Primer año de Guerra

El 24 de febrero de 2022 es una fecha que pasará a la historia. Es el aniversario de la invasión de Ucrania, por parte del ejército de Putin. El balance en vidas es pura barbarie: 200.000 soldados muertos, 100.000 por cada bando, 40.000 civiles ucranianos, según datos del general Mark Milley, jefe del Estado Mayor Conjunto de EE.UU., dados el 10 de noviembre de 2022 a la BBC. Un país, Ucrania, está siendo destruido y casi 8 millones de ucranianos han tenido que huir de su país.

No quiero limitarme a describir las cifras del desastre. En este artículo quiero intentar entender por qué, unos y otros, parecen decididos a mantener esta locura en el tiempo. Decir que esta guerra es una guerra contra los pueblos es una expresión que se puede cuantificar; en las cifras de muertos ya señaladas y con los datos económicos que ya conocemos del pasado año. Veamos algunos de ellos:

Las multinacionales de los combustibles: BP (británica), ExxonMobil (estadounidense), Shell (británica constituida en Países Bajos), Chevron (estadounidense). Solo estas cuatro multinacionales, suman más de 150.000 millones de dólares de beneficio en 2022, año de guerra. Unos beneficios récord y exorbitantes.

El oligopolio de las cinco grandes compañías de la energía en España: Iberdrola, Repsol, Endesa, Naturgy y Cepsa, han obtenido 13.300 millones de euros, un incremento promedio del 49% de beneficio neto, más que en 2021.

Son los sectores de la energía y los combustibles los que iniciaron la espiral inflacionaria que recorre Europa. Unos incrementos de precios que, a la vista de los descomunales beneficios, no corresponden a las necesidades de la producción sino a la avaricia por el beneficio y el reparto de dividendos, a esa competencia absurda (salvo para la lógica del mercado) por la capitalización de las empresas.

La ola inflacionaria provocada por los grandes del gas, el petróleo, etc., ha sido la excusa para que otros sectores, como la banca, también se sumen a la fiesta de los beneficios récord. El oligopolio financiero conformado por: Santander, BBVA, Caixabank, Sabadell, Bankinter y Unicaja, han ganado 20.850 millones de euros, un 28%, en promedio, más que en el ejercicio anterior.

Si el sector energético se está beneficiando de la guerra a corto plazo, el del armamento lo está haciendo en el corto, medio y largo plazo. Solo la industria del armamento estadounidense, ha experimentado un crecimiento del 49% en sus beneficios en 2022, al obtener 52.000 millones de dólares. La llamada a la compra de munición a las presiones a seguir abasteciendo al ejército de Zelensky hacen pronosticar pingües beneficios para los próximos años.

En la otra cara de la moneda está el empobrecimiento de las familias trabajadoras, en todos los países de Europa. El IPC medio en España se ha cerrado para 2022 en el 8,5%, pero el IPC de los alimentos y las bebidas no alcohólicas, lo que llamamos normalmente «la cesta de la compra», ha alcanzado el 15,7%.

Frente al incremento de los precios, la subida salarial media en nuestro país ha sido del 3,24% (eso, para los 880 convenios colectivos registrados en 2022 y los 2204 que se firmaron en años anteriores con incrementos previstos para 2022). Esto afecta a unos 9 millones de trabajadores y trabajadoras, por tanto, hay otros 8,4 millones de asalariados por cuenta ajena que no han tenido incremento salarial, subida 0.

Hasta junio no sabremos la variación del índice del riesgo de pobreza y exclusión social. En 2021, el 27,8%, es decir 13,1 millones de personas en España, estaba en riesgo de pobreza y exclusión social. La pérdida brutal de poder adquisitivo presagia un incremento de este nefasto índice.

Estas son solo algunas cifras, positivas para la minoría y negativas para la gran mayoría, de lo que es la guerra y para qué es la guerra.

Ya sabemos que Putin no es demócrata. Los ciudadanos rusos lo saben bien; no pueden posicionarse contra la guerra, ello les puede costar la cárcel, como poco. A pesar del perfil antidemocrático y, si se quiere, criminal de Putin, no es verosímil decir que esta guerra se libra en nombre de la libertad y la democracia; no si quien lo dice mantiene relaciones y apoya a países como Israel, que tiene sometido a más de medio millón de personas en Gaza, y que, desde 1948, ha expulsado a más de 7 millones de palestinos (1,2 viven en campos de refugiados en Líbano, Jordania…). O con Arabía Saudí, donde la libertad es, solo, cosa de hombres. O, si quien lo dice es quién organiza y/o participa en un mundial de fútbol en Qatar, Estado-manantial de corrupción, véase el «Qatargate» en el Parlamento Europeo y se muestra insensible ante los miles de trabajadores muertos en la construcción de los estadios -según el diario “The Guardian” (29nov22), al menos 6.500 muertos-, en una absoluta indiferencia por la vida humana.

