sufrimientos.

Dogmas contra el progreso: la historia como advertencia

A lo largo de la historia, las sociedades han oscilado entre el deseo de avanzar en el conocimiento y la necesidad de preservar un orden establecido. En este conflicto constante, los dogmas -ya sean religiosos o ideológicos- han actuado con frecuencia como frenos al pensamiento crítico, la investigación libre, el progreso científico y las transformaciones sociales. Lejos de ser simples errores del pasado, estos episodios revelan cómo la imposición de un dogma, incuestionable y sancionado por la autoridad, ha tenido consecuencias profundas y duraderas en el desarrollo de las sociedades.

Uno de los casos más conocidos es el de Galileo Galilei, astrónomo y físico del siglo XVII, cuyo apoyo al heliocentrismo -la teoría de que la Tierra gira alrededor del Sol, propuesta inicialmente por Copérnico- lo enfrentó con la Iglesia Católica. A pesar de contar con pruebas empíricas obtenidas mediante su telescopio, Galileo fue juzgado por la Inquisición, obligado a retractarse y condenado a arresto domiciliario de por vida. El problema no era la pretendida falsedad de sus descubrimientos, sino que contradecían la interpretación oficial de las Sagradas Escrituras. Este ejemplo no solo evidencia cómo un dogma religioso puede suprimir el conocimiento, sino también el miedo institucional a perder control sobre la narrativa del mundo.

Más trágico aún fue el destino de Miguel Servet, médico y teólogo aragonés del siglo XVI, que se atrevió a cuestionar tanto la Trinidad cristiana como algunas prácticas médicas de su tiempo. Perseguido por católicos y protestantes por igual, fue finalmente arrestado en Ginebra bajo órdenes de Juan Calvino y condenado a la hoguera. Además de sus ideas teológicas, Servet hizo importantes observaciones sobre la circulación pulmonar de la sangre, adelantándose a su tiempo. Pero su pensamiento científico fue considerado peligroso no por lo que decía de la medicina, sino por lo que implicaba en términos de autoridad religiosa. Su cruel e injusta ejecución, quemado vivo en la hoguera, prueba cómo el dogma puede matar tanto ideas como personas.

La Revolución Científica y el Movimiento Obrero

La Revolución Científica, iniciada en el siglo XVI, y la Ilustración, iniciada en el XVII, propiciaron el desarrollo de las fuerzas productivas y el despertar de las conciencias. Ambos movimientos priorizaron la razón y la lógica sobre la tradición y la superstición. La Ilustración, de hecho, se conoce como el «Siglo de las Luces» porque puso la razón en el centro de la búsqueda de la verdad. 

En el siglo XVIII surge en Inglaterra el movimiento obrero debido a la Revolución Industrial y a la pavorosa explotación laboral, y, en Francia, ya a finales de siglo, la burguesía progresista, con el apoyo de las capas populares, impulsan su Revolución, proclamando la República francesa. En el siglo XIX, a medida que el proceso de industrialización se extendió, el movimiento obrero se expandió simultáneamente por Europa.

En el siglo XIX, pensadores tales como Karl Marx, Frederic Engels y Lenin, aportaron al movimiento obrero las bases teóricas y prácticas que posibilitaron la Revolución rusa a principios del siglo XX y la implantación del primer Estado obrero de la Historia.

Lejos de marcar una ruptura definitiva con la superstición y las creencias contrarias a la razón, trajo nuevas formas de dogmatismo, ahora bajo ropajes ideológicos.

Un caso paradigmático fue el del lisenkoismo en la extinta URSS. Trofim Denísovich Lysenko (1898-1976), un agrónomo sin formación científica sólida, promovió teorías pseudocientíficas que negaban la genética mendeliana.

Apoyado por Stalin, su doctrina se convirtió en política oficial del Estado. Los genetistas que se opusieron -muchos de ellos destacados científicos- fueron silenciados o encarcelados. Como resultado, la biología soviética sufrió un retraso de décadas, y las hambrunas causadas por políticas agrícolas fallidas se cobraron millones de vidas. En este caso, el dogma no era religioso, sino ideológico, pero el efecto fue el mismo: el pensamiento crítico fue suprimido en nombre de una verdad impuesta desde el poder.

