
El fracasado candidato a Premio Nobel de la Paz acelera la barbarie que lleva intrínseca el sistema económico vigente. En palabras de Jean Jaurès: «El capitalismo lleva la guerra dentro como la nube lleva la tormenta”.
En un leguaje más práctico: la deuda exterior de los EE.UU., superó en agosto los 37 billones de $; es la consecuencia de ejercer de gendarme del mundo y tener que mantener al ejército más temible de la tierra. Y eso es lo que Trump infunde: temor y no respeto. No se entiende de otro modo que Zelensky sea humillado cada vez que visita la Casa Blanca. Como es incomprensible la sumisión del secretario general de la OTAN; o la de la presidenta de la Comisión Europea cuando Trump la recibió en su campo de golf escocés, para mayor vergüenza, el 27 de julio, donde aceptó comprar energía a EE.UU., por valor de 750.000 millones de euros, invertir 600.000 MM€ en los USA e incrementar las compras en armamento a la industria norteamericana. Todo, a cambio de aplicar a los productos europeos “solo” el 15% de aranceles, sin contrapartida ninguna. Este es el nivel de degradación y bochorno por el que Trump hace pasar a sus supuestos aliados.
A los miembros de la Comisión Europea y a una importante mayoría de los europarlamentarios les debe importar un pimiento la pérdida de poder adquisitivo de los salarios y las pensiones en sus respectivos países; por el alza especulativa de los precios de la energía, de la vivienda, de los alimentos… así como el avance de la pobreza que todo ello conlleva, a nombre de una guerra con trasfondo comercial.
Intentar entender esta situación, que no compartirla, solo es posible desde la óptica del Mercado, ese mercado libre; libre de imponer y someter causando muerte, pobreza y desestabilización social.
El sistema el capitalista, el mercado libre de hacer lo que le venga en gana, ha decidido arrasar los derechos que la clase trabajadora ha ido consiguiendo, con luchas y mucho sacrificio, a lo largo de los últimos 200 años. Y están dispuestos a conseguir sus objetivos, aunque tengan que asesinar a la mitad de la población mundial. Es por ello que no es correcto hablar de guerra entre pueblos, sino de guerra contra la clase trabajadora.
La guerra social desatada contra la clase trabajadora toma sus formas diferentes en cada país:
En Francia, la clase dirigente al servicio del capital ha decidido acatar las órdenes y destinar 400.000 millones de euros “para modernizar el ejército”, dicen. La realidad es que Francia ha asumido con la OTAN, es decir con los EE.UU., un gasto de aquí a 2035 de más de 650.000 MM€ -Francia se ha marcado el objetivo de gastar 64.000 MM€ en defensa en 2027, frente a los 32.000 que destinaba a gasto militar en 2017, cuando Macron llegó al Eliseo. Están dispuestos incluso a llevarse por delante a la V República. Para no extendernos y entender la concreción en Francia, sugerimos la lectura del artículo de Enrique Dargallo “Crisis política en Francia: Macron en primera línea”, publicado en este mismo número 170 de Tribuna Socialista.
En Ucrania toma formas más complejas y graves. EE.UU., desde antes de 2013, viene presionando a la UE para que “diversifique su dependencia energética de Rusia”; una forma de expresarlo que, sin ser incierta, esconde una presión para que Europa compre Gas Natural Licuado (GNL) estadounidense, en detrimento del suministro ruso -lo que da una idea de la motivación para la voladura del gaseoducto Nord Stream, en septiembre de 2022-, y por qué se imponen sanciones económicas contra Rusia, pero no a Israel.
Como dijo Clausewitz “la guerra es sólo la continuación de la política por otros medios”. Y eso es lo que hay en Ucrania; una guerra que el próximo febrero cumplirá su cuarto año, sin olvidar que el Estado ucraniano, cuyo gobierno hoy preside Zelenski, arremetió contra su propio pueblo, en la región del Dombas, en 2013, causando miles de muertos. Para no extendernos, sugerimos Ver: TS-130 de enero de 2022, (pág. 20) Posicionamiento del CATP contra la guerra -un mes antes de la invasión rusa. Y otros números siguientes a partir de febrero de 2022-.
El hecho es que mueren miles de jóvenes en los frentes de guerra, para que los EE.UU., con la cobertura de la OTAN, se apropien de un negocio de más de 40.000 millones anuales en suministro de GNL a la UE. Negocio que aumentará con los compromisos unidireccionales aceptados por la señora Von der Leyen. Es lógico pensar que Putin quiera compensación por la pérdida del negocio de los combustibles, y Trump está dispuesto a compensarle con el 20% del territorio ucraniano. Por si acaso, el depravado inquilino de la Casa Blanca ya se ha garantizado la explotación de minerales y tierras raras, en lo que es rico el subsuelo ucraniano. Todo ello con la inestimable colaboración de la UE y todas sus instituciones.