Esta es una contienda de intereses entre los oligarcas rusos protegidos por Putin, los descendientes de los sepultureros de la Revolución de octubre de 1917, esos que se apropiaron de los sectores estructurales del Estado que la revolución proletaria había colectivizado. Y por otra parte las multinacionales para quienes la OTAN, según el periodista de investigación Seymour Hersh (Premio Pulitzer en 1970 por su cobertura de la masacre de My Lai, en la guerra de Vietnam) ha reventado los gaseoductos que suministraban gas a Alemania y a otros países de Europa (Nord Stream 1 y 2), llevaron a cabo un sabotaje que ha posibilitado que los USA hayan aumentado sus exportaciones de gas natural licuado (GNL) en un 137%, en los 10 primeros meses de 2022.

Esta dinámica de guerra es una irresponsabilidad de consecuencias históricas, y nada apunta a que vaya a parar. El Senado de los USA ha aprobado el mayor presupuesto militar de su historia, 858.000 millones de dólares. Putin por su parte ha decidido que el presupuesto para la guerra será ilimitado. Una de las derivadas en Europa es la presión para que los gobiernos envíen tanques, aviones de combate y que multipliquen la fabricación y compra de munición.

No tengo porqué tomar partido por una de las partes de esta contienda. Por eso, en favor del pueblo ucraniano, para que pare la destrucción y la muerte; en favor del pueblo ruso, para que dejen de llegar ataúdes con hijos, padres y hermanos, y en favor de todos los pueblos de Europa, contra quienes, de un modo u otro, se libra esta guerra, digo

¡Alto a la guerra!

Roberto Tornamira Sánchez
Miembro de la Coordinadora estatal del CATP

Los pueblos de Europa toman las calles para gritar ¡Alto a la guerra!

El pasado viernes se cumplió un año desde el inicio de la invasión rusa en Ucrania. 1 año que ha destruído la vida de millones de ucranianos, y que también ha trastocado la vida de millones de rusos, y de europeos.

Mientras los líderes Zelensky, Putin, Biden y los jefes de Estado de los países de la Unión Europea no cejan en animar el conflicto bélico y mientras la escalada bélica pone en riesgo la seguridad nuclear del mundo entero, centenares de miles de personas toman las calles en toda Europa para exigir el alto el fuego.

En Madrid y Barcelona: «Ni Putin ni OTAN»

En el caso de Madrid, distintas organizaciones se han congregado para reclamar el fin de la guerra, bajo la premisa «ni Putin ni OTAN». En la marcha por la paz se ha condenado «los presupuestos guerreristas» del Gobierno y el envío de los tanques Leopard a Ucrania, También en Madrid, unas cincuenta personas de nacionalidad rusa se han concentrado en la plaza de España para protestar contra la invasión “cruel e injusta” por parte de Rusia a Ucrania, expresar su apoyo al pueblo ucraniano, y manifestar su rechazo al presidente ruso, Vladímir Putin, a quien acusan de ser “un criminal de guerra”.

Los ciudadanos, pertenecientes a la comunidad de rusos en Madrid que se oponen a la guerra de Ucrania, han mostrado pancartas con lemas como ‘rusos contra la guerra’, ‘stop Putin’, ‘esta es la guerra de Putin’ o ‘victoria para Ucrania, libertad para Rusia’.

En Barcelona: Unas 1.200 personas se han concentrado en la plaza de Sant Jaume bajo el lema «Ucrania. Por un alto el fuego inmediato». En el acto, los actores Enric Majó y Pepa Arenós leyeron un manifiesto conjunto en el que se pide «el regreso a la mesa de negociación y la prohibición de todas las armas nucleares».

El viernes 24 de febrero se convocaron concentraciones en todos los ayuntamientos para exigir el Alto a la guerra.

Concentración en el ayuntamiento del Vendrell para exigir el Alto a la guerra

Berlín: Más de 50.000 personas se manifiestan contra la guerra

La convocatoria original de la dirigente del parti- do La Izquierda Sahra Wagenknecht y la activis- ta por los derechos de las mujeres Alice Schwarzer han reunido a más de 50000 manifestantes contra la guerra, En su discurso, Wagenknecht ha reiterado la necesidad de que cese el suministro de armas a Ucrania y haya negociaciones. Se trata de «poner fin al terrible sufrimiento y la muerte en Ucrania» y hacer a Rusia una oferta de negociación «en lugar de munición para una interminable guerra de desgaste con más y más armas nuevas».

Bruselas y París

Las concentraciones fueron igualmente multitudinarias en Bélgica, donde la protesta, fue convocada por la organización Promote Ukraine, la Asociación de Mujeres Ucranianas en Bélgica y la Red Europea de Solidaridad con Ucrania, se enmarca en la semana de acciones internacionales contra la guerra y exigió la «retirada inmediata de las tropas rusas de todos los territorios ucranianos», así como «el freno incondicional de los bombardeos».

En París cientos de personas, han salido a la calle con banderas ucranianas y pancartas, en las que se podían leer mensajes como «Parar a Putin».