Conclusión

Estos sucesos abominables nos recuerdan que el conocimiento florece solo en un ambiente donde se permite la duda, la crítica y la revisión constante de las ideas. Cuando se elevan ciertas creencias al rango de incuestionables -sean de origen divino o político-, se condena a la sociedad al estancamiento o incluso al retroceso.

La historia de Galileo, Servet o los científicos soviéticos perseguidos por Stalin -sin minimizar la aportación de este dirigente político al desarrollo tecnológico de la URSS y a la victoria europea sobre el nazismo- no es solo una lección del pasado: es una advertencia permanente sobre los peligros de subordinar la razón al dogma.

Manuel Ruiz Robles

El azar y la necesidad. Parte 2


Por Manuel Ruiz Robles
(exmiembro de la Unión Militar Democrática)

Hace ya ocho años, en la primavera de 2017, pasaba unos días apacibles junto a mi compañera Rosa en la costa de la Axarquía. El azar cambió repentinamente el curso de los acontecimientos. A medianoche sentí un malestar intenso y decidimos acudir al hospital comarcal más cercano, en donde una doctora amabilísima realizó un diagnóstico previo. Era la madrugada del 15 de mayo.

Esperamos pacientemente la llegada de un joven cirujano, que, a la vista de los síntomas, ordenó mi traslado inmediato al quirófano. Tras firmar el preceptivo consentimiento informado el anestesista procedió a “dormirme”. Tres horas después, ya operado, desperté de la anestesia. La biopsia dictó el diagnóstico definitivo: se trataba de un cáncer de colon. Mi probabilidad de seguir vivo cinco años, en la mejor de las hipótesis, era del 50 %.

De regreso a nuestro domicilio en la Comunidad de Madrid, unos días después, se inició mi tratamiento en un hospital público. Durante un interesante cuestionario, voluntario y anónimo, se me pidió responder a la siguiente pregunta: ¿Prefiere ponerse en manos de Dios o en manos de la Ciencia?

En manos de la Ciencia

No soy religioso, por tanto no dudé en apostar por la Ciencia. Así que di mi consentimiento al tratamiento: seis meses de quimioterapia y cinco años de seguimiento hospitalario exhaustivo (RMN, TAC, PET, análisis.). Pese a todo, no abandoné mi activismo político, que me vincula radicalmente a los seres humanos, y me esforcé a la vez en alcanzar mi completa curación, como así ha sido, gracias a la Ciencia, al excelente personal sanitario que me atendió y al apoyo de mis seres queridos.

A lo largo de la historia, la humanidad se ha planteado: ¿Cuál es la finalidad del Universo? ¿Tiene sentido la vida? ¿Pervive la conciencia después de la muerte? Estas cuestiones han sido abordadas en el pasado por las religiones, pero la ciencia moderna ha posibilitado un enfoque radicalmente distinto. Uno de los momentos más significativos fue la publicación en 1970 de la obra de Jacques Monod, El azar y la necesidad.

En este modesto artículo intento explorar la vertiente científica y filosófica del pensamiento de Monod, contrastándola con la visión religiosa del mundo.

Azar, necesidad y objetividad

Jacques Monod (1910-1976), uno de los fundadores de la biología molecular, premio Nobel de medicina (1965) y miembro de la resistencia francesa durante la ocupación nazi, desarrolló en El azar y la necesidad una visión profundamente científica y existencial del mundo. Su tesis central es que la diversidad de la vida es producto del azar (mutaciones aleatorias en el ADN) y la necesidad (las leyes de la física y la química que rigen el comportamiento de los sistemas biológicos) junto a la presión selectiva del medio, que implica adaptación o extinción. No hay propósito, ni diseño, ni intención: solo una estructura regulada por las leyes de la materia.

Monod defiende el principio de objetividad como base teórica de la ciencia. Este principio exige que el conocimiento científico se base exclusivamente en observaciones verificables, sin recurrir a finalidades ocultas, principios sobrenaturales o valores morales impuestos desde fuera del sistema. En este sentido, afirma que la ciencia ha llegado a una conclusión filosófica fundamental: que el universo no tiene propósito, que la vida no tiene sentido intrínseco y que el ser humano es un producto accidental de procesos ciegos.