A estos mercaderes les importa un bledo los 400.000 soldados que han muerto o han sido heridos en el frente ucraniano. Como a Putin le importan un comino que hayan muerto o hayan sido heridos más de un millón de soldados rusos en este conflicto. Por eso comprendemos y apoyamos la decisión de desertar de miles de jóvenes ucranianos y rusos, pues esta no es su guerra.
En Palestina, el negocio ha tomado la forma de Genocidio del pueblo gazatí, como si quisiesen enviar un mensaje a toda la clase trabajadora mundial, de hasta donde están dispuestos a llegar para salvaguardar sus intereses económicos.
Lo ha dicho ASTRADE en su Declaración del pasado día 16 de octubre “Sin duda alguna, la parte positiva (del plan de paz) es el fin de las bombas y la matanza indiscriminada de gazatíes”; algo que no está garantizado, pues el Estado sionista rompe el Alto el Fuego y continúa asesinando civiles desarmados.
Para garantizar el negocio, Trump ha enviado a su “equipo”, yerno incluido, a pedir a Netanyahu que respete los acuerdos: veremos cómo y cuándo acaba la tregua y la forma que toma la idea de la Familia Trump de transformar Gaza en un resort; idea jaleada por el Gobierno de Netanyahu. El tiempo nos dirá cuantos kilómetros cuadrados le dan a los Trump. Lo único que parece estar claro es que el Estado sionista continuará ocupando tierras ilegalmente y expulsando al pueblo palestino de su territorio, como viene haciendo impunemente desde 1948, incluso antes.
A los palestinos les ofrecerán, como “premio de consolación”, trabajar sin derechos en una especie de sucursal de Las Vegas a orillas del Mediterráneo. Es lo que les está ocurriendo hoy, a 125.000 trabajadores procedentes de la Franja de Gaza y de Cisjordania, como denuncia el Sindicato de Trabajadores árabes, con sede en Nazaret: “a los trabajadores les niegan su salario o indemnización; y su legítimo derecho a reclamarlo, a nombre de que pertenecen a “una autoridad terrorista”, argumentan de forma coordinada muchos empleadores”.
El negocio se cierne también sobre Venezuela, y sobre sus reservas de petróleo en particular, por lo que Trump ha asesinado, de momento, a más de 40 personas, sin prueba ni juicio, en las aguas del Caribe. Y ha dado rienda suelta a los provocadores de la CIA para que “el que pueda hacer que haga” según el lenguaje que manejan los fascistas y golpistas de toda laya.
Es una guerra de los poseedores del capital contra sus propias clases trabajadoras. Cuando Trump habla de “América first”, no dice a qué América se refiere, pues la América a la que reprime con la guardia nacional es a la que considera “su enemigo”, por lo que invitó a sus generales y almirantes a “vigilar al enemigo interior”.
Es exactamente lo mismo cuando Trump condiciona la ayuda económica a Argentina, si el pueblo argentino no apoya al sicario del capital que ocupa la Casa Rosada en Buenos Aires. O cuando chantajea al presidente de Brasil con aranceles si no indulta a Bolsonaro, el golpista.
La respuesta no está en el viento, que diría Dylan. La respuesta está en las calles. La respuesta a esta barbarie insaciable está germinando en las grandes manifestaciones que hubo el 18 de octubre en las principales ciudades de los Estados Unidos de América. Está en las jornadas de huelga de Italia, para rechazar el genocidio en Gaza. Está en los cientos de miles de personas que salieron a las calles el 7 de octubre en Londres, para pedir justicia y que pare el genocidio. Está en la determinación de decenas de miles de madrileños y madrileñas que el 14 de septiembre dijeron NO a la última etapa de La vuelta ciclista de la vergüenza. Está en la jornada de lucha en nuestro país, el 15 de octubre, con grandes manifestaciones y paros laborales, aunque fuesen de tiempo limitado. Está en las manifestaciones de jóvenes reclamando vivienda asequible, en la queja de la clase trabajadora andaluza y madrileña en defensa de la Sanidad Pública, en la perseverancia del pueblo valenciano exigiendo responsabilidades por las negligencias en la DANA de 2024…Está en cada conflicto laboral que utilizan los trabajadores para reivindicar y defender sus derechos.
El Gobierno de coalición que preside Pedro Sánchez tiene que dejar ya su ambigüedad y de jugar con los tiempos: no se puede decir “Viva Palestina” y decretar el embargo de armas dos años después de iniciado el genocidio, con 67.000 asesinados; celebramos que lo hayan hecho, pero criticamos la tardanza. No se puede estar en contra de la Guerra y que el presidente y su ministra de Defensa no paren de decir que cumplirán con los compromisos de gasto militar.
En muchas ocasiones vemos a las organizaciones de la clase trabajadora como dique de contención contra esta resistencia. Sería mucho más deseable verlas a la cabeza de las movilizaciones llamado a la unidad y haciéndola en los hechos.
















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