Baltasar Santos
Miembro del Comité de Redacción de TS

Fragmentos de la entrevista a Ségolène Royal, sobre la guerra de Ucrania

Fragmentos, publicados en Informations Ouvrières (n.º 723, del 15 al 21 de septiembre de 2022), de la entrevista a Ségolène Royal, sobre la guerra de Ucrania, por Ruth Elkrief, emitida en la cadena de televisión francesa LCI el 6 de septiembre.

Ségolène Royal, miembro del Partido Socialista francés, fue ministra de Ecología en el gobierno de Pierre Bérégovoy, entre 1992 y 1993. También Ministra Delegada a la Educación Escolar (1997-2000) y luego a la Familia, Infancia y Personas Discapacitadas (2000-2002) en el gobierno de Lionel Jospin. En 2004 ganó la presidencia de la región de Poitou-Charentes, el bastión del entonces primer ministro Jean-Pierre Raffarin.

Fue elegida la candidata oficial del Partido Socialista para las elecciones presidenciales de Francia de 2007, elecciones que finalmente perdió en segunda vuelta ante el candidato derechista Nicolás Sarkozy.

Ségolène Royal: “Creo que no debemos ir a ciegas hacia el desastre. Nosotros, nuestra generación tenemos la responsabilidad de dejar a nuestros hijos y a las futuras generaciones una Europa en paz y un planeta reparado. No tenemos derecho a permanecer inertes ante este conflicto y debemos exigir que comiencen las negociaciones de paz.

Ucrania está siendo atacada, eso es obvio. He tenido la oportunidad de repetirlo. Pero cuando pregun­tas por las razones por las que no hay proceso de paz, por qué Europa no pide a los protagonistas que se sienten alrededor de una mesa, es porque estamos asustados por lo que está pasando. Es muy importante, nunca he negado los bombardeos, todos los días hay muertes y por eso tiene que parar esta guerra.

La guerra es siempre un fracaso de la política. La guerra es siempre la victoria de las fuerzas del mal. La guerra no puede resolverse con más armamento. La guerra se resuelve mediante la negociación, la discusión y creo que todas nuestras fuerzas políticas deben orientarse hacia la búsqueda de la negociación con Ucrania sin premisas, porque el pueblo ucraniano es también el que más sufre y anhela la paz.

¿Qué pueblo no aspiraría hoy a la paz?

Ruth Elkrief: Ya sabes que los muniqueses, en 1938 decían: paz, paz.

Es todo lo contrario. El acuerdo de Múnich se basó en abandonar a los Sudetes. Hubo una cobardía horrible. Hoy sucede al revés, los que no quieren la paz son los cobardes, en cierto modo, porque hay muchos intereses económicos en esta guerra. Muchos participan ganando mucho dinero en esta guerra y en particular todos los que especulan con el precio de las materias primas, que están debilitando a los países más pobres. Porque lo que está ocurriendo con las materias primas es una especulación desvergonzada. Así, los que replican son fuerzas económicas que no quieren que la guerra se detenga. Pero yo apuesto positivamente porque todos los responsables políticos, incluso los que hoy están en guerra entre sí, quieren la paz. Y si no apostamos por ella, la paz no llegará.

R.E. En 1938, algunos dijeron que no vieron nada, que no vieron el avance de Hitler, y que ahora estaría pasando lo mismo mismo con Putin.

Pero 1938 fue la consecuencia de la guerra de 1914. Y cuando Jaurès pidió la paz, fue asesinado porque molestaba. La forma en que se cerró la guerra de 1914 provocó el ascenso de Hitler. Por tanto, ¿vale la pena detener la guerra? ¡Si no hubiera tenido lugar la guerra del 14, no habríamos tenido el ascenso de nazismo, no habríamos tenido el Holocausto, ni la Segunda Guerra Mundial!

R.E. En cuanto a las sanciones, Salvini, Le Pen, incluso Jean-Luc Mélenchon, coinciden en estar en contra, con diferencias, porque las sanciones son duras, deben ser detenidas. ¿Cuál es tu posición?

Mi posición es que las sanciones no son tan efectivas como nos hubiera gustado. No han conseguido llevar al gobierno ruso a la mesa de negociación. En segundo lugar, observamos hoy que el dólar sube y el euro baja. Mientras estamos hablando, cada minuto que pasa enriquece a las empresas norteamericanas y empobrece a las europeas, porque pagamos para comprar energía, que se paga en dólares. La degradación y el retroceso del nivel de vida de los europeos puede ir muy, muy rápido. ¿Qué queremos dejar a nuestros hijos? ¿Una Europa en que el nivel de vida haya bajado un 40% y en que todos los servicios públicos hayan sido destruidos? Porque en un momento dado el dinero que se da para armar a Ucrania, el dinero que se está dando a esta guerra es dinero de menos que va a los servicios públicos, como la educación. ¡Esto es lo que la gente ve! Y la gente ya no quiere seguir aceptándolo. Además, hay manifestaciones por la paz.

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