La religión no es simplemente un error epistemológico (parte de la filosofía que trata del origen del conocimiento científico, de cómo se obtiene y de su validez), sino una forma ancestral de pensamiento que responde a pulsiones humanas muy potentes: la búsqueda de sentido, el miedo a la muerte, la necesidad de cohesión social. La mente humana -evolucionada para interpretar el mundo en términos de causa y efecto- tiende naturalmente al pensamiento teleológico: asignar propósitos a los fenómenos, imaginar intenciones donde no las hay.

Para el científico, la única postura coherente es aceptar la verdad científica en toda su crudeza: somos el resultado de un proceso ciego y sin propósito. Esta aceptación, lejos de deshumanizarnos, debería ser el punto de partida para una ética basada en la libertad y la responsabilidad.

Materialismo dialéctico

Aunque Monod no se vincula explícitamente al materialismo dialéctico, e incluso toma cierta distancia, hay elementos comunes entre su enfoque y ciertos principios de este método filosófico. El materialismo dialéctico, formulado por Marx y Engels, parte de la premisa de que la materia es la realidad última, que los procesos naturales y sociales están en constante cambio y contradicción, y que el conocimiento surge de la interacción práctica con el mundo.

Ambas visiones -la de Monod y la del materialismo dialéctico- comparten un rechazo a toda metafísica trascendental y una confianza en el conocimiento científico como guía para transformar la realidad. El materialismo dialéctico no concibe al universo como producto de un ser creador, sino como resultado de procesos objetivos e históricos, regidos por leyes materiales. Del mismo modo, Monod describe la evolución biológica como un proceso regulado por leyes físicas, sin dirección ni propósito.

Ética sin trascendencia: la libertad como imperativo

Uno de los aportes más importantes de El azar y la necesidad es su propuesta ética. Si la vida no tiene un sentido intrínseco, si no hay un dios que dicte el bien y el mal, entonces los seres humanos son radicalmente libres. Pero esa libertad conlleva una responsabilidad: la de construir valores, instituciones y normas que no estén basadas en la obediencia a un ente superior, sino en el consenso racional y en el respeto a la dignidad humana.

Aquí, Monod se alinea con el humanismo ateo, confluyendo con los pensadores existencialistas de su época: Albert Camus, Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir; también con la tradición marxista que ve en la emancipación del hombre -tanto de la religión como de la explotación material- un objetivo histórico. En ambos casos, se trata de superar la alienación: la religiosa, que atribuye nuestros destinos a una voluntad divina; y la económica, que reduce al ser humano a un objeto de producción.

Esta ética sin trascendencia no es relativista, sino que se funda en el principio de objetividad, en la necesidad de construir una moral que no se base en dogmas, sino en el conocimiento científico, en la cooperación social y en la autolimitación racional.

El conflicto ideológico

A pesar de los avances científicos, el conflicto entre ciencia y religión no ha desaparecido. En muchas regiones del mundo, el creacionismo se enseña en las escuelas; se niega la evolución; se rechazan vacunas por motivos religiosos; se legisla basándose en dogmas y no en evidencias. La racionalidad científica sigue siendo, para amplios sectores, una amenaza a valores tradicionales profundamente arraigados.

Monod advertía que esta resistencia no era meramente intelectual, sino política: la religión es una fuerza social que articula identidades, poderes y privilegios. Por eso, el conflicto entre ciencia y religión no es solo una disputa de ideas, sino una lucha por el control del imaginario colectivo. Y en esa lucha, la ciencia, por más poderosa que sea en el plano teórico y práctico, sigue siendo vulnerable.

La persistencia de la religión no se debe solo a una inercia cultural, sino también a condiciones sociales que la reproducen: desigualdad, ignorancia, alienación. La emancipación de la humanidad, entonces, requiere no solo educación científica, sino transformación estructural.

París, 14 de agosto 2025

Capitulo anterior: El azar y la necesidad. Parte 1

Movimientos sociales, movimientos vecinales

Cuando uno se aleja del ruido mediático afloran las verdaderas necesidades que las familias trabajadoras tenemos: un techo donde vivir, escuelas para llevar a nuestros hijos, centros de salud que atiendan nuestras enfermedades, equipamientos deportivos para que se formen los jóvenes, centros para nuestros mayores… etc. y, por supuesto, un salario digno que no limite el acceso a estas necesidades básicas. No estoy descubriendo la pólvora cuando pienso que es difícil hablar de democracia sin garantizar estos derechos.

Como relata la película “El 47”, el papel del movimiento vecinal fue decisivo para conseguir barrios dignos y habitables. En Madrid, los barrios de Orcasitas o El Pozo son también ejemplos de cómo los trabajadores mediante la movilización de sus vecinos consiguieron construir un barrio digno de ser llamado tal. El auge del movimiento vecinal en los años 70 fue un pilar fundamental en la lucha contra la dictadura. También, en el primer tercio del siglo XX, los vecinos asociados con los sindicatos se ocupaban de atender las necesidades de mobiliario y vivienda.

En los últimos años ha resurgido esa movilización vecinal, con fuerza en algunos casos, como la lucha del barrio Gamonal en Burgos o el Cabanyal en Valencia contra la especulación inmobiliaria. Tras la crisis de 2008 ha habido un fortalecimiento del movimiento asociativo, fundamentalmente por la falta o el encarecimiento de la vivienda que, paradójicamente, se le ha dado un carácter transversal cuando es un problema que afecta fundamentalmente a la clase trabajadora. Igualmente pasa con la defensa de la sanidad o la enseñanza públicas, cuyas víctimas son los trabajadores que ven limitado su acceso.

Desde hace unos meses participo en la asociación de vecinos de mi barrio, la Asociación Vecinal Puerta del Ángel en Madrid. Es una asociación independiente que se nutre únicamente de la voluntad de vecinas y vecinos para ayudar física y económicamente. En este periodo hemos conocido a través del vecindario todas y cada una de las necesidades que he enumerado.

La asociación trata de actuar de interlocutor con el Ayuntamiento, canalizando las reclamaciones concretas de los vecinos y vecinas, sin embargo, hay problemas que afectan al barrio en su conjunto. El caso de la vivienda, con fondos buitre que se hacen con edificios enteros, duplicando alquileres de un día para otro, encareciendo la compra o limitando el parque de viviendas, dedicándolas a usos turísticos. Es un problema que afecta a la clase trabajadora, un barrio popular convertido en un parque temático donde proliferan las franquicias de la hostelería y donde se abren calles peatonales para disfrute de los que vienen de fuera, en detrimento de la habitabilidad y en aras de una hospitalidad mercantilizada.

Aquí y allá surgen agrupaciones vecinales por aspectos reivindicativos concretos. Si, como es el caso, el Ayuntamiento recalifica las zonas deportivas para montar un negocio especulativo a favor de las grandes constructoras, los vecinos montan una asociación para defenderse. Si, como es el caso, un fondo buitre se hace con un edificio y pretende desahuciar a los vecinos, estos forman una asociación para defenderse. Si, como es el caso, la Comunidad pretende cerrar un centro de salud, vecinas y vecinos se agrupan y manifiestan por este motivo. A todos estos agrupamientos, además de parcelar los problemas, se les da un carácter transversal, cuando realmente afectan de manera agobiante y directa a la clase obrera. Desde la asociación del barrio apoyamos todos estos agrupamientos y de hecho en la reciente fiesta del barrio hemos dado cobertura y participación a todos los que han querido, pero ¿no sería más efectivo convocar a la vecindad en la lucha y defensa de nuestro barrio por todas y cada una de las reivindicaciones que defendemos?

Obviamente hay una responsabilidad en los partidos que dicen representar a los trabajadores. Esta forma de actuar es impulsada fundamentalmente por la abdicación de los partidos de izquierda en el terreno de las reivindicaciones a nivel de barrio o pueblo. Sin embargo, la fuerza y la experiencia del movimiento vecinal nos pide la unidad y dar un carácter de clase a las reivindicaciones.

Enrique Dargallo
Miembro de ASTRADE

El madrileñísmo de Ayuso no es Madrid ni España

Ante el Congreso Nacional del PP, del cinco y seis de julio, IDA lleva ya semanas segando la hierba bajo los pies de Feijóo, como quedó demostrado, de manera evidente, en la reunión de Presidentes de Comunidades Autónomas celebrado en Barcelona, y en la concentración del pasado día 8 en Madrid, para exigir al Presidente del Gobierno que convoque elecciones: ¡ya!, como si tuvieran en su mano la capacidad imperativa para imponer su deseo. Se van a cansar de tanto repetir lo mismo y van a cansar a la ciudadanía, ya saturada, del mensaje simplón que el PP ofrece como proyecto para España. Reunir a cien mil personas después de una campaña de tres semanas animando a la militancia a asistir poniendo autobuses gratuitos, es un magro resultado para las expectativas creadas. Incluso dando por buena esa cifra, que dobla la facilitada por la Delegación del Gobierno que reduce la asistencia a la mitad.

Más allá del número, lo mollar es la pugna abierta entre dos maneras de entender el liderazgo y el proyecto que debe plantear el PP a la ciudadanía tras su Congreso. Feijóo quiere un conclave plano, como es él, donde las disputas no se conviertan en ruido mediático, por eso lo plantea como una revisión somera del proyecto archiconocido basado en la reducción de impuestos y del gasto en el estado del bienestar para beneficiar al sector privado en detrimento del público. El objetivo: que el encuentro se convierta en una aclamación de su figura política como único líder de la derecha con capacidad para ganar, esta vez sí, piensa él, la Moncloa. El problema de Feijóo es su falta <<punch>>, de la garra que le exigen los más radicales que le impide desarrollar un discurso y proyecto propio; por eso vive al albur de los acontecimientos y las presiones que recibe.

Reclamar para sí la centralidad política, no pasa de ser una afirmación discursiva que se contradice con los acuerdos suscritos con Vox, para sacar adelante los presupuestos en Comunidades Autónomas, que implican aceptar las propuestas más radicales y antidemocráticas de la ultraderecha. No se puede estar en misa y repicando, como quedó claro en su discurso en la concentración de la Plaza de España, cuando tuvo que salir al paso de las afirmaciones previas de Ayuso, al señalar que en su partido hay maneras distintas de hacer política, para rebajar el mensaje beligerante y extemporáneo de la lideresa madrileña, lanzada a dar la batalla ideológica contra el proyecto socialdemócrata, izquierdista comunista, que representa el Gobierno de coalición.

Batalla ideológica que azuzan los mentores de Ayuso, la ex lideresa Esperanza Aguirre, que en declaraciones al diario El País se quitó la careta al punto de defender que, a la larga, la dictadura fue mejor que la II República. Declaración que apuntala el revisionismo auspiciado por las notas periódicas que publica FAES —el think tank (tanque de pensamiento) del gurú de la derecha más rancia, JM Aznar— para blanquear la dictadura franquista y hacer olvidar que fue fruto de un golpe de estado contra el poder legítimo obtenido en unas elecciones democráticas. El sentido de este discurso mendaz y antidemocrático, es equiparar el actual momento político a una dictadura encabezada por el sátrapa de Sánchez.

Ésta es la situación en la que IDA se desenvuelve como pez en el agua como elemento disruptivo, deliberado y sin tapujos, como quedo claro en sus últimas declaraciones en las que señaló que España no es un estado plurinacional, término que no figura como tal en la Constitución que sí reconoce en su articulado la existencia de nacionalidades y regiones dentro de la nación española. Negar la existencia de una pluralidad de lenguas y tradiciones seculares que conforman lo que entendemos como España, es desconocer la historia y negar, por una mera razón ideológica anclada en el franquismo más medieval, que el Estado de las Autonomías del que nos hemos dotado democráticamente, con diferentes niveles de competencias, es la demostración palmaria de que vivimos en una sociedad legítimamente plural en identidades, tradiciones y culturas. Realidad que no encaja con la visión homogénea y encorsetada de la sociedad que anida desde siempre en el nacionalismo reaccionario español, del que Ayuso enarbola la bandera como su principal adalid.

Éste es el trasfondo del debate ideológico que se cuece entre bambalinas en el PP, que Feijóo quiere esconder y Ayuso propalar a los cuatro vientos, desde el convencimiento de que eso es lo que quieren y piensan los españoles de bien que, según los organizadores, son las personas que asistieron a la concentración en la Plaza de España de Madrid. Dos maneras de entender el proyecto político que debe llevar adelante el PP, aunque en el fondo el alma de estas dos caras es la de siempre; defender los privilegios de los ricos y poderosos por la vía de rechazar cualquier tipo de reconocimiento de derechos y mejoras en la vida del ciudadano medio.

De ahí que el debate no esté en oponerse a la subida del salario mínimo, de las pensiones, a la intervención del mercado del alquiler, a la reducción de la jornada laboral, al reparto equilibrado de los emigrantes que llegan en pateras y otras vías huyendo de la guerra y hambre en sus países, o a todo lo que suponga reducir el desequilibrio entre las clases ricas y adineradas, y las medias y populares. El debate es cuál debe ser la estrategia para llevarlo adelante y con qué modelo de liderazgo, terreno en el que Feijóo naufraga, como se lo hicieron ver los que asistieron a la concentración madrileña al corear tú sí que vales, cuando Ayuso subió a la tribuna. Ingrato momento para Feijóo. que ya la había oído decir que ella es partidaria de primarias para elegir al líder del partido.

Griterío que no debe sumergirnos en la idea de que Ayuso es la llamada a llevar al PP a la Moncloa, porque lo que ella representa es la derecha filo franquista que anida en su entorno, haciéndola creer que liberará a España del comunismo bolivariano. Trampantojo que no la deja ver ni pensar que su discurso contra la diversidad cultural que conforma España no gusta, sino que disgusta, no solo a una mayoría de los barones autonómicos de su partido —que no la secundaron en su patochada en la reunión de Presidentes—; sino a la mayoría silenciosa de españoles que viven y se sienten a gusto con un sistema democrático que reconoce y da carta de naturaleza política y cultural, a sus peculiaridades.

Mayoría que no comparte las locuras y excentricidades de Ayuso, que solo buscan el enfrentamiento en lugar de la concordia que supone aceptar la diversidad de la sociedad española. Por eso, no pasa nada nada si Ayuso llega a hacerse con las riendas de su partido como pretende, porque su españolismo rancio y radical genera, fuera de su entorno de palmeros, anti madrileñismo y el rechazo social de lo que representa: la rémora mental que provocó el golpe de Estado contra la II República, que condujo a una guerra cruel y degeneró en una dictadura asesina que ha dejado heridas aún sin cerrar.

Vicente Mateos Sainz de Medrano.
Periodista, profesor universitario y
Doctor en Teoría de la Comunicación de Masas

Habemus Papam

Pocas veces ha habido tanta especulación política y debate en los medios de comunicación, sobre la identidad y tendencia del Papa que tenían que elegir el mayor número de Cardenales en la historia de los Cónclaves, 133, que al final han optado por el cardenal Robert Francis Prevost, que gobernará de ahora en adelante la Iglesia católica con el nombre de León XIV. Elección que se ha producido con mayor rapidez de la pronosticada por una mayoría de todógos y, en menor medida, por los conocedores de la prosopopeya e intríngulis con el que se mueven los asuntos políticos en el pequeño Estado Vaticano donde nunca manca fineza.

La Manca fineza ha faltado en el espectáculo informativo televisivo en el que las cadenas españolas han convertido el largo, larguísimo, proceso de las exequias fúnebres del Papa Francisco: primero la preparación del cadáver para su exposición pública en el funeral celebrado en la Plaza de San Pedro, al que asistieron Reyes, Jefes de Estado y Jefes de Gobierno, después el paseíllo del féretro por el centro de Roma, hasta la Basílica de Santa María Mayore, donde descansan ya sus restos. Luego vinieron las nueve misas, una diaria, en su memoria, y todo el trámite protocolario previo al inicio del Conclave, y el desarrollo del mismo.

Y todo retransmitido en directo desde el día del fallecimiento del Papa Francisco, con horas de emisión que era necesario rellenar sin más información que la repetida hasta la saciedad, que dio lugar a un sinfín de pleonasmos sinsentido y reiteración en los mismos contenidos; por ejemplo, sobre el protocolo que se sigue en cada evento y, esto es lo peor, con preguntas ilocutivas vacuas, por genéricas, que ponían en un compromiso a los periodistas que estaban a pie de micro en diferentes puntos del Vaticano, del tipo: ¿qué ambiente se respira en la plaza de San Pedro a esta hora?, ¿hay mucha gente?, ¿qué se comenta en la plaza?, ¿cómo matan el tiempo de espera? Preguntas que les ponían en un compromiso porque les obligaba a improvisar un discurso descriptivo de una situación que apenas variaba nada, repleto de respuestas simplonas y muletillas centradas en lo mismo, repetidas una y otra vez: el ambiente es de espera, de emoción contenida, hay personas venidas de muchas partes del mundo, etc.

Junto a la desinformación, por reiterativa, que provoca convertir la información en un espectáculo televisivo que obliga a estirar el chicle sin nada nuevo noticiable durante horas; está la falta de criterio por parte de los programadores que, abducidos por la pugna mediática por estar presentes allí donde se produce un hecho de alcance planetario, olvidan que su función informativa no es estar por estar en un punto noticiable, sino estar si tienes algo novedoso que contar que no sea siempre lo mismo: lo poco gusta y lo mucho cansa y agota la mente; por eso hubiera sido mejor realizar conexiones puntuales cada vez que hubiera una información nueva de interés.

Que olvidan que estar emitiendo durante horas todos lo mismo, supone reducir la posibilidad de los espectadores para elegir otros contenidos, en lugar de obligarles a ver, sí o sí, un espectáculo que termina por devaluar, para los devotos, la espiritualidad que debería ser la característica principal que empapa la muerte de un Papa y su sustitución por otro, al dar pábulo a un debate centrado en el carácter más o menos progresista del que se va y de su sucesor.

Programadores que olvidan, y aquí la mayor responsabilidad está en la televisión pública, el artículo 16 la Constitución donde se establece que el Estado español es aconfesional; esto es, que no privilegia unas creencias religiosas sobre otras. Que los canales públicos, en especial RTVE, se lancen a competir con las televisiones privadas, que no están obligadas a mantener un equilibrio en los contenidos a este respecto, supone una dejación de su función de velar por este principio constitucional, que ya olvidó en la pasada Semana Santa donde hubo más retransmisiones en directo que nunca de procesiones. En concreto L2 dedicó durante el jueves y viernes santo tres cuartas partes de su programación a la retransmisión en directo de las procesiones más significativas en diferentes ciudades de España.

El nuevo jefe de RTVE, José Pablo López, no debe tener claro todavía que la televisión pública es para todos los ciudadanos y no para una parte, y desconoce que la mayoría social ya no es creyente debido al proceso imparable de secularización de la sociedad española desde el comienzo de este siglo. Igual no ha debido leer el informe de 2019 del CIS en el que, por primera vez, se apuntaba que el número de ateos, agnósticos y no creyentes superó al de católicos practicantes, con un 29% de la población. Caída que se agudizó en el informe de 2021 en el que el porcentaje de creyentes cayó hasta el 16,7%. Datos corroborados por la propia Conferencia Episcopal Española, que en su informe de 2019 ya confirmaba el descenso en picado, desde 2007, de la práctica de sacramentos como los bautizos y comuniones, un 40% menos, y los matrimonios religiosos, 45.000 menos en la última década. Guarismos que confirman la caída sostenida de la influencia del catolicismo en la sociedad.

Alguien debería recordarle también que la televisión pública no debería ser el foro para la especulación no fundamentada en hechos y datos, como se ha especulado en las largas horas de retransmisión en directo, en las que los periodistas se han lanzado, sin criterio alguno, —error en el que han caído todos los medios— a ofrecer quinielas sobre las Cardenales más papables, para no ser menos que el resto de medios. Mimetismo absurdo que genera confusión que desinforma y desvía el mensaje informativo para centrarlo en un nominalismo de candidatos: ¿cómo están las apuestas? Mejor hubiera sido con tantas horas de emisión por delante que alguien, con criterio periodístico, hubiera preparado dossiers informativos para los presentadores y redactores, con datos curiosos u originales sobre el Estado Vaticano y su funcionamiento, siempre tan opaco, o sobre lo que doctrinalmente estaba en juego en esta elección.

Hemos oído hablar de continuidad o no en el mensaje doctrinal del Papa Francisco, pero han sido pocos los expertos que han explicado cuales son los puntos fuertes de ese mensaje. Como tampoco nos han aclarado cuales eran los argumentos de los opositores al papado de Francisco, y qué es lo que querían exactamente. Ni se ha profundizado en contar a la audiencia el impacto que ha tenido en la estructura de poder en el Vaticano, los cambios acometidos por el Papa Francisco. Contenido que hubiera permitido dotar de información interesante para la audiencia en las largas horas de retransmisión, sin tener que caer en las informaciones y expresiones simplonas y hueras resultado de optar por hacer un espectáculo televisivo.

Ahora todo está centrado en cuál será la dimensión doctrinal y pastoral del nuevo Pontífice—constructor de puentes—, León XIV, qué en sus primeros mensajes dirigidos a los fieles, parece seguir la estela aperturista de su antecesor, aunque con maneras menos entusiastas y más distantes que su predecesor, y con un gusto mayor por los rituales litúrgicos clásicos. Veremos.

Vicente Mateos Sainz de Medrano.
Periodista, profesor universitario
y Doctor en Teoría de la Comunicación de Masas

8 de marzo: Día de la mujer trabajadora

Homenaje a Olga Tareeva

Olga Tareeva Paulova (Moscú, 1899-Nueva York, 1980), fue una militante marxista que se enfrentó al régimen de Stalin y que militó en la Internacional Sindical Roja y en el POUM. Aunque se la conoce por ser la viuda de Andreu Nin, no hay que referirse a él para destacar la prodigiosa fuerza de una mujer con una vida de lucha. Lucha por salir de Rusia y venir a Cataluña con Nin; lucha por encontrar los restos de su cuerpo, una vez asesinado y lucha por salvaguardar la legalidad del POUM de los ataques orquestados desde Rusia y lucha por la honorabilidad de los militantes del POUM.
Olga fue bailarina de El Bolshoi, militante bolchevique del soviet de Moscú y mecanógrafa en la Internacional Sindical Roja donde conoció a Andreu Nin. En 1922 se casaron en Moscú. Como militante obrera vivió de primera mano las complejidades de la Revolución Rusa, y las discrepancias y distanciamiento entre las ideas que defendían Lenin y Trotski, de las que se declaraba partidaria, y las de Stalin. Estas discrepancias de Nin y Tareeva hacia el régimen del miedo instaurado por Stalin, provocaron la expulsión de la URSS de Nin y una huelga de hambre de Olga y sus hijas, hasta que pudo marcharse de la URSS a reunirse con Nin.

un papel decisivo en el Proceso contra el POUM celebrado en Barcelona en 1938, poco antes de que Barcelona cayera en manos de las tropas franquistas.
Los dirigentes del POUM encarcelados comparecieron ante el Tribunal contra el Espionaje y Alta Traición. Entre los encausados estaba el propio Andreu Nin, que obviamente no podía estar presente porque había sido asesinado. Ocupando la silla vacía reservada a Andreu Nin, Olga puso un retrato suyo que nadie se atrevió a retirar. Finalmente, el Tribunal condenó a los dirigentes del POUM procesados como revolucionarios, no como fascistas como habían pretendido el PCE y el PSUC.
Olga se fue a vivir a Estados Unidos con sus hijas, y en 1970 ya anunció su deseo de volver a El Vendrell. Antes de su muerte, en Nueva York, dejó dicho que sus restos, una vez muerto, tenían que descansar en el cementerio de El Vendrell, donde algún día deseaba que si se podían recuperar los restos de Andreu Nin, pudieran reunirse. En el año 2013, los restos de Olga Tareeva vinieron al cementerio de El Vendrell, donde aún esperan a los de Nin.
El homenaje y reconocimiento que los y las socialistas hacemos a Olga Tareeva en este 8 de marzo, es un homenaje a todas las mujeres trabajadoras y a todas las mujeres que han contribuido y contribuyen a la democracia y a la lucha obrera.

Viva el día de la Mujer
Vivan las mujeres trabajadoras

Baltasar Santos
Primer secretario del PSC del Vendrell